Llueven decibelios en La Granjilla

Dormir, hablar, ver la televisión o escuchar música en paz se ha convertido en algo imposible para los 400 vecinos de la urbanización La Granjilla, en San Sebastián de los Reyes, desde que el pasado 5 de noviembre se estrenó la tercera pista de Barajas, a cuatro kilómetros de sus lujosos chalés.Durante la mayor parte del día, un avión sobrevuela cada minuto y medio sus tejados a no más de 250 metros de altura. Los vecinos llegan a ver las letras de los aviones y hay niños que juegan a tirar piedras a las alas. El barrio está en pie de guerra con la Administración y el molesto estruendo se ha c...

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Dormir, hablar, ver la televisión o escuchar música en paz se ha convertido en algo imposible para los 400 vecinos de la urbanización La Granjilla, en San Sebastián de los Reyes, desde que el pasado 5 de noviembre se estrenó la tercera pista de Barajas, a cuatro kilómetros de sus lujosos chalés.Durante la mayor parte del día, un avión sobrevuela cada minuto y medio sus tejados a no más de 250 metros de altura. Los vecinos llegan a ver las letras de los aviones y hay niños que juegan a tirar piedras a las alas. El barrio está en pie de guerra con la Administración y el molesto estruendo se ha convertido en su principal obsesión.

En las calles de esta urbanización no se habla de otra cosa que de aviones. El rugido constante de las aeronaves acompaña cualquier diálogo, aunque cuando pasa un Jumbo (cada media hora aproximadamente) el ruido obliga a callar. "Antes oíamos los aviones de lejos, no era molestia. Ahora pasan tan cerca que podemos verles las ruedas y las ventanas", puntualiza Francisco Villaplán, de 42 años, técnico de mantenimiento de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

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El presidente de la comunidad de propietarios de La Granjilla, José Antonio Llombart, explica que en recientes mediciones, encargadas por el vecindario, se registraron niveles superiores a los 90 decibelios, cuando el máximo permitido es de 65 de día. "Esto es espeluznante. No podemos vivir en semejantes condiciones", resume Llombart.

La nueva pista ha supuesto un cambio general en los hábitos de la urbanización. Por ejemplo, los inquilinos se van a dormir más tarde, una vez que dejan de pasar los Boeing transatlánticos, entre las 0.30 y la 1.00. Ahora las ventanas están todo el día cerradas y se acabaron las tertulias en los jardines durante los fines de semana.

La Granjilla es la urbanización de la zona norte más afectada por el cambio de las rutas aéreas. Mientras el Ministerio de Fomento cree difícil modificar los trayectos, los propietarios preparan una demanda judicial contra la Administración central porque no se respeta la Declaración de Impacto Ambiental, que prohíbe sobrevolar poblaciones a baja altura.

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Muchos vecinos, además, ya piensan en medidas drásticas de protesta, como cortar la carretera de Madrid a Burgos (N-I).

No sólo el ruido amenaza a los vecinos. "Es muy peligroso que los aviones vuelen tan bajos. Es alarmante", sostiene otra vecina de la urbanización. Quien puede dar testimonio de ese riesgo es Javier Ruiz, un estudiante de 21 años. Hace 15 días cayó en picado en el patio de su casa la tapa del motor de un avión. "Oímos un ruido y al salir al jardín vemos esto clavado en el césped", dice el joven, mientras muestra la pieza metálica que guarda en la cocina de su casa. "Vamos a tener que andar por la urbanización con cascos", bromea.

Al igual que la mayoría de sus vecinos, Ruiz parece un experto en aviación: habla a diario de turbinas y maniobras de aterrizaje, y hasta aprendió a distinguir un Boeing 747 de uno 737 por el rugido de sus motores, según demuestra durante su relato.

El tormento de los vecinos será tratado mañana, jueves, en el pleno municipal.

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