Millás y un grupo de niños reinventan el diccionario

"Las palabras son dientes con los que uno mastica el pensamiento", dice el escritor Juan José Millás. "El diccionario es un sitio donde las palabras están colocadas de forma absurda y peligrosa: canicas, objeto inocente con el que juegan los niños, está situado al lado de caníbal", constata el autor de El orden alfabético en el programa especial de Cosas de niños, que hoy (15.00) emite Canal +.

Tras investigar lo que los niños y niñas de cuatro a ocho años, procedentes de diferentes provincias españolas, piensan de Dios y del amor, el director de programas infantiles de la cadena, M...

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"Las palabras son dientes con los que uno mastica el pensamiento", dice el escritor Juan José Millás. "El diccionario es un sitio donde las palabras están colocadas de forma absurda y peligrosa: canicas, objeto inocente con el que juegan los niños, está situado al lado de caníbal", constata el autor de El orden alfabético en el programa especial de Cosas de niños, que hoy (15.00) emite Canal +.

Tras investigar lo que los niños y niñas de cuatro a ocho años, procedentes de diferentes provincias españolas, piensan de Dios y del amor, el director de programas infantiles de la cadena, Miquel Obiols, y su equipo recogen ahora en Diccionario absurdo y cojo las ocurrencias de los críos a propósito de los significados de las palabras. Se trata de un experimento-homenaje al autor de Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll, con las "palabras maletín" que él se inventó.

Así, Jaramón es el remedio que una niña andaluza utiliza para curarse el catarro: jarabe y jamón serrano. Subiojos es la explicación de otra niña para los recuerdos: "las cosas que no se pueden olvidar porque entran por los ojos y se suben a la cabeza". Vozeja es la sensación que cuenta un chiquillo: "la voz entra por las orejas y luego sale y se mete por la nariz y se mete por la boca y luego sale de paseo". Alguno bucea en la historia: "Antiguamente éramos romanos, ahora somos humanos, porque tenemos muchas cosas, como la electricidad", y un chaval de seis años pone las cosas en su sitio: "Los escritores siempre han tenido el cerebro bien colocado, desde que eran bebés, y para escribir se tuercen así un poquillo el cerebro".

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