Editorial:

Colapso en Barajas

EL AEROPUERTO de Barajas y sus conocidas carencias vuelven a estar en el ojo del huracán. El tráfico aéreo en Madrid sufrió importantes retrasos durante los meses de octubre y noviembre, la congestión de vuelos produjo una sena preocupación y las compañías aéreas privadas plantearon de nuevo que el aeropuerto madrileño es insuficiente para atender el crecimiento del mercado aéreo. En pleno caos, el Ministerio de Fomento, quizá deseoso de ofrecer una imagen dinámica y operativa, se apresuró a anunciar que la base militar de Torrejón se utilizará para aliviar la supuesta saturación de vuelos en ...

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EL AEROPUERTO de Barajas y sus conocidas carencias vuelven a estar en el ojo del huracán. El tráfico aéreo en Madrid sufrió importantes retrasos durante los meses de octubre y noviembre, la congestión de vuelos produjo una sena preocupación y las compañías aéreas privadas plantearon de nuevo que el aeropuerto madrileño es insuficiente para atender el crecimiento del mercado aéreo. En pleno caos, el Ministerio de Fomento, quizá deseoso de ofrecer una imagen dinámica y operativa, se apresuró a anunciar que la base militar de Torrejón se utilizará para aliviar la supuesta saturación de vuelos en Barajas. Tal declaración se hizo con la perentoriedad de quien considera que un aeródromo militar puede ser convertido en civil, con sus condiciones técnicas complementarias incluidas, mediante un simple oficio administrativo o una persuasiva declaración de intenciones. El telón de fondo del conflicto dibuja la discusión no resuelta sobre si es necesario construir un segundo aeropuerto en Madrid o si bastan otras soluciones, como la apertura de nuevas pistas, para atender el aumento de los vuelos comerciales durante los próximos años.Presentar ahora la carta de Torrejón como aeropuerto complementario es, probablemente, una finta precipitada. El caos aeroportuario en Barajas se ha resuelto rápidamente en cuanto la sociedad Aeropuertos Españoles (AENA) recuperó la firmeza que nunca debió perder y obligó a las compañías, privadas o de bandera, a volar de acuerdo con los horarios asignados para la utilización del aeropuerto. Además de la falta de coordinación, existen causas circunstanciales que explican el insólito estrangulamiento del tráfico en los meses de octubre y noviembre, que puede considerarse temporada baja para las líneas áereas. Por ejemplo, la decisión de los controladores de atender un ritmo de 50 vuelos por hora o las obras de reparación en al menos una de las pistas. La prueba de que el caos se debe a la confluencia de circunstancias excepcionales es que el orden retornó una vez resueltos los problemas apuntados.

El hecho de que se haya resuelto un colapso circunstancial no implica evitar el debate sobre el futuro del aeropuerto madrileño. Por el contrario, es imprescindible, y resulta inexcusable que todavía no se haya realizado. Está claro que deben buscarse soluciones para hacer frente al crecimiento del tráfico aéreo, que Barajas se queda pequeño y también, por desgracia, que durante los últimos años se ha perdido lastimosamente el tiempo por no plantear adecuadamente las soluciones oportunas y estructurales, sean éstas la construcción de un segundo aeropuerto o el acondicionamiento de alguno de los militares en uso. Pero sería igualmente un error buscar de prisa y corriendo soluciones de emergencia (cuando no la hay) o complementarias en un asunto en el que la precipitación es fatal. España no puede perder su condición de base de partida de los vuelos hacia el otro lado del Atlántico, y todo el volumen de negocio que implica, a causa de una decisión mal tomada.

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