Una comparecencia ensayada

A diferencia de ese gran actor que es Clinton, capaz de improvisar unos pucheros ante las víctimas de una desgracia, mentir con un rostro cargado de total sinceridad y transmitir a aquellos que acaba de conocer la impresión de que es un amigo de toda la vida, Starr es un personaje que cae mal.Serio, envarado y pedante, este hombre políticamente conservador y personalmente muy religioso no nació para ser una estrella de la política o la comunicación. Su popularidad es muy escasa, hasta el punto de que a veces parece el presunto autor de los delitos en este caso.

Starr ha terminado por de...

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A diferencia de ese gran actor que es Clinton, capaz de improvisar unos pucheros ante las víctimas de una desgracia, mentir con un rostro cargado de total sinceridad y transmitir a aquellos que acaba de conocer la impresión de que es un amigo de toda la vida, Starr es un personaje que cae mal.Serio, envarado y pedante, este hombre políticamente conservador y personalmente muy religioso no nació para ser una estrella de la política o la comunicación. Su popularidad es muy escasa, hasta el punto de que a veces parece el presunto autor de los delitos en este caso.

Starr ha terminado por descubrirlo. Por eso, se ha entrenado a conciencia en las últimas semanas para su comparecencia en la colina del Capitolio de hoy. Convertida en plató de televisión la sala de conferencias de sus oficinas de fiscal independiente, con las cámaras y los micrófonos en marcha y varios de sus colaboradores en el papel de duros interrogadores demócratas, Starr ha ensayado una y otra vez sus frases y gestos para la gran cita de su vida. Una de esas frases rezará: "No tenemos que pedir perdón a nadie por buscar la verdad".

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Todo el mundo ha leído en el ya célebre informe Starr sus argumentos sobre el caso Lewinsky. Hoy los expondrá en vivo y en directo. Si consigue despertar interés y simpatía en la audiencia, quizá logre resucitar un caso que parece condenado a morir por aburrimiento. mayoritario.

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