Editorial:

Feo a Europa

BENJAMÍN NETANYAHU ha hecho gala no sólo de desprecio e irritación hacia Europa, sino de falta de educación. No suele ser habitual que un primer ministro cancele una cena con el presidente de turno del Consejo de Ministros de la Unión Europea ni que ningún alto cargo acompañara ayer a Robin Cook al aeropuerto cuando salió para Damasco. Sin embargo, pese al desaire que supone para la UE, el gesto de Netanyahu frente a Robin Cook, ministro de Asuntos Exteriores británico, tiene la virtud de poner de relieve que el líder israelí no desea ninguna auténtica mediación europea en el proceso de paz: s...

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BENJAMÍN NETANYAHU ha hecho gala no sólo de desprecio e irritación hacia Europa, sino de falta de educación. No suele ser habitual que un primer ministro cancele una cena con el presidente de turno del Consejo de Ministros de la Unión Europea ni que ningún alto cargo acompañara ayer a Robin Cook al aeropuerto cuando salió para Damasco. Sin embargo, pese al desaire que supone para la UE, el gesto de Netanyahu frente a Robin Cook, ministro de Asuntos Exteriores británico, tiene la virtud de poner de relieve que el líder israelí no desea ninguna auténtica mediación europea en el proceso de paz: sólo quiere que la UE siga siendo el primer donante de ayuda a los palestinos y el primer socio comercial de Israel. Pero de política, nada. Con su actitud en Jerusalén, Netanyahu mantiene un discurso respecto a Europa contradictorio con el expresado en el curso de su reciente gira por algunas capitales de la UE.La gira de Cook demuestra con nitidez que la UE ha decidido recuperar protagonismo (aunque hasta ahora sea sólo meramente retórico) en Oriente Próximo. A este nuevo dinamismo europeo ha contribuido el trabajo del representante de la UE en la zona, el español Miguel Angel Moratinos. Tanto es así, que la UE está diseñando un plan de mediación para contribuir a desatascar el proceso de paz, no en contra de Washington, sino como esfuerzo complementario. Robin Cook debió adelantarle a Netanyahu algunos elementos básicos de este plan, de cuya preparación forma parte la presente gira del presidente del Consejo de la UE.

La visita tenía su epicentro en Jerusalén, donde el representante europeo, acompañado de una delegación de autoridades palestinas, decidió visitar el asentamiento judío de Har Homá, cuya construcción, en violación del espíritu de los acuerdos de Oslo, ha autorizado el Gobierno israelí. El recorrido habrá servido, al menos, para que Europa aclarase de forma tajante que consideraba el asentamiento, lisa y llanamente, parte de los territorios ocupados por Israel.

La UE gana capacidad de interlocución con los palestinos, pero a la vez parece perderla con Israel o, con más propiedad, con su actual Gobierno, que como potencia exterior sólo admite la mediación -bien controlada y maniatada- de Estados Unidos. Después de todo, Israel no sólo recibe de Washington ayuda política y económica, sino también una decisiva contribución militar para su seguridad. ¿Qué seguridad le aporta la UE?

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En razón del diverso pasado de los países europeos -desde Alemania y el holocausto hasta la descolonización británica de Palestina- resulta comprensible que la Unión Europea haya tardado en forjar una política común hacia la zona. Pese a Netanyahu, pese a Estados Unidos -que no ve con espíritu positivo la intromisión europea-, la UE intenta ahora sacar adelante una política común que se había hecho esperar demasiado. Pero no tiene por qué ser demasiado tarde.

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