Francia declara la guerra a Mónaco

París amenaza con tomar medidas contra el principado por considerarlo un refugio de estafadores y mafiosos

¿Alguien puede siquiera imaginarse al suntuoso palacio Grimaldi envuelto en el frío y las tinieblas y a su Alteza Serenísima Rainero III abriéndose paso por las estancias rococó con una linterna en la mano? ¿Quién puede querer tan mal a las princesas Carolina y Estefanía, al príncipe Alberto, como para verles privados de los baños de jacuzzi, sin poder servirse de un triste secador de pelo? ¿Dónde quedarían las galas anuales de la Cruz Roja, el baile de la Rosa en el que deslumbra Carolina para mayor gloria de las revista del corazón, las recepciones que congregan a los campeones de la Fórmul...

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¿Alguien puede siquiera imaginarse al suntuoso palacio Grimaldi envuelto en el frío y las tinieblas y a su Alteza Serenísima Rainero III abriéndose paso por las estancias rococó con una linterna en la mano? ¿Quién puede querer tan mal a las princesas Carolina y Estefanía, al príncipe Alberto, como para verles privados de los baños de jacuzzi, sin poder servirse de un triste secador de pelo? ¿Dónde quedarían las galas anuales de la Cruz Roja, el baile de la Rosa en el que deslumbra Carolina para mayor gloria de las revista del corazón, las recepciones que congregan a los campeones de la Fórmula 1, a las estrellas internacionales del tenis y a tantos otras personalidades que han encontrado un seguro refugio en el más pequeño Estado miembro de la ONU? La trayectoria que ha convertido al Principado de Mónaco en un estupendo paraíso fiscal llevó ayer a Le Monde a sugerir la posibilidad de que el Gobierno francés actualice la amenaza esgrimida eficazmente por el general De Gaulle de cortar la electricidad al microestado de Mónaco.Frente a la estampa que presenta al principado como el mejor de los mundos posibles, el distinguido espacio en el que la aristocracia y la belleza comulgan en perfecta armonía con el dinero y la popularidad, el Gobierno francés ve más que nada un nido de defraudadores, un terreno abonado para la mafia, un agujero negro en el futuro espacio judicial europeo. La ministra de Justicia Elisabeth Guigou lo repite cada vez que se presenta la ocasión: "Los Estados europeos debemos dar ejemplo en la lucha contra esos paraísos fiscales de efectos desastrosos, debemos atacar mucho mejor a aquellos que blanquean y hacen fructificar el dinero del crímen organizado".

Amistad Protectora

Francia, que en virtud del Tratado de Amistad Protectora de 1918 suministra la mayor parte de los magistrados a la justicia monegasca, una justicia delegada que se ejerce en nombre del Príncipe Soberano, acaba de oponerse, por primera vez en la historia de las relaciones de ambos países, a la continuidad del fiscal general Gaston Carrasco. La guerra de dictámenes judiciales desatada entre los jueces y fiscales de mayor antiguedad y los de la nueva hornada enviada por París ha arruinado importantes investigaciones y dejado en agua de borrajas no pocos intentos de poner coto a las infiltraciones mafiosas.De ahí, que el caso del presunto narcotraficante Moshe Binyamin haya sido considerado por las autoridades francesas la prueba de fuego sobre la efectiva voluntad monegasca de acabar con la circulación del dinero sucio. El 7 de julio de 1995, Moshe Binyamin, viejo conocido de la DEA norteamericana, la agencia que lucha contra el narcotráfico en EEUU, y de la Interpol se presentó resueltamente en uno de los 50 bancos de Mónaco -uno por cada 600 ciudadanos, dado que el principado cuenta con unos 30.000 habitantes, franceses e italianos en su gran mayoría- con dos maletas llenas con 5,5 millones de dólares (660 millones de pesetas, al cambio de entonces) en billetes usados. Después de muchos tiras y aflojas, de peleas judiciales soterradas, el narcotraficante, que fue condenado en su día a 12 años de cárcel, vio ayer ratificada la sentencia, para alivio de París, que temía que Benyamin escapase por la agujereada red de la justicia monegasca.

La tensión entre Rainero III, la Alteza Serenísima que reúne en su persona una docena más títulos aristocráticos, y el Gobierno de París parece haber alcanzado su punto culminante. El Ejecutivo de Lionel Jospin no admite ya que Mónaco se muestre ciego y sordo ante los grandes defraudadores, que su política de atraer a las grandes fortunas internacionales deje espacios libres a la impunidad, que el principado aspire al euro y reniege de la construcción europea para no tener que cumplir con las condiciones de Maastricht. Ya en 1993, un informe parlamentario sobre la Mafia elaborado por un diputado socialista francés, sentenciaba que Mónaco "es un lugar particularmente solicitado por los operadores del blanqueo de capitales".

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