Tribuna:

4.980.183.9174

Están ampliando el metro de Madrid y han llenado la ciudad de cartelones explicativos sobre los trabajos. Todos los días paso por uno de ellos: está en la Castellana y notifica a los desesperados conductores que ese monumental atasco se debe a la unión entre las líneas 8 y 10; que las obras durarán 24 meses, y que el presupuesto total de la movida asciende a la bonita suma de 4.980.183.174 pesetas.Cada vez que me atrapa un tapón por ahí, que es a menudo, leo y releo esa cantidad larga como un gusano y me invade una singular serenidad, una beatitud de ciudadana suiza. No es para menos: hete aqu...

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Están ampliando el metro de Madrid y han llenado la ciudad de cartelones explicativos sobre los trabajos. Todos los días paso por uno de ellos: está en la Castellana y notifica a los desesperados conductores que ese monumental atasco se debe a la unión entre las líneas 8 y 10; que las obras durarán 24 meses, y que el presupuesto total de la movida asciende a la bonita suma de 4.980.183.174 pesetas.Cada vez que me atrapa un tapón por ahí, que es a menudo, leo y releo esa cantidad larga como un gusano y me invade una singular serenidad, una beatitud de ciudadana suiza. No es para menos: hete aquí que ese proyecto colosal y prolongado nos va a costar una cantidad calculada y definida hasta la menudencia. No me digan que no tiene bemoles que la unión de las líneas 8 y 10 no suponga un desembolso de 4.980.183.173, pongo por caso, ni tampoco 4.980.183.175, sino de, voilá, 4.980.183.174 concretísimas y ultraprecisas pesetas.

Qué alivio da imaginar, mientras pierdes un pedazo de tu vida en el embotellamiento, que tenemos unos gestores tan eficaces. Qué gozo da soñar con un mundo público y político en el que los administradores diseñan proyectos con mano certera, desarrollan obras sin caer en retrasos estrambóticos ni fatales chapuzas, y, sobre todo, mueven miles de millones de acá para allá sin que en ese tránsito se vayan perdiendo los billetes por los sumideros de los bolsillos ávidos. La exactitud numérica como una de las virtudes cardinales. Es tan grande la emoción que produce este espejismo de eficacia, honradez y transparencia, que empiezo a sospechar que en realidad no hay nadie trabajando tras las vallas metálicas, sino que todo esto no es más que un embeleco. Un truco que pretende hacernos recuperar nuestra descalabrada fe en la cosa pública.

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