Metin Gokpete: un juicio entre el Estado y la Prensa

El periodista muerto a golpes de la policía se convirtió en símbolo de la lucha por la justicia y la libertad en Turquía

Georges Henri Beauthier no dijo una sola palabra.Se acercó a los jueces como a cámara lenta. Hizo un rápido gesto de reverencia. Y les estrechó la mano uno a uno. Beauthier saludó a todos y cada uno de los componentes del tribunal: tres jueces y el fiscal.

Los miembros del tribunal se quedaron perplejos. Pero esto sólo era el comienzo. Georges Henri Beauthier giró entonces a la izquierda, se alejó de los jueces y tomó asiento en uno de los bancos del gran polideportivo de Afyon. A continuación se produjo una gran salva de aplausos. El público, 3.000 personas que habían acudido a presenc...

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Georges Henri Beauthier no dijo una sola palabra.Se acercó a los jueces como a cámara lenta. Hizo un rápido gesto de reverencia. Y les estrechó la mano uno a uno. Beauthier saludó a todos y cada uno de los componentes del tribunal: tres jueces y el fiscal.

Los miembros del tribunal se quedaron perplejos. Pero esto sólo era el comienzo. Georges Henri Beauthier giró entonces a la izquierda, se alejó de los jueces y tomó asiento en uno de los bancos del gran polideportivo de Afyon. A continuación se produjo una gran salva de aplausos. El público, 3.000 personas que habían acudido a presenciar el juicio, aplaudió ininterrumpidamente durante interminables minutos. Los jueces le acababan de expulsar de las filas del equipo de abogados de Metin Goktepe, compuesto por 91 letrados.

Fue un tributo a Georges Henri Beauthier, un abogado belga miembro del equipo de Abogados sin Fronteras de Bruselas. Pero también fue una señal de protesta hacia el tribunal por celebrar un juicio con ausencia total de los acusados.

Georges Henri Beauthier hizo con su toga todo el viaje de Bruselas de Afyon -una pequeña ciudad perdida de Anatolia para tomar parte en la defensa de Metin Goktepe, un periodista asesinado hace 15 meses en Estambul bajo brutales torturas. El tribunal consideró que la presencia del abogado belga era una intrusión inoportuna en la justicia turca. "Una vil presión ejercida sobre Turquía por extranjeros". A juzgar por los aplausos, el público no compartía esa opinión.

El 6 de febrero de 1997 fue casi un día primaveral. La nieve se derretía en las montañas y el sol era cálido. Pero nosotros -los periodistas y el público estábamos todos reunidos en este frío y enorme centro tras un viaje largo y agotador desde Ankara, Estambul, Esmirna y otras ciudades cercanas. La gente llegó en 15 convoyes de autobuses, coches y trenes para asistir a este insólito juicio.

Ya era la segunda vista. Pero ninguno de los 48 policías responsables del asesinato estaba presente. En el polideportivo, convertido en una sala de justicia improvisada, los asientos de los acusados estaban vacíos. Delante de los asientos vacíos había un micrófono alto para redondear el toque kafkiano.

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Justo antes de que comenzara la vista hubo otro incidente. Ahora les tocaba protestar a los periodistas. El juez sólo había concedido 15 minutos a los cámaras para filmar la sesión. Ésta era una orden insólita dada la costumbre. actual de que las cámaras de televisión sean admitidas libremente en la mayoría de los juicios en Turquía. Pero una vez que los camarógrafos empezaron a trabajar, se oyó un comentarlo procedente del consejo defensor que sonó como una provocación.

"Esto es un juicio entre el Estado y la Prensa", dijo. "La Prensa no puede establecer su hegemonía sobre el Estado en esta sala de justicia utilizando a Gokpete como instrumento ....".El juez Kamil Serif, presidente del tribunal, ordenó entonces a los cámaras y periodistas que despejaran el centro de la sala, donde se habían instalado. Los periodistas no se movieron. El juez Serif pidió ayuda a las fuerzas de seguridad. Cerca de 200 periodistas realizaron en ese mismo minuto en una improvisada sentada, cara a cara con los soldados que amenazaban con desalojarlos por la fuerza en caso de resistencia. Otra salva de aplausos llenó la sala, procedente de las tribunas, y resonó durante minutos. Una prolongada mediación de los abogados acabó con la sentada.

La breve vida de Metin Gokpete terminó una fría tarde de enero de 1996. Tenía 23 años y trabajaba en un periódico izquierdista, de la oposición, llamado Evrensel. El día en que murió asesinado estaba cubriendo el funeral de "dos detenido s encontrados muertos en su celda" en Estambul.

En el cementerio, la policía le pidió su "carné de prensa". No lo tenía. Le rodearon y le llevaron al polideportivo Eyup de Estambul, similar al de Afyon donde se celebra el juicio. Le golpearon durante cinco horas. Tras esta tortura ininterrumpida, sufrió daños cerebrales y murió. Al día siguiente se encontró su cuerpo en un parque, tirado cerca de una pared. La policía declinó toda responsabilidad y dijo que "el periodista se cayó de la pared". ¡La pared en cuestión tenía 50 centímetros de altura! Y su cara y su cuerpo estaban llenos de magulladuras.

Gracias a la Prensa y a los valientes testimonios de los testigos -la mayoría periodistas atrapados por la policía en el mismo polideportivo-, Gokpete se convirtió en un caso nacional y un símbolo. Ahora es el periodista más famoso del país.

Se formó una comisión parlamentaria que llegó a la conclusión de que Gokpete murió "bajo custodia". Las autoridades declararon -siete meses después de los hechos- que los policías implicados en el asesinato habían sido identificados. "Admitieron su culpabilidad", se dijo, y "en consecuencia, fueron suspendidos de empleo".En el curso del juicio en Afyon descubrimos que esta información era absolutamente falsa. Aparentemente, los torturadores, tras unas breves vacaciones forzosas, habían vuelto a sus puestos de trabajo.

Los 48 policías implicados en el asesinato -11 con responsabilidad directa y el resto por "malos tratos"- no testificaron jamás públicamente. Sus testimonios se tomaron en secreto fuera de la sala del tribunal, y se retractaron antes de los juicios. Afirmaron que los testimonios iniciales se los habían arrancado "bajo presión".

El primer juicio, celebrado el 18 de octubre de 1996, se trasladó de Estambul a una pequeña ciudad del Egeo, Aydin, pretextando "razones de seguridad". Para sorpresa de todo el mundo, la modesta sala del tribunal de Aydin se inundó de periodistas y de público que no consiguió entrar. Ante las ruidosas quejas, la segunda vista se trasladó al polideportivo de Afyon.

El ambiente del polideportivo de Afyon parecía una escena de la película Missing. La madre de Metin llegó directamente de hospital, después de un accidente de coche, sentada en una silla de ruedas, con la cabeza y su única pierna vendadas a conciencia. Los testimonios de los dos testigos oculares supusieron otra conmoción. Fueron amenazado y torturados para disuadirles de relatar públicamente su experiencia.

Lo más increíble de todo fue la historia de uno de los aboga dos de los policías, Necati Kucuktaskiner. Este solía trabaja para la policía secreta turca e los años 70. Oral Calislar, un colega periodo esta se dirigió a él cuando terminó la vista y le dijo: "¡Eh, yo a tí te conozco! Tú fuiste mi torturador. Hace años no torturaste a un grupo de periodistas". Kucukataskiner acarició la mejilla de mi colega y le dijo ¡Tú sabes demiasiado!".

Ésta es la trágica historia de un periodista de 23 años, muerte en circunstancias trágicas. Pero también es la historia contradictoria de un país donde, quizá por primera vez en el curso de su historia, está naciendo una sociedad civil, esencial para alumbra una democracia.

Es la historia de un país en e que ha habido tres golpes milita res en el curso de los últimos 4 años. Un país con 65 millones de habitantes, casi tan grande como Francia y Alemania juntas, con fronteras calientes como las de Siria, Irak, Irán y Grecia, que intenta encontrar su camino entre el islam y Maastricht. Puede que Finalmente se convierta en un historia realmente solitaria, lejos de una Europa que quiere cerrar sus fronteras en la República Checa, Polonia, Hungría Rumania y Bulgaria. El peligro radica en verse empujado haca el sur, la otra costa del Mediterráneo y Oriente Próximo. Todos los observadores que conocen Turquía bien, a excepción de los líderes europeos, son conscientes de este peligro.

"¿Qué tiene que ver todo este con el juicio de Metin Gokte pe?", podrían preguntar. Tiene mucho que ver. Metin Goktep se ha convertido en un símbolo de la lucha por la justicia, la libertad de expresión y de prensa y, por tanto, de la democracia.

Mi periódico envió él solo un solo equipo de ocho periodistas para informar sobre el juicio. Estaremos de nuevo en Afyo hoy, viernes, 11 de abril, para la tecera vista.

Es casi seguro que los policías seguirán sin estar presentes. Y es casi seguro que esta vez no se celebrar el juicio en un polideportivo. S trasladará a una pequeña sala de justicia para evitar este tipo de publicidad. Pero iremos igual.

¿Qué otra prueba se puede pedir a un país que está hambriento de cambio?

Nilgun Cerrahoglu es redactora del diario turco Milliyet.

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