Kinshasa, 'ciudad muerta'

ENVIADO ESPECIAL

Mobutu Sese Seko, el todavía presidente de Zaire, lucha en dos frentes. El militar, en el que los rebeldes de Laurent Kabila prosiguen su avance imparable hacia la capital, y el político, en el que una oposición cada vez más crecida logró ayer paralizar Kinshasa con una huelga general de amplio seguimiento, convirtiendo a la capital en una ciudad muerta.

Mientras las fuerzas de Kabila anunciaron ayer la ocupación de la ciudad minera de Kolwezi, el líder de la rebelión que controla la mitad de Zaire fue recibido por la población de Lubumbashi, la segund...

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ENVIADO ESPECIAL

Mobutu Sese Seko, el todavía presidente de Zaire, lucha en dos frentes. El militar, en el que los rebeldes de Laurent Kabila prosiguen su avance imparable hacia la capital, y el político, en el que una oposición cada vez más crecida logró ayer paralizar Kinshasa con una huelga general de amplio seguimiento, convirtiendo a la capital en una ciudad muerta.

Mientras las fuerzas de Kabila anunciaron ayer la ocupación de la ciudad minera de Kolwezi, el líder de la rebelión que controla la mitad de Zaire fue recibido por la población de Lubumbashi, la segunda ciudad del país y capital de la región de Shaba (la antigua Katanga), con gritos de "libertador". Los mercenarios contratados por Mobutu Sese Seko han regresado a sus casas o han buscado guerras más rentables.

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En Kikwit, los rebeldes tienen la posibilidad de abrir una pinza mortal sobre la capital. Una parte de la tenaza se movería por el río Kasai hasta la capital de la provincia de Bandundu, y la otra bajaría por la carretera directa que une Kikwit con Kinshasa. Son menos de 600 kilómetros. Con un buen todoterreno, eso se puede hacer en dos días. El problema es que Kabila no tiene ese tipo de vehículos. Pero dispone de camiones llegados de Zambia y Angola, sus últimos aliados.En el frente diplomático hay movimiento. Tanto los rebeldes como el Gobierno de Mobutu Sese Seko se han mostrado dispuestos a proseguir con las conversaciones de Pretoria. Eso es lo que se dice en público. En privado, hay una intensa actividad, a la que no son ajenos ni la Unión Europea ni Estados Unidos, para conseguir que el mariscal Mobutu deje el país y se organice algún tipo de transición que evite el baño de sangre que todos temen en la capital zaireña.

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