Tribuna:

Las secuelas trágicas de una separación

A los pocos días del 15 de agosto, fecha en que sin pena ni gloria conmemoramos el 50º aniversario del nacimiento de dos Estados, India y Pakistán, un nuevo conflicto fronterizo en Cachemira invita a reflexionar sobre su origen. La trágica historia del subcontinente asiático en este medio siglo pone de manifiesto que tratar de resolver conflictos por la vía de la separación puede tener un costo muchísimo más elevado que el que se hubiera producido de haberse mantenido la difícil convivencia.Muchos y de índole muy diversa son los factores que llevaron a la ruptura de la India británica, pero do...

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A los pocos días del 15 de agosto, fecha en que sin pena ni gloria conmemoramos el 50º aniversario del nacimiento de dos Estados, India y Pakistán, un nuevo conflicto fronterizo en Cachemira invita a reflexionar sobre su origen. La trágica historia del subcontinente asiático en este medio siglo pone de manifiesto que tratar de resolver conflictos por la vía de la separación puede tener un costo muchísimo más elevado que el que se hubiera producido de haberse mantenido la difícil convivencia.Muchos y de índole muy diversa son los factores que llevaron a la ruptura de la India británica, pero dos me parecen los principales: el afán de poder exclusivo del Partido Nacional del Congreso, sobre todo después de su triunfo en las elecciones provinciales de 1937, empujó a la Liga musulmana a tomar posiciones cada vez más abiertamente separatistas. Fueron las dirigencias políticas las que optaron por la separación como la manera más segura de controlar a sus respectivos Estados. En la reciente separacíón, pacífica y casi ejemplar, de checos y eslovacos, el papel de la clase política eslovaca ha sido decisivo a este respecto. El segundo factor concierne al desconcierto y precipitación del Reino Unido en su tortuosa política de descolonización. Los británicos empezaron a jugar con la idea de la separación como un modo de enfrentar a la población hindú y musulmana, un caso más de aplicación de la vieja fórmula de divide et impera. Sabían que tenían que ir concediendo un mayor grado de autonomía -desde la local en 1909 a las reformas de 1935-, pero concebida siempre como un instrumento adecuado para prolongar la presencia británica. La Segunda Guerra Mundial, con la amenaza de una invasión japonesa, precipita los acontecimientos. Los ingleses, sin salir de la ambigüedad, hacen concesiones para mantener a la India a su lado. Terminada la guerra, no hay forma de dar marcha atrás. El Gobierno laborista de Attle apuesta por la independencia de la forma más rápida y que presentase menos problemas, es decir, asumiendo la tesis de los dos Estados, sin poder, ya en el último momento, imponer ni siquiera una estructura de defensa en los dos nuevos dominios.La división en dos Estados convertía la independencia, tal corno lo viviera Mahatma Gandhi, en una gran derrota. Nada más conocerse las nuevas líneas de demarcación, la parte norte de la India vivió una ola de violencia sin precedentes. En Punjab hubo que lamentar más de medio millón de muertos. La violencia trajo consigo una descomunal masa de fugitivos en ambas direcciones: se calcula en más de siete millones de hindúes los que abandonaron Pakistán y unos ocho millones de musulmanes los que hicieron la marcha en dirección contraria. Los costos económicos y humanos de estas corrientes migratorias no tienen parangón con los beneficios, harto magros, que pudo aportar, excepto para sus clases dirigentes, la independencia de Pakistán. A ello hay que añadir tres guerras habidas entre ambos Estados durante este medio siglo, la inestabilidad política de Pakistán, a su vez de nuevo escindido entre la parte occidental y la oriental debido al papel preponderante de las Fuerzas Armadas y los costes de la defensa, que sobrecargan también a una India que, con el pomposo título de la mayor democracia del mundo, sólo se ha distinguido por el monto de su corrupción.

En los años cincuenta, en medio del fulgorde la guerra fría, en la sociología del desarrollo entonces al uso solía compararse la vía totalitaria que había adoptado China con la democrática de la India, pronosticando que prevalecería el modelo capitalista y democrático. En este 50º aniversario de la independencia de los dos Estados indios no he encontrado referencia alguna a esta comparación.

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