Tribuna:

El 'niet' del amigo Borís

Fue en el avión del presidente francés en el que el secretario general de a ONU, Kofi Annan, voló hacia Bagdad. Pero fue el presidente ruso, Borís Yeltsin, el primero en reclamar esta misión. Desde el comienzo de la crisis del Golfo, la diplomacia rusa se movilizó para impedir la guerra. Eugeni Primakov, ministro de Asuntos Exteriores, que en 1991 intentó en vano convencer a Sadam Husein de que se retirara de Kuwait, ha preferido esta vez no ir a Bagdad. Envió a uno de sus adjuntos, Víktor Posuvaliuk, para que le informara de la evolución de la situación. Según The Times de Londres, la ...

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Fue en el avión del presidente francés en el que el secretario general de a ONU, Kofi Annan, voló hacia Bagdad. Pero fue el presidente ruso, Borís Yeltsin, el primero en reclamar esta misión. Desde el comienzo de la crisis del Golfo, la diplomacia rusa se movilizó para impedir la guerra. Eugeni Primakov, ministro de Asuntos Exteriores, que en 1991 intentó en vano convencer a Sadam Husein de que se retirara de Kuwait, ha preferido esta vez no ir a Bagdad. Envió a uno de sus adjuntos, Víktor Posuvaliuk, para que le informara de la evolución de la situación. Según The Times de Londres, la credibilidad de Primakov y de su equipo sale muy reforzada de la prueba.Pero en razón misma de sus funciones, ha sido el propio Yeltsin el que ha tomado entre manos el dossier iraquí, con sus golpes de efecto y sus meteduras de pata habituales. Su equipo ha tenido que matizar, por no decir desmentir, su declaración sobre el "peligro de una tercera guerra mundial". Sin embargo, el Kremlim se ha anotado puntos al actuar para que Italia se uniera al "frente de rechazo" y al hacer firmar a Li Peng, primer ministro chino, una declaración política común ruso-china -la primera desde hace décadas- para una solución pacífica de la crisis.

En Washington no se esperaba tal vuelta de Rusia al primer plano de la escena internacional. Persuadido de que lo de su "amigo Borís" no era más que un gesto sin importancia, Bill Clinton lanzó esta frase despreciativa: "Niet no quiere decir no en EE UU". No era muestra de una fina diplomacia. Demasiados rusos se acuerdan de la época en la que un "niet era claramente un "no" y en Washington se tenía en cuenta. Al herir su amor propio, el presidente americano suscitó en Moscú una avalancha de artículos y de programas de televisión hostiles a su política iraquí. Se insistía en la amplitud "de los intereses vitales" de Rusia en Irak. Sadam Husein le debe más de 8.000 millones de dólares y está a punto de firmar magníficos contratos con los gigantes de los hidrocarburos rusos, el Gazprom y el Lukoil, para la explotación del petróleo y gas iraquíes. No se necesitaba más para sacar la conclusión de qué el objetivo de los americanos era echar mano a ese petróleo.

Estos argumentos se aceptan sin problemas porque Rusia no ha digerido la ampliación de la OTAN al Este. Tras haber jurado que no la aceptaría, el Kremlim ha terminado por ceder en nombre de su asociación con Occidente. Los nuevos miembros de la OTAN, Polonia, Chequia y Hungría -incluso antes de haber sido admitidos definitivamente- han sido los más ardientes partidarios del ataque norteamericano a Irak. El Parlamento de Varsovia incluso ha votado una resolución por la que se autoriza el envío de tropas al golfo Pérsico. Polonia pide la admisión en la OTAN de los países bálticos e incluso de Ucrania. Todo ello ha abierto una herida no cicatrizada en Moscú y ha suscitado una suerte de unidad patriótica, que se pudo sentir el pasado sábado con motivo de una breve visita del primer ministro, Víktor Chernomirdin, a Kíev: todos los líderes, desde el sabio Gorbachov al nacionalista Baburin, se pronunciaron al unísono a favor de una unión rusoucrania libremente consentida.

VIadímir Zhirinosvski, a la cabeza de una delegación de la Duma en Bagdad, se ha paseado durante cuatro días por los palacios presidenciales, prohibidos a la inspección, certificando que no abrigan ningún arma química o biológica. El Moscú oficial jamás ha negado la existenca de ese tipo de armas en Irak. El ministro de Defensa, general, Ígor Serguéiev, al recibir a su homólogo americano, William Cohen, ha insistido en el peligro de bombardear los lugares donde se esconden esas armas, pues se correría el riesgo de contaminar toda la región. Además, ha dejado caer que no hay ninguna razón para que sean sólo los aviones de reconocimiento americanos los que vigilen Irak: "Nuestros aviones no son menos perfectos, y podemos ponerlos a disposición de la ONU".¿Iba esta propuesta en el dossier que Kofi Annan ha llevado a Bagdad?

En su mensaje sobre el estado de la Federación, Yeltsin no ha ocultado que su país no logra salir de la crisis. El régimen ruso, dice la politóloga Lilia Chevtsova, hace una política "sobre el terreno" y no tiene ninguna capacidad evolutiva. Se basa en clanes a los que el presidente enfrentra entre sí para mejor jugar su papel de árbitro. La oposición intenta integrarse en el régimen más que abatirlo. A menos, de que ocurra algún acontecimiento imprevisto, esta situación puede prolongarse. Según ella, ni los clanes del poder, ni la base que sufre la estancamiento y paga un precio muy alto por ella, quieren a Yeltsin en la cima del poder. El nombre de Yeltsin no figura en los sondeos sobre la popularidad de los canditatos para las elecciones presidenciales del año 2000; no porque no pueda presentarse -es un tema que sigue abierto-, sino porque su cota es demasiado baja y comprometedora para un presidente en ejercicio. Lilia Chevtsova no es la única en pensar esto.

La guerra en Irak podría haber sido ese "acontecimiento imprevisto" susceptible de desestabilizar la situación, pues habría provocado un pulso entre la Duma y el presidente. Más que ningún otro dirigente del "frente de rechazo", es, pues, Yeltsin quien debe agradecer a Kofi Annan su habiblidad diplomática.

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Pero este éxito no le aportará probablemente dividendos en los sondeos sobre su popularidad. La política exterior sólo influye en la gente cuando añade una humillación exterior a su desesperación doméstica. Pero, por el contrario, en la escena internacional, Yeltsin sale reforzado, y sus socios occidentales deberán tratarle con más miramiento. Dentro de un mes, en Ekaterimburgo, su ciudad natal, Yeltsin recibirá a "su amigo Jacques" (Chirac) y a "su amigo Helmut" (Kohl). Tendrán mucho que decirse a próposito de su "amigo Bill" (Clinton).

K. S. Karol es periodista francés especialista en la Europa del Este.

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