Tribuna:

Alcalde

Nada menos que 39 nuevas iglesias o parroquias construirá en Madrid la Iglesia por Antonomasia, gracias al convenio de trueque de terrenos firmado por el pío alcalde Álvarez del Manzano y el práctico arzobispo Rouco Varela. Aparte de que parece que la Iglesia por Antonomasia se embolsa por el cambio de solares unos beneficios nada desdeñables, no resulta baladí el bien en sí mismo que supondrá su aumento de influencia por turradas beatas, a infligir desde los 39 nuevos púlpitos o puntos de inflexión resuflexa.Por si ello fuera poco, cierto grupo de fieles estudiantes, que se sienten crecidos e...

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Nada menos que 39 nuevas iglesias o parroquias construirá en Madrid la Iglesia por Antonomasia, gracias al convenio de trueque de terrenos firmado por el pío alcalde Álvarez del Manzano y el práctico arzobispo Rouco Varela. Aparte de que parece que la Iglesia por Antonomasia se embolsa por el cambio de solares unos beneficios nada desdeñables, no resulta baladí el bien en sí mismo que supondrá su aumento de influencia por turradas beatas, a infligir desde los 39 nuevos púlpitos o puntos de inflexión resuflexa.Por si ello fuera poco, cierto grupo de fieles estudiantes, que se sienten crecidos en estos tiempos -no consigo imaginar, no se me ocurre por qué-, y que no tienen bastante con la inflación de aumento de antros para el rezo que sufrimos, exigen del rector Gregorio Peces-Barba que instale una capilla católica en la Carlos III, y andan por el campus repartiendo misas igual que sus predecesores en la guerrilla de Cristo Rey de otros tiempos distribuían hostias entre el estudiantado rojisco e incredular.

Verán, últimamente he añadido mi nombre a un manifiesto más o menos titulado 99 razones para no votar a Álvarez del Manzano como alcalde, que se complementa con la razón número 100, que es la que añade el abajo firmante. Habiendo puesto servidora que su motivo 100 no era otro que advertir en Álvarez del Manzano "una insana adicción hacia Norma Duval", debo puntualizar públicamente que, hoy, tal aberración me resulta nimia, porque mis más profundas repugnancias hacia la labor de nuestro ínclito coinciden fundamentalmente en una sola, y es en odiar la especie de Pilatorio u Orinatísimo en que ha convertido a la muy simpática, laica e indisciplinada Villa de Madrid, a cuya escasa beatería acogíme hace exactamente 16 años.

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