Editorial:

Frustración europea

LA UNIÓN Europea se siente frustrada en su actuación en el proceso de paz para Oriente Próximo. Ha sido estos cinco años, desde los acuerdos de Oslo, el mayor donante internacional -más de la mitad del total-, pero el efecto de su ayuda económica a los palestinos se ha visto socavado por las contramedidas israelíes. A pesar de su esfuerzo financiero, la influencia política de la UE en el proceso (le paz se ve jibarizada, principalmente por las propias carencias de la UE, y también porque los israelíes sólo quieren reconocer como interlocutor político a Estados Uridos.En vísperas de las ...

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LA UNIÓN Europea se siente frustrada en su actuación en el proceso de paz para Oriente Próximo. Ha sido estos cinco años, desde los acuerdos de Oslo, el mayor donante internacional -más de la mitad del total-, pero el efecto de su ayuda económica a los palestinos se ha visto socavado por las contramedidas israelíes. A pesar de su esfuerzo financiero, la influencia política de la UE en el proceso (le paz se ve jibarizada, principalmente por las propias carencias de la UE, y también porque los israelíes sólo quieren reconocer como interlocutor político a Estados Uridos.En vísperas de las cruciales negociaciones que ha convocado Clinton con Netanyahu, y Arafat para esta semana en Washington, la voz de alarma lanzada por la Comisión Europea respecto a la influencia y la efectividad de la UE en el proceso de paz resulta oportuna, aunque no debería conducir a que el empeño europeo desfalleciera. La UE lleva cinco años inyectando dinero para levantar la economía palestina, pero ésta no sólo no ha progresado, sino que ha retrocedido, reduciéndose el PIB en una tercera parte. Claro que cabe dudar de la viabilidad de tal economía cuando Israel abre y cierra sus fronteras a su antojo, controlando el flujo de trabajadores palestinos que llegan a sus empresas. A lo que hay que sumar la mala gestión de los propios palestinos. Aunque 270.000 millones de pesetas procedentes de la UE han tenido pocos efectos económicos, al menos han contribuido a mantener vivo el proceso de paz y, por tanto, no están totalmente perdidos. Una revisión en profundidad de su política de ayuda económica al proceso de paz podría hacer ganar eficacia e influencia al esfuerzo europeo. Más aún cuando la UE ha cumplido sus compromisos, y aportado un 54% del total de la ayuda. Estados Unidos, que se comprometió a aportar un 38% se ha limitado en la práctica a un 10%.Es hora de que, sin mermar los esfuerzos norteamericanos, sino complementándolos -y suponiendo que Netanyahu quisiera no enterrar el proceso de Oslo-, se reconozca a Europa un papel más importante. Claro que para e so debería, hablar con una sola voz. De momento, el único que la tiene es el representante de la UE para la zona, el español Miguel Ángel Moratinos. Pero su labor es harto dificil, pues su principal valor es como puente discreto entre partes enfrentadas, sin que pueda exhibir un perfil público bien definido. A ello hay que sumar los puntos de vista dispares entre los europeos, que restan unidad a la postura europea y revelan que las políticas exteriores nacionales han desaparecido, pero no ha nacido una auténtica política común.La UE puede enriquecer el proceso de paz con ideas y conceptos derivados de su propia experiencia y con un enfoque más moderno. Así, puede poner de relieve la falacia de la seguridad total y unilateral que busca para Israel el Gobierno de Netanyahu, frente a la idea de que la seguridad ha de ser común y compartida; y considerar no sólo las dimensiones militares o terroristas de la cuestión, sino también aspectos decisivos como el agua, o, como recuerda la Comísión, la propia economía palestina, cuya salud sería "la mejor garantía" para la seguridad de Israel. La propuesta de la UE de un Consejo Permamente de Seguridad entre israelíes y palestinos, en el que participaran también EE UU y los propios europeos, merecería una mayor atención.La actual coyuntura debería favorecer una mayor coincidencia de intereses al respecto entre la Unión Europea y Estados Unidos. Es un problema con el que Washington se encuentra cuando quiere trabar una nueva coalición frente a los desmanes de Sadam Hussein, o con el que topa la UE al ver que la falta de progreso en el proceso de paz contamina el desarrollo del marco de cooperación euromediterráneo lanzado en la Conferencia de Barcelona en 1995. Algo más que una china en un zapato. Es un problema esencial.

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