Reportaje:

Un año con Jatamí

Entre el acoso de los conservadores y la impaciencia de los jóvenes, el presidente iraní intenta mantener el equilibrio

ENVIADA ESPECIAL

Jatamí. Todos sonríen cuando se menciona su nombre. «¿Qué opinan de él en España?». Pregunta con curiosidad Ashkán, como si la aprobación exterior reforzara su confianza en el hombre elegido hace un año para presidir Irán. Ashkán tiene 21 años y estudia ingeniería. Junto a él, varios jóvenes de entre 15 y 24 años sorprenden con su conocimiento del mundo exterior, del que se les supone aislados por el régimen islámico. La prohibición sobre la música o las películas occidentales no impide que hayan oído todo de los Gipsy Kings o que Leonardo di Caprio y Ricky Martin c...

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ENVIADA ESPECIAL

Jatamí. Todos sonríen cuando se menciona su nombre. «¿Qué opinan de él en España?». Pregunta con curiosidad Ashkán, como si la aprobación exterior reforzara su confianza en el hombre elegido hace un año para presidir Irán. Ashkán tiene 21 años y estudia ingeniería. Junto a él, varios jóvenes de entre 15 y 24 años sorprenden con su conocimiento del mundo exterior, del que se les supone aislados por el régimen islámico. La prohibición sobre la música o las películas occidentales no impide que hayan oído todo de los Gipsy Kings o que Leonardo di Caprio y Ricky Martin causen estragos entre las chicas. Dos tercios de la población iraní tiene menos de 25 años. Son el futuro de la República Islámica, no vivieron la revolución y están ansiosos por ver los cambios prometidos por Jatamí.

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«Ése es justamente el peligro», explica un observador occidental. «Jatamí está siendo muy prudente, pero sus votantes se impacientan por un lado y sus detractores, por otro». Para unos todo va muy lento, para otros ya se ha ido demasiado lejos. De hecho, a decir de numerosos analistas locales, el ala más conservadora del régimen ha pasado al ataque en su intento por recuperar el poder. El sector pro Jatamí habla de una campaña de acoso al presidente, que, a pesar de amplio respaldo popular obtenido en las elecciones (70% de los votos), no controla todos los resortes del poder. El Parlamento, la judicatura y las fuerzas de seguridad están en manos de los conservadores.

Libertad de prensa

«El presidente está bien, pero no le dejan hacer nada», responde al fin Shima, de 20 años. «A nadie le gusta este régimen», tercia menos optimista Neda, de 23 años, deseosa de abandonar el país.«Ni se puede hablar de una gran transformación ni hay que ser cínico y negar que se haya producido algún cambio», opina un ciudadano europeo que lleva dos años viviendo en Teherán. Iraníes y extranjeros coinciden en dos terrenos en los que se han vivido avances: la prensa y las libertades personales. Así parecen temerlo también los conservadores, que con sus presiones han logrado esta semana el cierre de dos periódicos a los que acusaban de «atentar contra los valores islámicos y revolucionarios, y de constituir elementos de corrupción cultural». Además, han presentado una moción de censura contra el ministro del Interior, Abdulá Nuri, a quien responsabilizan de «fomentar la inseguridad nacional» por autorizar manifestaciones de apoyo a las reformas.

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En los nueve meses que Jatamí lleva en la presidencia (aunque fue elegido en mayo, tomó posesión en agosto) han salido cerca de 250 nuevos periódicos y revistas. Sólo en Teherán hay 21 diarios más que hace un año. Lo que es más importante, se ha elevado el listón para la crítica y el debate. Incluso las publicaciones ya existentes abordan temas hasta hace poco considerados tabú. Esa mayor libertad de expresión la reconocen incluso fuentes oficiales. «Antes, cualquier ataque al Gobierno se interpretaba como un ataque al régimen, ahora es posible criticarlo y no pasa nada», admite Alí Reza Shiraví, un funcionario del Ministerio de Cultura y Orientación Islámica.

Más difícil es cuantificar el grado en que se ha relajado el ambiente social. Los jóvenes entrevistados reconocen que los guardias revolucionarios les paran menos por la calle y las parejas cogidas de la mano en los parques han dejado de ser una anécdota. «Es cierto que se meten menos con la gente, además, los muchachos preguntan por el motivo si les paran, no como antes, que se mostraban sumisos», confirma una profesora universitaria. «Ya no andan por ahí pidiendo el certificado de matrimonio a cualquier pareja », añaden. En su opinión, los jóvenes han tomado conciencia de su fuerza y están explorando los límites.

Otro elemento de flexibilidad en el que coinciden diversos interlocutores es la proliferación de antenas parabólicas, aún prohibidas por el Parlamento, pero sobre las que, al parecer, se está haciendo la vista gorda. «No lo sé, pero el caso es que han dejado de entrar en las casas por las buenas y entonces hay menos riesgo», explica el poseedor de una de esas antenas al que, con motivo del Mundial de Fútbol, sus vecinos le han pedido que les conecte un cable con la señal.

Derechos humanos

Fuentes diplomáticas occidentales observan también una mayor sensibilidad en el terreno de los derechos humanos. Recientemente, indican, se ha liberado y enviado al exilio a Faraj Sarkuji, director de una revista mensual que fue condenado a un año de cárcel por espionaje. Por otra parte, se ha aceptado la revisión de los casos del también periodista Morteza Firusi y del hombre de negocios alemán Helmut Hoffer, ambos condenados a muerte por adulterio. Son buenos síntomas que contrastan con el encarcelamiento esta semana del director de Gozaresh e Ruz, uno de los diarios a los que se ha retirado la licencia de publicación.El punto débil es la economía. De hecho, al ser preguntados por lo que esperan de Jatamí, muchos jóvenes responden que quieren «trabajo». La inflación ha vuelto a dispararse y se acerca peligrosamente al 50%, con la consiguiente depreciación de los salarios. «De momento, el malestar no ha tenido una traducción política; no se culpa a Jatamí», aseguran tanto iraníes como residentes extranjeros. Al contrario, recuerdan, este año las subidas de precios de la gasolina y el pan generaron menos protestas que en años anteriores.

Más riesgo de desestabilización parece suscitar el aumento de la tensión entre conservadores y moderados. Aunque, de momento, los duros del régimen han evitado atacar frontalmente al presidente, el tirón popular de su programa aperturista fue tal que esas luchas entre los distintos centros de poder -que no son nuevas- están alcanzando la calle por primera vez.

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