Asqueados por treinta años de dolor

Los guerreros irlandeses que acaban de prometer dejar el fusil, olvidarse de los detonadores, desentenderse del Semtex; en fin, los hombres que se han dado cuenta de que es mejor abandonar el tren de la guerra porque la vieja locomotora del odio se ha metido en un túnel sin salida, han debido estar pegados a la televisión durante la última semana. Cada informativo se abría con el desfile de ataúdes. Las caras llorosas de cualquiera que ha visitado Omagh decían algo más que cómo fue la explosión del coche asesino. La declaración de paz difundida ayer por el INLA coincidió con una manifestación ...

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Los guerreros irlandeses que acaban de prometer dejar el fusil, olvidarse de los detonadores, desentenderse del Semtex; en fin, los hombres que se han dado cuenta de que es mejor abandonar el tren de la guerra porque la vieja locomotora del odio se ha metido en un túnel sin salida, han debido estar pegados a la televisión durante la última semana. Cada informativo se abría con el desfile de ataúdes. Las caras llorosas de cualquiera que ha visitado Omagh decían algo más que cómo fue la explosión del coche asesino. La declaración de paz difundida ayer por el INLA coincidió con una manifestación silenciosa contra el terrorismo. Por las mismas calles por donde escaparon los asesinos del IRA Auténtico pasaron gentes asqueadas por el dolor de una tragedia criminalmente organizada. Hay en la declaración de tregua del INLA una urgencia de disociación con la locura de los que quieren matar por matar. El psicopático afán de destruir ya no tiene clientes. El INLA tenía un pacto con el IRA Auténtico porque el objetivo era común: destruir lo que ellos consideraban la ilusión de una paz construida sobre la claudicación. Los soldados del INLA se apartaron del IRA tradicional hace 23 años en la creencia de que las balas son más elocuentes que cualquier discusión. Por eso colocaron bombas y, como buenos católicos, debieron persignarse cuando en diciembre de 1982 colocaron la bomba que mató a 17 personas que brindaban en el pub Droppin Well de Ballykelly, cerca de Londonderry.

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Aparte de otra serie de bombazos, el INLA se cubrió de esa gloria discutible y capturó la imaginación popular cuando uno de sus hombres despachó al otro mundo, con un disparo en la nuca desde una pistola hechizada, a Billy Wright, el líder ultraprotestante de otra banda asesina, las Fuerzas de Voluntarios, en la cárcel de Maze, en diciembre. En Falls Road, la principal arteria del sector católico de Belfast, todavía hay una pintada de agradecimiento republicano al INLA. "Arde en el infierno, Billy, rey de las ratas. Arde", dice.

Queda el IRA Continuidad

En el espectro del terror norirlandés queda todavía el llamado Comando de Continuidad Militar (CAC) o IRA Continuidad, y anoche se hacían apuestas a que sus maldades están a punto de acabar. Todo esto tiene que ser visto en el contexto de que el IRA, los elementos más demonizados de este guerra, está decidido a imponer una tregua, a no tolerar a asesinos como los del IRA Auténtico, los carniceros de Omagh, y, en su empeño de aislar a las hienas, los viejos revolucionarios republicanos están dispuestos a emplear presión, un eufemismo a la hora de ponerles el revólver en la sien y darles a elegir entre el camino de la violencia ciega o la contemplación de las posibilidades del único proceso de paz posible como el que propone Tony Blair y Bertie Ahern con la bendición washingtoniana de Bill Clinton, más que nunca empeñado en desterrar para siempre el terror.

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