Editorial:

El oro del crimen

LONDRES HA sido escenario esta semana de una conferencia sin precedentes. Representantes de 40 países se reunieron para tratar sobre un terrible agravio de este siglo como fue la enajenación y utilización del oro confiscado por los nazis alemanes a las víctimas del holocausto. El exterminio de los judíos europeos fue acompañado por el expolio de sus propiedades, de sus depósitos bancarios e incluso de sus dientes de oro, que los guardianes arrancaban a las víctimas de las cámaras de gas antes de enviarlos a los hornos crematorios.Supervivientes y herederos de las víctimas han vivido y en gran ...

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LONDRES HA sido escenario esta semana de una conferencia sin precedentes. Representantes de 40 países se reunieron para tratar sobre un terrible agravio de este siglo como fue la enajenación y utilización del oro confiscado por los nazis alemanes a las víctimas del holocausto. El exterminio de los judíos europeos fue acompañado por el expolio de sus propiedades, de sus depósitos bancarios e incluso de sus dientes de oro, que los guardianes arrancaban a las víctimas de las cámaras de gas antes de enviarlos a los hornos crematorios.Supervivientes y herederos de las víctimas han vivido y en gran parte han muerto en este medio siglo después de aquel horror sin recibir ni lo que era suyo ni una mínima compensación por lo sufrido. La cita de Londres ha sido un intento de paliar esta injusticia. El encuentro, es un paso sólido en la dirección correcta antes de que sea demasiado tarde para todos aquellos que sobrevivieron a los campos o son hijos de los que allí perecieron. Es un acto de justicia. El origen de la conferencia está en el éxito de la denuncia contra los bancos suizos por los beneficios obtenidos del oro depositado en aquel país por el régimen nazi, producto del expolio de naciones ocupadas y víctimas de los campos de exterminio.

Pero Suiza, que bajo presión de la opinión pública ha instaurado un fondo de compensación a los familiares, no es el único país con deber de mala conciencia en esta cuestión. Muchos se beneficiaron, directa o indirectamente, de este botín del holocausto. Ahora son pocos los que quieren reconocerlo y menos los que quieren compensar a los expoliados. Pese a todo, algunos han aceptado su responsabilidad, lo que hace poco hubiera sido impensable, y han aceptado abrir sus archivos para aclarar este tráfico innoble. Algunos -Francia y el Reino Unido- se resisten aún. España sé ha declarado irresponsable bajo el argumento de que se limitó como país neutral a comerciar con la Alemania nazi. Bajo ese argumento, Suiza podía haber cerrado sus archivos a perpetuidad. España está obligada al menos a someterse al escrutinio de la conferencia y a asumir las responsabilidades que le correspondan. Ni más ni menos.

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