Editorial:

Tertulia de poderosos

L A AGENDA de las reuniones del Grupo de los Siete (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá) es cada día más expresiva de la confusa función que ese grupo representa en la escena internacional y de su no menos cuestionable composición. Lo que fue en su origen, en noviembre de 1975, un foro de los ministros de Finanzas destinado a coordinar las políticas económicas -primero, con cinco miembros, ampliado dos años después a Canadá e Italia, con actuaciones relevantes en 1985 y 1987 para estabilizar los mercados de divisas-, ha pasado a ser, a partir de la incorporac...

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L A AGENDA de las reuniones del Grupo de los Siete (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá) es cada día más expresiva de la confusa función que ese grupo representa en la escena internacional y de su no menos cuestionable composición. Lo que fue en su origen, en noviembre de 1975, un foro de los ministros de Finanzas destinado a coordinar las políticas económicas -primero, con cinco miembros, ampliado dos años después a Canadá e Italia, con actuaciones relevantes en 1985 y 1987 para estabilizar los mercados de divisas-, ha pasado a ser, a partir de la incorporación gradual de Rusia en la Cumbre de Nápoles de julio de 1994, un organismo con fines confusos y de difícil justificación en la escena internacional. La relación entre la envergadura de los problemas que exigen una efectiva coordinación internacional y las respuestas de esa formación empieza a ser decepcionante.De la reunión de este fin de semana en Birmingham tampoco puede deducirse conclusión relevante alguna. La crisis en Indonesia y su eventual extensión al resto de los países próximos; la necesidad de que Japón, al mismo tiempo que se inmuniza frente a la misma, asuma en la región responsabilidades propias de la segunda economía más importante del mundo, o las consecuencias que en el escenario económico internacional provocará el euro, son problemas serios que merecen algo más que su mero enunciado.

La reacción ante las pruebas nucleares en India y la eventual cancelación de la deuda externa de los países menos desarrollados son, sin embargo, los que han ocupado buena parte de las horas de tertulia, sin que se hayan concretado decisiones en ambos casos. A las meras y dispersas declaraciones condenatorias de la iniciativa india se sucedieron las no menos ambiguas en relación con la iniciativa de 1996 destinada a reducir significativamente la deuda externa de los países más pobres. El África subsahariana seguirá soportando el servicio de esa deuda multimillonaria, cuya atención exige recursos que en la generalidad de los casos superan los presupuestos conjuntos de sanidad y educación. El comunicado final recoge vagas declaraciones sobre la reducción del desempleo, del fomento de la formación profesional y de la reducción del paro de larga duración, que se mezclan en un cóctel difícil de digerir con preocupaciones sobre la delincuencia internacional y llamamientos a la necesidad de paz en las regiones en conflicto. Mientras tanto, la situación económica en el Pacífico asiático sigue ilustrando el enorme abismo que existe entre un elevado y creciente grado de integración internacional y la ausencia de mecanismos de respuesta con similar carácter global. La realidad económica es la mejor demostración de la obsolescencia de esas tertulias de fin de semana y la incapacidad de los convocados para anticiparse a esas mutaciones que mencionan, sin precisar, en su comunicado final.

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