Las autovías de la lechera

Los retrasos en la construcción de los nuevos accesos a Galicia enfrentan desde hace cinco años al PSOE y al PP

No existe otra polémica a la que se hayan aficionado tanto los políticos gallegos ni que haya consumido tal cantidad de tinta durante los últimos cinco años. Con la misma monótona periodicidad con que los Consejos de Ministros franquistas anunciaban inversiones millonarias en los accesos a Galicia se enzarzan el PSOE y el PP gallegos en airadas disputas por los retrasos en la construcción de las dos nuevas autovías de enlace con la Meseta. En 1990 se anunció a bombo y platillo que las carreteras -la mayor obra de ingeniería acometida en la red viaria española- estarían concluidas en 1996. La c...

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No existe otra polémica a la que se hayan aficionado tanto los políticos gallegos ni que haya consumido tal cantidad de tinta durante los últimos cinco años. Con la misma monótona periodicidad con que los Consejos de Ministros franquistas anunciaban inversiones millonarias en los accesos a Galicia se enzarzan el PSOE y el PP gallegos en airadas disputas por los retrasos en la construcción de las dos nuevas autovías de enlace con la Meseta. En 1990 se anunció a bombo y platillo que las carreteras -la mayor obra de ingeniería acometida en la red viaria española- estarían concluidas en 1996. La cruda realidad ha impuesto que, en el mejor de los casos, los trayectos completos no estarán terminados hasta el inicio del siglo XXI.Como no podía ser menos, la controversia sube de tono siempre que se avecinan unas elecciones y, en el momento actual, los partidos gallegos ya no piensan más que en los comicios autonómicos de octubre. Los socialistas lanzarán en los próximos días una ofensiva parlamentaría en Madrid para tratar de poner de manifiesto lo que ellos califican de incumplimientos del Gobierno. El PP prefiere responder con hechos consumados. La melodía de su precampaña electoral la pondrán las fanfarrias de las inauguraciones de obras y, en ese aspecto, las autovías, aunque sean a trocitos, proporcionan un verdadero filón. De ahora a octubre, el Ministerio de Fomento y la Xunta esperan cortar las cintas de ocho nuevos tramos que suman 122 kilómetros. El consejero gallego de Política Territorial, Xosé Cuiña, y el director general de Carreteras, Juan Lazcano, ya han ofrecido este sábado un aperitivo sobrevolando los trabajos en helicóptero. "Se han dado instrucciones para que se trabaje de noche y hasta los fines de semana", dijo Cuiña.

El abrazo de Fraga y Cosculluela

En 1990, recién llegado Manuel Fraga a la presidencia de la Xunta, partidos políticos, sindicatos, patronal, medios de comunicación y asociaciones de toda índole denunciaban a diario la marginación de Galicia de las grandes inversiones estatales. El Gobierno volcaba todos sus esfuerzos en la preparación en 1992 de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla y nadie parecía recordar en Madrid que los accesos al noroeste habían sido excluidos del primer Plan de Carreteras del Estado.Fraga olfateó la ocasión y se envolvió en la bandera reivindicativa, arropado por un pacto en el que los populares implicaron a todas las fuerzas sociales. Pero lo determinante fueron los deseos del gabinete de Felipe González de complacerle, un modo más de meter chinas en el zapato de José María Aznar. El ministro de Obras Públicas, Javier Sáenz Cosculluela, viajó a Santiago, se dio un caluroso abrazo con Fraga y ambos firmaron un protocolo por el que el Gobierno se comprometía a realizar las obras antes de 1996.

Desde Benavente (Zamora) se pretendían construir 620 kilómetros, repartidos en dos autovías -con las mismas condiciones que las autopistas-, una con final en La Coruña y otra en Vigo. Un proyecto que requería 400.000 millones de pesetas e incluía la mayor obra de ingeniería realizada en España: los 56 kilómetros del puerto de Pedrafita (Lugo), con un coste de 96.000 millones, cuya mitad discurrirá por viaductos y por túneles. Pocos meses después llegó José Borrell a Obras Públicas y, cuando repasó los compromisos acanzados por su antecesor, se echó las manos a la cabeza. "Era vidente que resultaba imposible cumplir los plazos", reconoce Emilio Pérez Touriño, entonces secretario general de Infraestructuras Terrestres y hoy diputado socialista por La Coruña.

Pérez Touriño admite el "error" que supuso el haber contado a la opinión pública una especie de versión piadosa del cuento de la lechera, aunque sostiene que el acuerdo tuvo el aspecto positivo de que "planteó un desafío". "En los meses siguientes, tratamos de ir dejando caer las dificultades que se nos presentaban", recuerda, "pero estábamos sometidos a una presión fortísima: Cuiña amenazó con poner a los gallegos 'en pie de guerra'. Yo nunca lo he pasado tan mal en mi tierra como en aquellos momentos".

Tras una larga sucesión de declaraciones equívocas y reproches altisonantes, la realidad se ha impuesto a las promesas. Un año y medio después de concluido el plazo alegremente anunciado por Fraga y Cosculluela, apenas están en servicio 110 kilómetros. Con todo, Cuiña sigue pensando que las previsiones "no fueron triunfalistas" y sostiene que el Gobierno del PSOE no se mostró todo lo diligente que debería haberse mostrado en la realización del proyecto. Por supuesto, Cuiña asegura que todo ha cambiado con la llegada de Aznar al Gobierno.

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Ahora son los socialistas los que empuñan el látigo, ya que afirman que la política de ajuste ha vuelto a ralentizar el proyecto, como lo probaría el hecho de que no se hayan incluido las obras de Pedrafita en los Presupuestos de 1997. Fomento y la Xunta anuncian que ese tramo se adjudicará en julio y estará concluido en el año 2000. El resto podrá ser transitado a finales de 1998. Pero Touriño recomienda a los gallegos que no se lo crean. Esas previsiones, dice, sólo cuadran en la imaginación de la lechera.

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