Los dos enemigos mortales en Congo llaman al alto el fuego tras una noche de combate en Brazzaville

ENVIADO ESPECIAL Espesas columnas de humo envolvían anoche la torre Mabemba, en el centro de Brazzaville, capital de la República de Congo. Tras una semana de feroces combates con artillería pesada y armas automáticas, que han provocado un número indeterminado de muertos -se teme que centenares-, el presidente Pascal Lissouba y su mortal enemigo, el ex presidente y general Denis Sassou N'Guesso, hicieron ayer sendos llamamientos al alto el fuego. Mientras las tropas francesas prosiguieron la operación Pelícano de evacuación de extranjeros hacia Gabón, llegaron a Kinshasa, capital de la Repúbli...

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ENVIADO ESPECIAL Espesas columnas de humo envolvían anoche la torre Mabemba, en el centro de Brazzaville, capital de la República de Congo. Tras una semana de feroces combates con artillería pesada y armas automáticas, que han provocado un número indeterminado de muertos -se teme que centenares-, el presidente Pascal Lissouba y su mortal enemigo, el ex presidente y general Denis Sassou N'Guesso, hicieron ayer sendos llamamientos al alto el fuego. Mientras las tropas francesas prosiguieron la operación Pelícano de evacuación de extranjeros hacia Gabón, llegaron a Kinshasa, capital de la República Democrática de Congo (Zaire hasta el mes pasado), al otro lado del río que arrastra el mismo nombre, los tres primeros españoles que logran abandonar Brazzaville.

José Luis Carretero abandonó ayer su querido Congo después de 42 años. "Allí se queda mi material", dice señalando las instalaciones portuarias de la Agencia Transcongolesa de Comunicación, que se dedica al tráfico fluvial, principalmente entre Brazzaville y Bangui, la capital de la República Centroafricana. Carretero, alicantino de 59 años; su esposa, Pilar Palacios, logroñesa de 56, y Patrick Abbaf, de padre libanés y madre y pasaporte españoles, lograron acceder a un avión civil que les arrancó de Brazzaville, tras una noche de "espantosa incertidumbre en un aeropuerto sobre el que volaban los proyectiles".Desde este lado del río, la noche fue una terrible verbena de balas trazadoras rojas, cañonazos y ametralladoras. En Brazzaville se libran, según Carretero, "los peores enfrentamientos" de los últimos 30 años, "porque en el 93 y en el 94 hubo toques de queda y enganches, pero ninguno como éste".

La rivalidad entre los dos políticos, enconada en los últimos meses tras la detención de varios militares y un poderoso financiero cercano a Sassou N'Guesso, ha hecho saltar por los aires esta ex colonia francesa antes de que los congoleños pudieran expresar en las urnas sus preferencias. Las elecciones presidenciales estaban apalabradas para el 27 de julio. Letra muerta. Como los llamamientos de ambos contendientes a un alto el fuego, que parecía ayer pura propaganda, a la vista de las columnas de humo que coronaban una ciudad que debe su nombre al explorador francés Savorgnan de Brazza, que ya en 1880 propuso dividir toda la región entre varias compañías concesionarias para explotar sus riquezas. El esclavismo y la feroz colonización francesa favorecieron la deriva del Congo hacia el bando marxista en 1960, cuando alcanzó la independencia.

Portavoces de la Cruz Roja congoleña aseguraron que los tiroteos ininterrumpidos impedían recoger y enterrar los numerosos cadáveres que yacen en las calles pudriéndose al sol".

El Gobierno francés, que volvió ayer a instar a las partes a negociar, anunció que sus cerca de 1.500 soldados desplegados en Brazzaville, habían evacuado ya a unos 2.000, extranjeros, ciudadanos franceses en su mayor parte. De los 27 españoles, que siguen en la República de Congo, hay 13 en Brazaville, todos ellos religiosos, que de momento, como revela el salesiano Francesc Balauder y salvo una monja llamada Aurora, han optado por quedarse: "No es por egoísmo, es que de momento ni siquiera nos hemos planteado irnos", dice por teléfono desde el otro lado del caudaloso Congo. En su barrio de Makelekele, al sur de la ciudad, bajo control del Ejército gubernamental de Lissouba, "no ha habido combates. Mucha gente del norte de Brazzaville ha venido a refugiarse aquí". Como el jesuita valenciano Luis Marteles que pasó la noche del martes en el suelo de su casa "mientras las balas silbaban por todas partes".

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