Tribuna:

'Copito II'

Al fin en Cataluña se insinúa un debate interesante: ¿clonamos a Copito de Nieve, el gorila blanco, principal atracción del Zoo de Barcelona, el único catalán -de adopción- que ha sido portada del National Geographic, nívea singularidad en un mundo de negros? De inmediato, los clarines de la aflicción han comenzado a escucharse: "¡No profanéis el bicho, dejadle morir orgulloso y único!". Los afligidos llevaban, sin embargo, bien callada su aflicción. Durante estos años encamaron a Copito con toda suerte de primas, sobrinas, abuelas, hermanas, madres, hijas, forzando...

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Al fin en Cataluña se insinúa un debate interesante: ¿clonamos a Copito de Nieve, el gorila blanco, principal atracción del Zoo de Barcelona, el único catalán -de adopción- que ha sido portada del National Geographic, nívea singularidad en un mundo de negros? De inmediato, los clarines de la aflicción han comenzado a escucharse: "¡No profanéis el bicho, dejadle morir orgulloso y único!". Los afligidos llevaban, sin embargo, bien callada su aflicción. Durante estos años encamaron a Copito con toda suerte de primas, sobrinas, abuelas, hermanas, madres, hijas, forzando su gusto y haciendo del gorda un. animal hastiado, de vuelta de todos los protocolos, cínico, indolente y sospechoso. Y congelaron su semen hasta llenar una barrica... A todo el mundo le pareció bien el juego de ruleta. Pero ahora que el Copito II parece fácil se echan atrás. No quieren afrontar los problemas. Y el principal problema: ¿cómo hacer compatible el único interés del gorila -su singularidad- con la posibilidad de reproducir esa singularidad en serie? No quieren afrontar la sentencia del conocimiento que, paradójicamente, se ha perseguido durante este tiempo. Esta sentencia: en cuanto Copito se clone, el misterio -y la poesía y el dividendo- habrá acabado: como ha pasado siempre en la Historia.En estos días de zozobra clónica y científica, muchos se preguntan estremecidos cómo va a vivir el hombre una vez lo sepa y lo controle todo. Lástima que el estremecimiento no les deje observar con claridad que esa misma pregunta inaugurará una larga y lenta y difícil nueva era de aprendizaje y que algunas de sus respuestas llevan miles de años escritas: al fin y al cabo, los omniscientes y omnipotentes dioses griegos nunca dejaron de comportarse con la banalidad y candidez propias del hombre ni nunca dejaron de experimentar su terrible desamparo.

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