Editorial:

Lógica perversa

El GOBIERNO de Aznar maneja una lógica perversa en la crisis de Irak, en la dirección que ha marcado Washington. Apoya -como casi todos- una solución negociada, pero si ésta no se consigue, atribuye de antemano la responsabilidad del fracaso a Irak, lo que le basta a Aznar para anunciar que se comportará como un fiel aliado. No es aventurado deducir que en ese caso le autorizará a usar la base de Morón para repostaje y escala de sus aviones. Sadam está llevando su terquedad hasta el borde del precipicio, pero la dinámica desplegada por EE UU -y seguida de modo mecánico por Aznar- no es precisa...

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El GOBIERNO de Aznar maneja una lógica perversa en la crisis de Irak, en la dirección que ha marcado Washington. Apoya -como casi todos- una solución negociada, pero si ésta no se consigue, atribuye de antemano la responsabilidad del fracaso a Irak, lo que le basta a Aznar para anunciar que se comportará como un fiel aliado. No es aventurado deducir que en ese caso le autorizará a usar la base de Morón para repostaje y escala de sus aviones. Sadam está llevando su terquedad hasta el borde del precipicio, pero la dinámica desplegada por EE UU -y seguida de modo mecánico por Aznar- no es precisamente la que más favorece la opción diplomática.Resulta sorprendente que el Gobierno, como indicó ayer el ministro de Exteriores, Abel Matutes, avale un posible ataque estadounidense sin que medie una nueva resolución del Consejo de Seguridad: un ataque en esas condiciones supondría un mal precedente para el nuevo orden internacional que se intenta construir, y aceptarlo sería quebrar la línea tradicionalmente sostenida por España. Sadam viola la legalidad al no abrir su país a las inspecciones de la ONU, pero no se puede contestar a una ilegalidad con otra.

El Gobierno se suma así, paso a paso y de modo seguidista, a las tesis de EE UU, que se considera suficientemente legitimado por una resolución del Consejo de Seguridad de 1991. Los ataques de 1993 y 1996 fueron de otro orden: uno en respuesta al intento de asesinato de George Bush; otro para proteger a las poblaciones kurdas. El presente caso es diferente y precisa una nueva resolución de las Naciones Unidas, aunque sólo sea por la contestación existente.

El Ministerio de Exteriores -cuyo titular resurgió ayer- se había mostrado mucho más cauto sobre la posición de España hasta que el presidente del Gobierno, José María Aznar, zanjó la cuestión el miércoles por razones desconocidas, pero que pueden tener que ver más con consideraciones ideológicas que con el puro análisis de la situación. Ha quemado cartuchos gratuitamente. Y mientras EE UU habla de la amenaza de Sadam a la región del Golfo, el Gobierno español va más allá: Matutes mencionó la intimidación a la humanidad.

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Resultó insólito que el primer ministro británico, Tony Blair, adelantara la posición de Aznar en la CNN. Pero lo es más todavía que el portavoz del Gobierno, Miguel Ángel Rodríguez, sacara a relucir ayer el carné socialista del secretario general de la OTAN, Javier Solana, para responder a las críticas del PSOE. Éste es un recurso disparatado que a ningún otro portavoz de ningún otro Gobierno occidental se le hubiera ocurrido utilizar. Con Rodríguez todos los días aprendemos un poco más. El secretario general de la OTAN no puede entrar, por razones de su cargo, en los debates nacionales, y mucho menos responder a un portavoz gubernamental en un momento en que tiene que templar no pocas gaitas por las tensiones que esta crisis ha originado entre Rusia y EE UU. Hasta el punto de poner en peligro las relaciones entre Moscú y la OTAN, a pesar de que la organización atlántica no tiene por qué entrar en el conflicto.

Salvo que se produzcan otras novedades, la gran iniciativa española anunciada ayer por Matutes y amplificada hasta extremos sonrojantes -dada la modestia de la oferta- por la televisión orgánica del Gobierno consiste en ofrecer expertos españoles para ampliar la plantilla de los inspectores de la ONU que han de verificar y destruir en su caso las armas de destrucción masiva que hubiera en Irak. No parece que sea nada definitivo en el curso de la crisis. De hecho, ya ha habido inspectores españoles en estos equipos y probablemente volverá a haberlos.

La iniciativa diplomática está ahora ya en muy pocas manos y, desde luego, no en las de Madrid. Una de ellas es la del secretario general de la ONU, Kofi Annan, que en conversaciones con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EE UU, Rusia, China, Francia y Reino Unido) intenta buscar un mandato con el que acudir a Bagdad para intentar una última mediación, siempre que disponga de cierto margen de maniobra. Mientras tanto, Estados Unidos incrementa las armas y las amenazas, y recorta el tiempo -dos semanas máximo- hacia la peor solución.

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