Tribuna:

'Evergetismo'

El debate parlamentario sobre la contabilidad de la Expo 92 auditada por el Tribunal de Cuentas ha reabierto una encendida polémica sobre la interpretación política que cabe hacer de aquel despilfarro faraónico. Y de nuevo se asiste al consabido auto de fe purificador, donde los marranos socialistas arden en la pira que atizan los inquisidores de la pinza popular-comunista. Los argumentos esgrimidos por acusados y acusadores para calificar aquellos fastos resultan bien conocidos: según los socialistas se trató de financiar el desarrollo del sur español, potenciando la infr...

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El debate parlamentario sobre la contabilidad de la Expo 92 auditada por el Tribunal de Cuentas ha reabierto una encendida polémica sobre la interpretación política que cabe hacer de aquel despilfarro faraónico. Y de nuevo se asiste al consabido auto de fe purificador, donde los marranos socialistas arden en la pira que atizan los inquisidores de la pinza popular-comunista. Los argumentos esgrimidos por acusados y acusadores para calificar aquellos fastos resultan bien conocidos: según los socialistas se trató de financiar el desarrollo del sur español, potenciando la infraestructura turística de Andalucía occidental; mientras que para los nuevos torquemadas sólo hubo fraude, propaganda y corrupción. ¿A qué carta quedarse, dado tan agrio lítigio?Parece claro que los ruinosos fastos del 92 se dispusieron como un gran potlach celebrado bajo los auspicios del líder máximo sevillano. Como es sabido, estas fiestas políticas de los nativos de la Colombia Británica consisten en alguna pantagruélica destrucción de provisiones donadas por el cabecilla (el big man) como prueba de gratitud por el crédito que recibe de sus seguidores. Por eso el potlach ha sido comparado con el panem et circenses que los césares otorgaban a la plebe del Imperio Romano. Y la interpretación que suele hacerse de estas fiestas políticas, desde queJuvenal las censuró, es ciertamente crítica, al subrayar sus aspectos maquiavélicos y narcotizadores, que seducen a los súbditos sobornando su sumisión.

Pero el historiador francés Paul Veyne, amigo y discipulo de Foucault, ha propuesto una interpretación enteramente distinta. En su maravillosa: obra Le pain et le cirque (Seuil, París, 1976), todavía no traducida entre nosotros pese a ser libro de cabecera de Jon Elster, se reconstruye cuidadosamente la lógica interna de una institución singular, el evergetismo, que representa la columna vertebral de la cultura política mediterránea desde la Antigüedad grecorromana hasta nuestros días. El evergeta es un mecenas, un donante público, un big man benefactor, que alcanza el liderazgo cívico sólo gracias a su capacidad de regalar monumentos o fiestas públicas (como el teatro y los juegos del circo) a sus conciudadanos. Y como el primer evergeta era el emperador, el poder mismo pasó a ser entendido por la cultura latina como cuerno de la fortuna, sólo legitimado por su capacidad material y festiva de hacer feliz al pueblo. Por, eso, en el área mediterránea el liderazgo político sólo se hace legítimo en la medida en que demuestre su poder de proporcionar panem et circenses a los ciudadanos

Es lo que hizo el anterior presidente del Gobierno. Con independencia de sus demás responsabilidades, sus electores le siguen respetando en reconocimiento por el panem et circenses otorgado. El pan socialdemócrata se alcanzó con la, deficitaria universalización del Estado de bienestar, y el circo espectacular se escenificó en los fastos del 92, que celebraban el décimo aniversario de su llegada, al poder. Ahora bien, para resultar verídico, el circo romano ha de ser gratuito, sin que al pueblo le cueste ni un solo céntimo, pues se entiende que el mecenas o evergeta debe pagarlo de su propio peculio. De ahí que las cuentas iniciales de la Expo se maquillasen con un superávit ficticio, para que pareciese que al contribuyente no le costaban ni un duro. Es lo que sucedió con Barcelona 92, que acabó realmente sin déficit alguno, fundando así el liderazgo inobjetable del evergeta Maragall. Pero la Expo de Sevilla resultó un fiasco y alguien ha de pagarlo.

Queda una duda para el futuro. ¿Cómo piensa legitimar. su propio liderazgo el actual presidente del Gobierno? ¿Con qué clase de panem et circenses nos piensa regalar, pagado de su propio bolsillo? La vía digital no nos vale, pues se -va a financiar con cargo al consumidor y al contribuyente. Y este sempiterno auto de fe donde se crucifica a los socialistas tampoco sirve como fiesta política, pues quien la está pagando a su pesar es el evergeta González en lugar del aspirante Aznar, cuyo dudoso liderazgo evergético todavía está por demostrar.

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