Tribuna:

Inteligencia

En este país se ha espiado siempre fatal, así que el Gobierno va a cerrar el CSID para abrir un tenderete nuevo en cuyo logotipo figura la palabra inteligencia. Ya veremos. Hace años había en el mercado un refresco sin burbujas y con complejo de inferioridad respecto a sus competidores de naranja y limón, hasta que lo cogió por su cuenta un creativo de enorme penetración psicológica que vendió la minusvalía como una cosa natural. Al poco, la demanda del producto subió como la espuma pese a que nadie ignoraba que el talento de esta clase de bebidas refrescantes es proporcional a su conte...

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En este país se ha espiado siempre fatal, así que el Gobierno va a cerrar el CSID para abrir un tenderete nuevo en cuyo logotipo figura la palabra inteligencia. Ya veremos. Hace años había en el mercado un refresco sin burbujas y con complejo de inferioridad respecto a sus competidores de naranja y limón, hasta que lo cogió por su cuenta un creativo de enorme penetración psicológica que vendió la minusvalía como una cosa natural. Al poco, la demanda del producto subió como la espuma pese a que nadie ignoraba que el talento de esta clase de bebidas refrescantes es proporcional a su contenido carbónico. A veces es más eficaz presentarse al consumidor tal como se es, en lugar de inflar pecho.Quienes han visto en la prensa la cara del coronel Perote, sin duda el más notable de los espías españoles, habrán podido comprobar la agudeza de su mirada. Estamos resignados, pues, a que los servicios de defensa carezcan de burbujas. A lo mejor podríamos convertirlo en un atractivo turístico, como una forma más de continuar siendo diferentes. También tiene su mérito contar con los agentes más torpes del universo mundo. Aceptemos, en fin, a nuestros espías como son, en lugar de inflarlos, sobre todo si al mismo tiempo de incluir el término inteligencia en su tarjeta de visita se traspasa el tinglado a la vicepresidencia primera del Gobierno, bajo la mirada de estupor de Cascos.

Lo que no nos parece bien es que un centró de rehabilitación como el que nos ocupa se lleve al año 16.500 millones de nuestros impuestos. Nos- sale por un ojo de la cara el espectáculo clasificador y desclasificador gubernamental. Podemos vivir sin burbujas, incluso sin espías, pero que no nos toquen el presupuesto, por favor, mucho menos en nombre de la inteligencia de ese órgano. Gracias.

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