Tribuna:

El combate

No cabe duda de que estamos en el umbral de un nuevo mundo y de una nueva forma de hacer política. Y estoy convencida de que el informe sobre los crímenes del apartheid es un documento fundamental en la construcción de ese futuro distinto y tal vez mejor. Esos 3.500 folios de atrocidades, dolorosamente elaborados, son un monumento a la transparencia informativa y al reparto equitativo del conocimiento (que todos sepan todo), dos ingredientes básicos de las democracias avanzadas.Claro que, por desgracia, son ingredientes que a menudo resultan traicionados, porque no es habitual encontrar lídere...

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No cabe duda de que estamos en el umbral de un nuevo mundo y de una nueva forma de hacer política. Y estoy convencida de que el informe sobre los crímenes del apartheid es un documento fundamental en la construcción de ese futuro distinto y tal vez mejor. Esos 3.500 folios de atrocidades, dolorosamente elaborados, son un monumento a la transparencia informativa y al reparto equitativo del conocimiento (que todos sepan todo), dos ingredientes básicos de las democracias avanzadas.Claro que, por desgracia, son ingredientes que a menudo resultan traicionados, porque no es habitual encontrar líderes de la talla moral de Nelson Mandela y Desmond Tutu. Y así, mientras estos dos hombres afrontan el esfuerzo casi sobrehumano de equidad y compasión que supone el informe, el papa Juan Pablo declara oficialmente que hoy "falta serenidad para juzgar a la Inquisición". ¡Y lo dice a varios siglos de distancia de los hechos! Qué diferencia con Mandela y Tutu: ellos quieren construir humanidad repartiendo información y por tanto poder, mientras que el Vaticano habla desde la defensa del poder y con la finalidad prioritaria de perpetuarse.

Lo mismo sucede con los jueces británicos que han amparado a Pinochet: su sentencia, cínica y brutal, legaliza la impunidad habitual de los poderosos. Esos jueces son los defensores del antiguo orden, y su actitud me parece mucho más grave que el hecho en sí de dejar libre al dictador. Porque la construcción del futuro se dirime aquí y entre estos adversarios: por un lado, el viejo dragón del poder abusivo; por otro, el impulso de responsabilidad y transparencia ante todo tirano (también Milosevic, por ejemplo; también Castro). No podemos dejar pasar la sentencia británica sin oponernos a ella, sin denunciarla. Pinochet no ha sido más que una escaramuza de un combate que empieza.

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