Los hijos de la revolución

No han cumplido los 20 años y están llenos de energías. Con la música a todo volumen», bailan hasta desfallecer. Los platos de papel se convierten en improvisados abanicos, ya que nadie se preocupa por la comida. Estamos en Irán y estos son los niños nacidos después de la revolución islámica (1979).

«Hemos venido para bailar», confiesa una chica de 16 años con una microfalda espectacular, tacones a lo spice girl y un maquillaje excesivo pero favorecedor. El chador se ha quedado colgado en la puerta. Es la fiesta de cumpleaños de Y., un compañero de clase, y una treintena de c...

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No han cumplido los 20 años y están llenos de energías. Con la música a todo volumen», bailan hasta desfallecer. Los platos de papel se convierten en improvisados abanicos, ya que nadie se preocupa por la comida. Estamos en Irán y estos son los niños nacidos después de la revolución islámica (1979).

«Hemos venido para bailar», confiesa una chica de 16 años con una microfalda espectacular, tacones a lo spice girl y un maquillaje excesivo pero favorecedor. El chador se ha quedado colgado en la puerta. Es la fiesta de cumpleaños de Y., un compañero de clase, y una treintena de chicos y chicas se han dado cita en el sótano de su casa, al norte de Teherán, para celebrarlo como se merece.

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El Sha les suena tan remoto como Franco a los adolescentes españoles. Empezaron a tener uso de razón cuando su país salía de la guerra contra Irak (1980- 1988) y tienen una gran curiosidad por todo lo que pasa en el mundo. «¿Qué opinan en su país de los iraníes?», pregunta uno. «Sí, por supuesto que nos gusta Jatamí», asegura otra. Pero lo que más les gusta es bailar y lamentan que las discotecas estén prohibidas en su país.

No hay alcohol, ni siquiera cerveza, pero en cuanto suena una versión en árabe de Macarena , se rompe el hielo y los dos grupos separados de chicos y chicas se mezclan en un baile frenético, pero muy ensayado. «Lo aprenden en las cadenas por satélite», explica la madre del homenajeado, que vigila con discreción la buena marcha de la fiesta y que el ruido no exceda lo pactado con los vecinos para evitar la visita de los guardias revolucionarios.

Las cintas piratas incluyen los últimos éxitos occidentales, pero tampoco falta la música iraní que, todo hay que decirlo, despierta tanto o más entusiasmo. «Son muy nacionalistas», explica después una profesora universitaria que está en contacto con las nuevas generaciones.

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