Cardoso acelera su marcha hacia la reelección presidencial en Brasil

Fernando Henrique Cardoso navega seguro hacia la reelección presidencial aunque atento siempre al, curso de las pugnas y ambiciones registradas entre los notables de su partido, en el septiembre negro de la socialdemocracia brasileña, y tratando de evitar el fortalecimiento de la derecha estanciera en su coalición de gobierno. El jefe de Estado brasileño se beneficia de un proceso disfrutado antes por los presidentes de Argentina, Carlos Menem, y Perú, Alberto Fujimori, que consiguieron abatir la hiperinflación de sus predecesores, mantuvieron la estabilidad monetaria y repitieron mandato por ...

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Fernando Henrique Cardoso navega seguro hacia la reelección presidencial aunque atento siempre al, curso de las pugnas y ambiciones registradas entre los notables de su partido, en el septiembre negro de la socialdemocracia brasileña, y tratando de evitar el fortalecimiento de la derecha estanciera en su coalición de gobierno. El jefe de Estado brasileño se beneficia de un proceso disfrutado antes por los presidentes de Argentina, Carlos Menem, y Perú, Alberto Fujimori, que consiguieron abatir la hiperinflación de sus predecesores, mantuvieron la estabilidad monetaria y repitieron mandato por amplio refrendo. Cardoso, a quien se unieron los conservadores hace tres años para impedir el triunfo del sindicalista Lula Da Silva, cuya candidatura impulsa de nuevo la izquierda, arranca el último año de gobierno con más aciertos que fracasos según las encuestas de opinión.Obligado a permanentes alianzas parlamentarias y maniobras de contención en los cacicazgos regionales, continúa en cabeza sin permitir la forja de un candidato capaz de arrebatarle la victoria en los comicios de 1998. Aunque no todos los ven así, Cardoso descarta un aumento de la renta per cápita de sus 160 millones de compatriotas de un 9% entre 1995 y 1997 aunque quien se lleva la parte del león en el promedio sea cuestión aparte. Las protestas son frecuentes. "Brasil, abre los ojos", advierte la principal fuerza de la oposición por la izquierda, el Partido de los Trabajadores (PT), que denuncia el coste social de la privatización de las grandes empresas públicas, y el retroceso del Estado en áreas que considera irrenunciables. El Movimiento de los Sin Tierra (MST) organiza marchas e invade latifundios y pastizales; legiones de brasileños viven al raso, la delincuencia atemoriza en las grandes ciudades y se manifiestan en ellas el funcionariado público insatisfecho o despedido.

No es previsible, sin embargo, que el electorado reniegue de Cardoso a corto plazo, pese a que la gran mayoría de los casi 70 millones de sus compatriotas en la pobreza agradecería políticas de asistencia social más radicales, y el potro para los corruptos. De momento, el sociólogo rojo devenido en presidente afianza la estabilidad y el sostenido flujo de inversiones, y recuerda periódicamente que la normalización no es cosa fácil, como lo certifican la batería de fracasados planes de estabilidad de anteriores ejecutivos. "No puedo adelantar que Brasil en seis años será un país rico", manifestó hace pocos días.

Su partido, mientras tanto, el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), fundado por Cardoso y vanos leales hace menos de una década, afronta deserciones y una de sus peores crisis. "Es una pesadilla", según el ministro de Comunicaciones, Sergio Motta, también fundador, que el martes renunció a su puesto en la dirección de la formación, aliada con el derechista Partido del Frente Liberal (PFL) y, de manera más flexible, con el Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y otros grupos menores.

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