Tribuna:

La historia de Marta

Relato de un contagio de hepatitis C tras una operación en la sanidad privada forzada por el fallo de la pública.

Soy enfermera y ejerzo como tal desde hace 19 años. He trabajado tanto en sanidad pública como en privada y siempre me he sentido satisfecha con mi profesión, ya que soy enfermera por vocación, hasta ahora y ustedes entenderán después el por qué de mi frustración, mis dudas, mis remordimientos y un montón de sentimientos más que no soy capaz de expresar con palabras. Les voy a intentar contar de forma resumida la historia de mi sobrina Marta. Marta es una niña de ocho años, ...

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Relato de un contagio de hepatitis C tras una operación en la sanidad privada forzada por el fallo de la pública.

Soy enfermera y ejerzo como tal desde hace 19 años. He trabajado tanto en sanidad pública como en privada y siempre me he sentido satisfecha con mi profesión, ya que soy enfermera por vocación, hasta ahora y ustedes entenderán después el por qué de mi frustración, mis dudas, mis remordimientos y un montón de sentimientos más que no soy capaz de expresar con palabras. Les voy a intentar contar de forma resumida la historia de mi sobrina Marta. Marta es una niña de ocho años, rubia, de ojos azules, delgada y algo más alta de lo normal para su edad, tímida y un tanto introvertida. Le gusta el karate, la natación y jugar en la calle con sus amigos. Vive en un pueblecito de Valencia donde aún tiene la suerte de poder jugar en la calle sin correr demasiados riesgos. Hace aproximadamente tres años Marta, jugando, se cogió dos dedos de la mano izquierda con unas puertas metálicas; su padre, mi hermano, la llevó al hospital San Francisco de Borja, en Gandia, donde fue atendida en el Servicio de Urgencias, le curaron las heridas de los dedos y la remitieron a su domicilio sin más. Desconozco si le realizaron radiografías de dichos dedos. Al dia siguiente Marta vuelve con su padre al hospital pues la niña se queja de dolor intenso en ambos dedos, le recetan un analgésico y quiero pensar que le curan las heridas de los dedos pues no lo recuerdo con exactitud. Tampoco recuerdo bien el tiempo que transcurre hasta que vuelve a Urgencias del hospital citado, con fiebre y dolor intenso en ambos dedos y casualmente, la atiende un pediatra, que la ingresa puesto que los dedos presentaban necrosis. Estuvo ingresada, aproximadamente 10 días, en tratamiento con sueroterapia y antibiótico. El pediatra que trató a Marta quiso averiguar quién la había atendido por segunda vez en el Servicio de Urgencias de su propio hospital, desconozco si llegó a averiguarlo pues curiosamente los informes de Marta tanto del Servicio de Urgencias como del ingreso y alta hospitalarias se encuentran en paradero desconocido. Mi hermano los solicita de forma repetida puesto que quiso presentar una reclamación en su día a dicho hospital y nunca le fueron entregados alegando en todos los servicios pretextos y excusas. Después de ser dada de alta Marta siguió acudiendo al servicio de Rehabilitación del hospital y al ser dada de alta, su padre que no se resigna a que la niña arrastre toda la vida las secuelas de sus lesiones, tanto atróficas como funcionales, a las que no ven mas solución en ese hospital, se informa de las posibilidades que existen de forma privada y acude a un buen traumatólogo con consulta privada en Valencia capital. Dicho traumatólogo, atiende a Marta en varias ocasiones y finalmente la interviene en la clínica La Salud, abonando todos los gastos mi hermano. Aproximadamente dos meses después de la intervención, Marta es ingresada de nuevo en el hospital San Francisco de Borja de Gandia, por un dolor abdominal de origen desconocido y con vómitos. Ante estos síntomas, no le fue practicada prueba hepática ninguna, ni tan siquiera unas simples transaminasas, o al menos no figuran en el informe de alta. Todo esto ocurrió en el año 1996. Hace unas semanas, cuando aparece por primera vez en los medios de comunicación la triste noticia de los casos de hepatitis C, relacionándolos con un anestesista cuyo nombre prefiero no citar y que ejercía como tal en la Casa de Salud, mi corazón dio un vuelco al pensar en Marta; y no habían transcurrido dos horas cuando suena el teléfono de casa y mi hermano me comunica que ha recibido una carta del traumatólogo que intervino a Marta donde le recomienda de forma urgente le realicen pruebas analíticas, para descartar su contagio posible de hepatitis C. Diez días después, se confirma que Marta está infectada de hepatitis C. Aún desconozco exactamente en qué estado se encuentra; sé que le han realizado más pruebas analíticas y que a mi hermano le han comunicado que su estado es más grave de lo que en principio se esperaban y que se iban a reunir no se qué facultativos del hospital de San Francisco de Borja para decidir el tratamiento, que posiblemente tenían que realizar biopsia hepática y después de cinco días es todo lo que se sabe sobre la enfermedad de Marta. Eso sí, el hospital quiere eludir todo tipo de responsabilidad legal sobre el contagio de Marta, posiblemente a nivel legal así sea, pero yo me pregunto: ¿Quién es el responsable de toda esta triste historia? Y ante todo ahora mismo sólo me preocupa Marta, sólo me interesa que la niña agote todos los recursos existentes para que se pueda curar; no me interesa quién los ha de poner pero sí que los pongan ya. Me siento realmente impotente ante todos los hechos que les he referido y hasta hoy no he hecho otra cosa que llorar pensando en Marta, hoy me he decidido a contar su historia, a que la conozca todo el mundo, respetando su identidad para evitarle más sufrimientos de los que ya le esperan y sobre todo con la esperanza de que alguien tome cartas en este asunto para que no se repita la historia y para que los responsables, aun tratándose de quien se trate, asuman su parte de responsabilidad. Hoy es Marta pero mañana pueden ser su hijo, su nieto, su sobrino o cualquier miembro de su familia que caiga en manos de algún desaprensivo como los que atendieron a Marta...

Ángeles Sebastián Pérez es enfermera y tía de Marta.

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