"Si me dejaran, lo haría en el Corte Inglés"

Unos 40 trileros, divididos en al menos siete grupos, se mueven por Madrid. Casi todos cuentan con antecedentes y son mayores de 30 años. Siempre se sitúan en lugares concurridos: calles de aceras anchas o avenidas. "Cuanta más gente, mejor; si me dejaran, lo haría dentro de El Corte Inglés", comenta el entrevistado. Entre sus sitios predilectos figuran la Gran Vía y la calle de Preciados, por donde circula lo que ellos califican de "gente de dinero", es decir, turistas con hotel o empresarios recién llegados a la capital. Otras zonas de trabajo son la glorieta de Embajadores y A...

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Unos 40 trileros, divididos en al menos siete grupos, se mueven por Madrid. Casi todos cuentan con antecedentes y son mayores de 30 años. Siempre se sitúan en lugares concurridos: calles de aceras anchas o avenidas. "Cuanta más gente, mejor; si me dejaran, lo haría dentro de El Corte Inglés", comenta el entrevistado. Entre sus sitios predilectos figuran la Gran Vía y la calle de Preciados, por donde circula lo que ellos califican de "gente de dinero", es decir, turistas con hotel o empresarios recién llegados a la capital. Otras zonas de trabajo son la glorieta de Embajadores y Atocha, a la altura del Reina Sofía. Su horario responde al ritmo de las calles. Salen sobre las diez de la mañana, cuando el tránsito de peatones aumenta; hacen corrillo "para quitar el miedo a los clientes" y se retiran sobre las tres de la tarde, cuando las grandes vías se vacían. Sólo unos pocos vuelven por las tardes. Su época preferida es el verano. "La gente está más animada", comentan.Por sus manos pasa todo tipo de gente: policías fuera de servicio, amas de casa, ancianos, estudiantes... "Las más listas son las mujeres. Sacan al marido a tirones y luego se alejan discutiendo. Otras buscan, como los viejos, sacar algo de dinero para la casa y te cortas en ganarles", cuenta un trilero.

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El juego lo interrumpen continuamente. Basta que pase una moto de la policía para levanten el vuelo y escondan la caja al grito de "que viene mi cuñada". Luego, poco a poco, se reagrupan sin que les vaya el miedo a ser detenidos. En algunas comisarías se conceptúa el trile como hurto, lo que no implica cárcel. Otras lo califican de juego ilegal y lo sancionan como una infracción administrativa. El problema, según la policía, no es el trile, sino que en muchas ocasiones durante el juego se registran robos con fuerza o intimidación (delitos que implican penas de cárcel). La cuadrilla, lejos de mostrarse amable, quita la cartera al cliente, le amenaza, le zarandea y luego huye con el botín.

"Eso sólo lo hacen unos pocos y no podemos pagarlo todos. Nosotros trabajamos a la luz y con tres tapones en la mano. No vendemos droga ni llevamos armas. Si fuésemos a robar, no estaríamos en la calle", se defienden los trileros, quienes consideran que muchas denuncias son falsas: "Muchos turistas declaran que les hemos robado para sacarle dinero a su seguro". "Yo no robo, si se acercan a mí a mirar no pasa nada, pero si juegan yo voy a quitarles todo. Si gano, bien; si pierdo, también. Pero no por eso es justo que me metan en la cárcel", comenta un viejo trilero. Los demás asienten.

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