Se aguó la fiesta

La romería de Olárizu, deslucida por la lluvia, resiste firme como reminiscencia de la Vitoria rural

La costumbre se remonta al siglo XVI, época de esplendor para el imperio español y de pequeñas disputas hogareñas en Vitoria. El Ayuntamiento de entonces había vivido ciertos litigios territoriales con algunos particulares de la zona. Por aquellos tiempos la cartografía no era ciencia exacta. Así que, para comprobar que las fronteras municipales no se habían alterado, la corporación en pleno institucionalizó el hábito de repasar una vez al año los mojones que delimitaban la ciudad. Cuatrocientos años después, no se ha perdido ese ancestral uso. Los miembros más destacados del consistorio cambi...

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La costumbre se remonta al siglo XVI, época de esplendor para el imperio español y de pequeñas disputas hogareñas en Vitoria. El Ayuntamiento de entonces había vivido ciertos litigios territoriales con algunos particulares de la zona. Por aquellos tiempos la cartografía no era ciencia exacta. Así que, para comprobar que las fronteras municipales no se habían alterado, la corporación en pleno institucionalizó el hábito de repasar una vez al año los mojones que delimitaban la ciudad. Cuatrocientos años después, no se ha perdido ese ancestral uso. Los miembros más destacados del consistorio cambiaron ayer el traje y la corbata por las botas de monte y la makila para recorrer parte de los lindes de Vitoria. Todo seguía en su sitio. Al mismo tiempo, como mandan las tradiciones, la jornada tuvo una segunda parte, la que permite a la ciudadanía compartir el día festivo con los notables: la romería a las faldas del monte de Olarizu (707 metros), al sur de la ciudad, reunió a miles de vitorianos. Se trata, en definitiva, de uno de los guiños folclóricos que la actual capital del País Vasco hace a su pasado rural y labriego. Ninguna otra ciudad de su entorno conserva tal costumbre. Como buena fiesta, ésta también tiene un origen eclesial. "El pueblo", relata el historiador Joaquín Jiménez, "iba a la ermita de Santa María de Olarizu. Algunos aseguran que la romería empezó en el siglo XVIII. Sólo sabemos que fue antes de 1870". Con el transcurso del tiempo, y la desaparición del santuario, la fiesta se limitó a su vertiente lúdica. Tan antigua como la propia fiesta es la fecha de su celebración, el lunes que sigue al día de la Virgen de septiembre. En eso no ha cambiado el Día de Olarizu. Pero sí en otros muchos detalles. El presupuesto de la romería sale ahora de las arcas municipales. Ya no se requiere la aquiescencia del poder real. "A mediados del siglo XVII recibieron 20.000 maravedises para la visita de los mojones, lo cual era mucho", aclara Jiménez. También ha evolucionado la jerarquía de las autoridades que recorren los mojones. Se han eliminado viejas autoridades como el procurador, el alguacil, el montero mayor, los diputados de lo común... figuras del pasado. Ahora componen la comitiva el alcalde, José Ángel Cuerda, los concejales y los representantes de las juntas administrativas. Ayer salieron a las nueve de la mañana desde la casa consitorial, en la plaza de España, con la explosión de media docena de cohetes. Se encaminaron a la localidad de Villafranca. A partir de ahí el recorrido se realizó a pie, en plena chaparrada. El tramo hasta la comida, en la Casa de la Dehesa de Olárizu (construida hacia 1870), fue el peor, pasado por agua y de barrizal en barrizal. En realidad, es imposible recorrer en una sola mañana los límites del municipio, así que cada año sólo se comprueba una pequeña porción del territorio. Se tardan catorce días de Olárizu para completar la frontera entera de Vitoria. Hasta esta misma década los corporativos realizaban el trayecto a caballo, hasta que grupos radicales tomaron por gusto apedrear a los jinetes. Esta costumbre, por tanto, se ha evaporado. Tampoco subsiste el solemne recibimiento que esperaba a la corporación a su entrada a Vitoria, con una hilera de bomberos ordenados en la calle antorcha en mano. Aquello se perdió en la década de los sesenta. La moda de la alubiada A tradición muerta, moda puesta. La nueva costumbre para el Día de Olarizu es la alubiada. Se preparó una tonelada de pochas para condimentar la romería, ayer menos popular de lo acostumbrado por los caprichos atmosféricos. De hecho, el chef se quedó con un stock inesperado de comida, teniendo en cuenta que el menú era gratuito. Como mal menor, el tiempo fue clemente por la tarde, de modo que la fiesta -de carácter netamente vespertino- se salvó a última hora. Las fanfarres, las trikitixas, alguna que otra cuadrilla de blusas perdida en el calendario (La Blanca terminó hace un mes), la cucaña colocada en las campas, danzas tradicionales, un concierto de la Banda Municipal en el lugar de inicio -la plaza de España- y un concierto rockero cerraron uno de los lunes más llevaderos del año para los trabajadores vitorianos.

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