Cartas al director

La Universidad como objetivo

En estos días, la noticia está en los estudiantes que sufren con el examen de selectividad. La injusticia de una prueba que puede truncar vocaciones vuelve a la palestra mientras se olvidan otros problemas relacionados con la Universidad.Veo en los rostros nerviosos de esos muchachos que se examinan la misma inquietud que viví yo en junio de 1989. También creí que me jugaba muchas cosas, y por eso afronté las pruebas con toda la ilusión y la energía de que era capaz. Sin embargo, ahora me siento como si fuera la otra cara de la misma moneda. Ocho años después destacan en mi currículum dos lice...

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En estos días, la noticia está en los estudiantes que sufren con el examen de selectividad. La injusticia de una prueba que puede truncar vocaciones vuelve a la palestra mientras se olvidan otros problemas relacionados con la Universidad.Veo en los rostros nerviosos de esos muchachos que se examinan la misma inquietud que viví yo en junio de 1989. También creí que me jugaba muchas cosas, y por eso afronté las pruebas con toda la ilusión y la energía de que era capaz. Sin embargo, ahora me siento como si fuera la otra cara de la misma moneda. Ocho años después destacan en mi currículum dos licenciaturas universitarias, prácticas en distintas empresas, idiomas e informática... Pero pertenezco a ese grupo de 'Jóvenes en busca de primer empleo".

Mi actual sensación de derrota y fracaso, la mía y la de muchos, no se debe a la temida selectividad, sino a que en este país Universidad y sociedad viven de espaldas. No es lógico financiar la Universidad pública si se va a rechazar a los titulados que salgan de sus aulas, pero así es. Muchos compañeros; de facultad mantienen eternamente un suspenso para encontrar trabajo con mayor facilidad, y quienes hacen el doctorado, saben lo difícil de un empleo en la empresa privada española, que no está dispuesta a pagar semejante titulación.

Algunas vocaciones se pueden truncar ahora, pero los estudiantes de COU no habrán perdido tanto como los titulados universitarios, cuya formación nadie valora. Parece que sólo valemos cuando somos cifras opulentas de un ranking que nos sitúa entre los países con mayor tasa de alumnos universitarios. ¡Cómo cambiaría esa clasificación si las estadísticas supieran algo de sentimientos!-

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