Editorial:

Explicaciones aéreas

COMO EN los juegos de palabras de Lewis Carroll, el ministro de Fomento, Rafael Arias Salgado, ofreció ayer en el Congreso unas explicaciones sobre el caos vivido en Barajas a finales de junio que son totalmente exactas y absolutamente inútiles. El último responsable de los aeropuertos españoles se movió entre la truculencia, que le llevó a calificar de delito de lesa patria la actuación de su predecesor José Borrell, y la evidencia estéril, como cuando enumeró los fallos de gestión que motivaron cientos de cancelaciones de vuelos e innumerables retrasos. Según Arias Salgado, falló la comunic...

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COMO EN los juegos de palabras de Lewis Carroll, el ministro de Fomento, Rafael Arias Salgado, ofreció ayer en el Congreso unas explicaciones sobre el caos vivido en Barajas a finales de junio que son totalmente exactas y absolutamente inútiles. El último responsable de los aeropuertos españoles se movió entre la truculencia, que le llevó a calificar de delito de lesa patria la actuación de su predecesor José Borrell, y la evidencia estéril, como cuando enumeró los fallos de gestión que motivaron cientos de cancelaciones de vuelos e innumerables retrasos. Según Arias Salgado, falló la comunicación entre AENA y las compañías aéreas, faltó información a los usuarios, se subestimaron las restricciones al tráfico aéreo, fue un error estratégico hacer coincidir el cambio en los sistemas de control con la modificación del sistema de distribución de equipajes y se detectaron fallos en el handling o manejo de equipajes. Ninguna de estas causas descriptivas es inexacta. De hecho, son las que la prensa trasladó a la opinión pública en los peores momentos del caos. Pero, desde luego, no son las explicaciones que los diputados esperaban del ministro.Lo que sí esperaban los ciudadanos es que Arias Salgado explicara por qué, con mayor o menor gravedad, se repiten una y otra vez estos fallos sin que se les ponga remedio; por qué en los últimos dos años el aeropuerto de Barajas se ha convertido en el peor gestionado de Europa; cuál es el reparto de responsabilidades que cabe atribuir a AENA y, por supuesto, qué responsabilidades políticas y profesionales se exigirán para reparar los perjuicios causados a miles de usuarios del aeropuerto. Esto no entraba en su guión, ocupado como estaba en repartir culpas por doquier -entre antecesores o subordinados-, no fuera a pensarse que él tenía algo que ver con el lío de Barajas.

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La insustancialidad de sus explicaciones es coherente con aquella ocurrencia de redescubrir la pista de Torrejón como remedio para todos los males de Barajas. Pero lo peor fue de nuevo su incapacidad para asumir su pésima gestión, y su falta de escrúpulos para endosar a sus predecesores cualquier problema. Seguramente tiene razón cuando critica su imprevisión, pero algo debieron dejar hecho para que se pudieran hacer las obras de la nueva pista. Arias Salgado trivializó el debate parlamentario hasta convertirlo en un intercambio alborotado de acusaciones inútiles cuando culpó al "candidato Borrell" del caos actual. El perpetuo recurso a la herencia socialista (Borrell le respondió que llegarán a acusar de cualquier cosa a ¡Azaña!) es la demostración palpable de que Arias Salgado carece, dos años después de ocupar su cargo, de una política propia para mejorar la situación de Barajas, y de que cualquier nuevo desastre será manipulado en clave política. Que es la que menos sirve a los ciudadanos damnificados por una gestión incompetente y, lo que es peor, no asumida por este Gobierno.

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