Botánico
Canjeada por los intereses y el dinero Sanlúcar de Barrameda está siendo vendida a la piqueta a mayor gloria de los dislates. Esa Sanlúcar patrimonial, cargada de historia y de arte, de edificios notables y rincones legendarios, está pasando a mejor vida poquito a poco, a golpes de brindis y puros en los despachos y acuerdos municipales de irreprochable insensibilidad. Qué le vamos a hacer, son los signos de los tiempos que corren. Parece que el dinero, y el bienestar que genera, anda a la greña con el conservacionismo histórico. Y aquí, en Sanlúcar, en Ronda o en Huelva la grúa de una constru...
Canjeada por los intereses y el dinero Sanlúcar de Barrameda está siendo vendida a la piqueta a mayor gloria de los dislates. Esa Sanlúcar patrimonial, cargada de historia y de arte, de edificios notables y rincones legendarios, está pasando a mejor vida poquito a poco, a golpes de brindis y puros en los despachos y acuerdos municipales de irreprochable insensibilidad. Qué le vamos a hacer, son los signos de los tiempos que corren. Parece que el dinero, y el bienestar que genera, anda a la greña con el conservacionismo histórico. Y aquí, en Sanlúcar, en Ronda o en Huelva la grúa de una constructora tiene más poder que un edificio de cargado acento patrimonial. Después de obituarios tan llorados como los del Hostal del Marqués y el Gran Cinema, la Casa del Marqués de Arizón espera desvencijada y llena de costurones una proyectada rehabilitación perdida en algún laberinto administrativo. Se caerá vencida por el tiempo y los olvidos y sobre su solar alguien construirá el mejor homenaje a nuestra insoportable época: un conjunto de chalés adosados con jardincitos para pitufos y garajes para coche de no sé cuántas válvulas y cinco años de letras. El pasado lunes un consejo de la gerencia de Urbanismo acordaba, gracias a la abstención política, sentimental y patrimonial de los populares, jamarse el botánico de Sanlúcar. Un botánico con cerca de 200 años de historia, 20 hectáreas de extensión y una biografía tan compleja y rica que resulta imposible, sin un mínimo de rubor, intentar desligarla del orgullo local sanluqueño. El decidido voto socialista y la impresentable abstención popular da luz verde a un proyecto urbanístico y viario en uno de los botánicos más singulares de nuestro suelo (en su mejor época llegó a albergar más de 400 especies originarias de los más remotos puntos del planeta) respetándose tan sólo cinco hectáreas, de uso privado, como memoria de lo que fue y dejó de ser. Un estudiante de agrónomos, Rubén Sánchez Cáceres, me alerta de este nuevo banquete inmobiliario sobre un suelo patrimonial, con la esperanza de que alguna sensibilidad despierte y detenga semejante barrabasada que, gracias al descerebramiento socialista y a la inconsistencia política de los populares, pueden convertir el botánico de Sanlúcar en un vivero de especies carnívoras.