15 días con Manolo, Luis y Flors

Un periodista de EL PAÍS viajó y convivió durante dos semanas con los tres cooperantes de Médicos del Mundo asesinados en Gatonde

El pasado 24 de noviembre viajé con Luis Valtueña a Bruselas. Horas más tarde llegaron a la capital belga el resto de sus compañeros cooperantes de Médicos del Mundo, otras 14 personas con amplia experiencia en el voluntariado. En esta ocasión, su destino era Kigali. Iban a realizar labores de emergencia en la masiva repatriación de refugiados hutus hacia sus aldeas de origen. Yo, por mi parte, me dirigía a hacer un reportaje para EL PAIS Domingo sobre la cooperación española en Ruanda. Se trataba de seguir los pasos de 10.167 kilogramos de alimentos, medicinas y herramientas enviados desde Es...

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El pasado 24 de noviembre viajé con Luis Valtueña a Bruselas. Horas más tarde llegaron a la capital belga el resto de sus compañeros cooperantes de Médicos del Mundo, otras 14 personas con amplia experiencia en el voluntariado. En esta ocasión, su destino era Kigali. Iban a realizar labores de emergencia en la masiva repatriación de refugiados hutus hacia sus aldeas de origen. Yo, por mi parte, me dirigía a hacer un reportaje para EL PAIS Domingo sobre la cooperación española en Ruanda. Se trataba de seguir los pasos de 10.167 kilogramos de alimentos, medicinas y herramientas enviados desde España a este lugar de África. En el cargamento, por cierto, iba también Tuto, un oso de peluche enviado por una madrileña, de cinco años, a una niña refugiada ruandesa de la misma edad.Una vez allí, se comprobó que, oficialmente, no había situación de emergencia: el retorno de los refugiados se estaba desarrollando con normalidad. Entonces, cambiaron los planes. La mayoría de los cooperantes regresaron a España al cabo de un mes. Sólo permanecieron allí tres: la enfermera Flors Sirera, el médico Manolo Madrazo y el propio Luis Valtueña. Posteriormente se unió al grupo Socorro Avedillo. Ella se salvó de morir con sus compañeros por casualidad: estaba en Goma (Zaire) en viaje de exploración.

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Con todos viví en Kigali 15 días en una casa alquilada por Médicos del Mundo a las afueras de la capital ruandesa. Fue una quincena vertiginosa. Hablé con cada uno de ellos para trazar los perfiles humanos de los voluntarios. Y quedé impresionado. Con Valtueña ya había mantenido una larga conversación en un café de Bruselas. Fue él quien se ofreció para hacer las fotografías del reportaje, "siempre que mi trabajo como logista me deje tiempo para ello", dijo.

Arañando minutos

La verdad es que, una vez en Kigali, la actividad de Luis era abrumadora. Y fue arañando minutos cada día hasta conseguir lo que había prometido. Porque Luis era un tipo muy responsable en todas sus cosas, muy organizado, muy eficaz. Hablaba poco y con certera precisión. Tenía una gran vida interior. Toda su existencia estaba entregada a su profesión de fotógrafo, que amaba apasionadamente, y a su vocación de cooperante, que le había llevado a Líbano, Indonesia, Latinoamérica y África. Era la primera vez que viajaba a la zona de los Grandes Lagos. Luis Valtueña era una de esas personas que siempre tenía la mochila a punto para acudir a labores humanitarias.Flors Sirera tenía talante lírico y mucha ternura en su mirada. También había corrido mucho mundo como voluntaria: Zaire, Senegal, Marruecos, Bolivia, Cuba. A todos esos países iba con un libro, Canto a mí mismo, de Walt Whitman. Con ella fui una mañana a los tenderetes de artesanía de Kigali para comprar algunos regalos de Navidad. Recuerdo que no compró nada para sí misma. A pesar de su aspecto despistado, se las ingeniaba de maravilla para regatear precios con los vendedores y hacer amistad con ellos. Flors Sirera era un encanto de persona. Transmitía paz cada vez que te dirigía la palabra.

Bufanda del Betis

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Con Manolo Madrazo hice gran amistad. Era un excelente conversador y sabía escuchar. Hablaba con frecuencia de sus dos hijas, ambas alumnas del colegio de los Sagrados Corazones, de Sevilla, donde él mismo estudió bachillerato. Muy aficionado al cine, era también un forofo del fútbol, principalmente, del Betis. A Ruanda se llevó una bufanda del club. Era muy culto y seguía con interés la narrativa española actual. Tenía predilección por Eduardo Mendoza. En Kigalí dejó a medio leer Outside, de Margueritte Duras. Y me comentó: "La Duras es muy dura; me oprime un poco; carga demasiado las tintas en los sentimientos".El fotógrafo santanderino Manuel Charlón, que llegó de Ruanda hace unos días, estuvo con los tres el día de Reyes. Y ayer comentaba con un nudo en la garganta: "Todos los españoles que andábamos por allí (monjas, religiosos, cooperaantes ... ) fuimos invitados a una pequeña fiesta en el arzobispado de Kigali. Manolo Madrazo se vistió de Rey Mago para repartir regalos entre los asistentes".

Flors Sirera, Manolo Madrazo y Luis Valtueña encontraron la muerte en uno de los parajes más bellos de África, en una comarca llena de valles idílicos y colinas con todos los matices del verde, a la sombra de grandes volcanes, con el Muhabura (4.127 metros) al fondo.

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