Editorial:

ETA y compañía

LOS POLICÍAS que durante más de un año han investigado las finanzas de ETA y Cía., y que ayer detuvieron a 10 personas supuestamente relacionadas con el frente empresarial del tinglado, no hicieron caso de las voces que llevan algún tiempo insinuando que la acción policial es inútil y que lo único que queda por hacer es dar con las concesiones capaces de contentar a los terroristas. Esas voces han descubierto que la acción policial, por sí sola, es incapaz de vencer a ETA, pero tal vez no han reparado en el dato de que, por su parte, los terroristas no están convencidos de que ellos no sean ca...

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LOS POLICÍAS que durante más de un año han investigado las finanzas de ETA y Cía., y que ayer detuvieron a 10 personas supuestamente relacionadas con el frente empresarial del tinglado, no hicieron caso de las voces que llevan algún tiempo insinuando que la acción policial es inútil y que lo único que queda por hacer es dar con las concesiones capaces de contentar a los terroristas. Esas voces han descubierto que la acción policial, por sí sola, es incapaz de vencer a ETA, pero tal vez no han reparado en el dato de que, por su parte, los terroristas no están convencidos de que ellos no sean capaces de vencer al Estado democrático. Así que, incluso para que los terroristas se avengan a una solución dialogada viable es imprescindible que la acción policial les convenza, como mínimo, de que no van a ganar.La policía parece haber desarticulado una parte al menos de los negocios que financian el conglomerado que gira en torno a ETA. Nadie debería olvidar el origen de los fondos que se blanquean y reproducen a través de esos negocios: la extorsión y el secuestro. Sobre todo deberían recordarlo dirigentes como Arzalluz, que no hace ni 15 días criticaba a quienes identificaban a ETA «con una simple mafia». No es sólo una mafia, pero también es una mafia, sin que la invocación de un ideal patriótico convierta en legítimas actividades mercantiles basadas en la extorsión. Disimular ese componente específicamente mafioso en nombre de los pretextos alegados por ETA misma , para concluir que Madrid no les deja ninguna salida, resulta torpe como mínimo.

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Especialmente si se apela al ejemplo irlandés. Los expertos que han estudiado el problema de Irlanda del Norte recuerdan que los 474 asesinatos registrados en ese territorio en 1972 se habían reducido en 1989 a menos de 50. Fue por entonces, a fines de los ochenta, cuando el IRA se convenció de que nunca triunfaría. A mediados de los noventa, cuando el IRA aceptó la tregua, había 1.120 activistas presos, de los que el 60% eran republicanos, y el resto, unionistas. La semana pasada, tras el referéndum irlandés, un periodista de esa nacionalidad entrevistado en Radio Nacional sobre el problema de la entrega de las armas afirmó que aquí no se planteó tal exigencia a ETApm. Es un mal ejemplo, porque lo que ocurrió fue que la policía capturó el arsenal de ese grupo -un arsenal espectacular y de muy difícil localización-, y esa captura fue decisiva para que la dirección polimili diera el paso hacia la autodisolución a cambio de la reinserción.

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Precisamente porque el problema tiene una dimensión política y porque sería deseable acortar su final de manera dialogada, es necesario que los políticos democráticos dejen de halagar a ETA con un discurso que los terroristas interpretan como de comprensión hacia su causa, y que la policía no se deje desanimar por quienes les dicen que es inútil detener comandos porque se reproducen.

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