Las tareas de contención del río Oder ya han consumido cinco millones de sacos de arena

El buen tiempo del fin de semana ha contribuido a rebajar el nivel de las aguas del Oder, en la frontera de Alemania con Polonia, pero sigue el estado de máxima emergencia y ayer se preparaba la evacuación de 20.000 personas. El problema no es tanto que se desborden los diques, sino que se vengan abajo por el agua que almacenan, que convierte la arena en una especie de esponja. Tras colocar más de cinco millones de sacos de ese material para impedir el paso de las aguas, se agotan las reservas y se busca con desesperación más arena en los países vecinos. Se preveía adquirir 810.000 sacos en Ho...

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El buen tiempo del fin de semana ha contribuido a rebajar el nivel de las aguas del Oder, en la frontera de Alemania con Polonia, pero sigue el estado de máxima emergencia y ayer se preparaba la evacuación de 20.000 personas. El problema no es tanto que se desborden los diques, sino que se vengan abajo por el agua que almacenan, que convierte la arena en una especie de esponja. Tras colocar más de cinco millones de sacos de ese material para impedir el paso de las aguas, se agotan las reservas y se busca con desesperación más arena en los países vecinos. Se preveía adquirir 810.000 sacos en Holanda.

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El canciller federal alemán, el democristiano Helmut Kohl, interrumpe hoy por segunda vez sus vacaciones veraniegas para acudir a la región que corre más riesgo, en la zona de Oderbruch, al norte de Francfort del Oder, donde ya en 1947 se rompieron los diques. Tras haber evacuado a unas 5.000 personas de 17 municipios, se adoptaban ayer medidas para poder desalojar a otras 20.000, en el caso de que los diques se vengan abajo.Pese a los esfuerzos de miles de soldados y de los 14.000 voluntarios que colocan sacos sin parar, nuevos diques amenazan con romperse. La presión del agua, que a veces llega hasta seis toneladas por metro cuadrado, ha provocado nuevas fisuras y no se sabe si los diques pueden aguantar mucho tiempo. El ministro de Medio Ambiente de Brandeburgo, Matthias Platzeck, declaraba ayer que no se puede bajar la guardia y continúa la situación crítica, que puede durar otras dos semanas,- a pesar del buen tiempo de las últimas horas.

Un avión del Ejército federal alemán sobrevuela los diques para constatar por medio de rayos infrarrojos los puntos débiles, donde aumenta el riesgo de quiebra. Desde los 34 helicópteros, que vuelan sin cesar, se lanzan sacos de arena sobre los diques. Una fuerza de 9.000 soldados -un despliegue inusitado- se ocupa de las tareas para intentar contener la furia del Oder.

No se ha registrado por ahora un incremento de bacterias de coli en las aguas, por lo que el peligro de contagio con enfermedades infecciosas no parece inminente. No obstante, en la zona se habla con temor de la llegada de las próximas oleadas de agua procedentes de Polonia y la República Checa, por donde discurre la mayor parte de los 860 kilómetros de este río, famoso por haber dado nombre a la frontera que separa Alemania de sus territorios de Pomerania y Silesia, que tras la guerra mundial pasaron a ser territorio polaco. El volumen de los daños ocasionados por la riada en los tres países afectados ha sido evaluado por las autoridades en unos 10.000 millones de marcos (casi 850.000 millones de pesetas).

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Nueva crecida

Para esta noche se espera una nueva crecida de las aguas y se teme sobre todo por lo que pueda ocurrir en la zona del Oderbruch, al norte de Francfort. El problema fundamental, con todo, no procede del nivel del caudal, sino de la presión que han tenido que soportar los diques desde hace ya casi dos semanas."Los diques se nos deshacen entre las manos", comentaba un miembro del Gabinete de crisis, a pesar de que el nivel de las aguas había descendido. La capa de petróleo que cubre parte de las aguas no se considera nociva por ahora, pero en el lado alemán se teme lo que pueda llegar procedente de la República Checa y sobre todo desde Polonia, con posibles consecuencias nocivas para el mar Báltico, donde desemboca el Oder.

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