Editorial:

Más vecinos que nunca

AL IGUAL que se evidenció con Francia en la reciente reunión bilateral, la cumbre hispano-portuguesa cerrada en el Algarve ha puesto de relieve que -también con Portugal- España va entrelazándose por encima de respectivas coyunturas políticas. En muy pocos años, un paisaje de desconfianza, cuando no de hostilidad, ha ido cediendo ante una creciente madeja económica (telecomunicaciones, electricidad, gas, madera). Y una incomunicación física tradicional se ha rendido a puentes y autovías: serán cinco las carreteras de gran capacidad que enlacen España y Portugal a comienzos del siglo próximo, a...

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AL IGUAL que se evidenció con Francia en la reciente reunión bilateral, la cumbre hispano-portuguesa cerrada en el Algarve ha puesto de relieve que -también con Portugal- España va entrelazándose por encima de respectivas coyunturas políticas. En muy pocos años, un paisaje de desconfianza, cuando no de hostilidad, ha ido cediendo ante una creciente madeja económica (telecomunicaciones, electricidad, gas, madera). Y una incomunicación física tradicional se ha rendido a puentes y autovías: serán cinco las carreteras de gran capacidad que enlacen España y Portugal a comienzos del siglo próximo, además de nuevas conexiones ferroviarias.Lisboa y Madrid han saludado como muy importante el encuentro de Vilamoura. Portugal -dependiente de los cursos fluviales que nacen en España- ha obtenido satisfacción a una reclamación histórica: la regulación compartida de los ríos comunes, fosilizada en un convenio no revisado en 30 años. El acuerdo sobre el Tajo y el Guadiana creará más riqueza en tierras portuguesas e impedirá en el futuro inundaciones como las del año pasado. En otro terreno relevante, el primer ministro del país vecino, el socialista António Guterres, ha cerrado filas con el Gobierno de Aznar frente a la embestida reformista de los países ricos de la Unión Europea y en defensa de los fondos de cohesión, de los que también se beneficia Portugal. El dirigente luso ha anunciado su oposición a la propuesta austriaca que hoy volverán a debatir los ministros de Economía comunitarios.

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Parece que los dos países ibéricos -que erraron por separado su camino a la modernidad y después fueron puestos de espaldas por cuarenta años de dictaduras fraternales- asumen finalmente que sólo pueden esperarse beneficios mutuos de la consolidación de un marco peninsular. Un espacio que, en el umbral del milenio, abarca dimensiones múltiples: desde el comercio -España es primer proveedor y segundo cliente de Portugal- a las comunicaciones, desde la seguridad a la defensa de intereses comunes ante instancias paneuropeas.

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