Tribuna:

Desheredados

Un burócrata del Banco Mundial afirmaba en Nairobi que la solución de África estaba en las muertes por hambre y sida que en 10 años barrerían de miserables el continente africano. No contaba el frío burócrata con la fertilidad de quienes no tienen ni con qué evitar el nacimiento de más indigentes.No soy política, pero tengo sentido común y criterio para saber que ni económica ni éticamente la repatriación de los inmigrantes es solución a largo plazo. No es difícil de comprender que nuestro mundo rico e insolidario, dominado por un liberalismo feroz que mantiene en manos de 358 familias más ri...

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Un burócrata del Banco Mundial afirmaba en Nairobi que la solución de África estaba en las muertes por hambre y sida que en 10 años barrerían de miserables el continente africano. No contaba el frío burócrata con la fertilidad de quienes no tienen ni con qué evitar el nacimiento de más indigentes.No soy política, pero tengo sentido común y criterio para saber que ni económica ni éticamente la repatriación de los inmigrantes es solución a largo plazo. No es difícil de comprender que nuestro mundo rico e insolidario, dominado por un liberalismo feroz que mantiene en manos de 358 familias más riqueza de la que poseen 2.500 millones de desheredados -y va a más-, sea el objetivo único de un continente en harapos. Toda la policía puesta en pie de guerra no logrará detenerlos. Se podrá enviar de vuelta a sus países a unos pocos drogados y conseguir la aceptación de otros a cambio de concesiones económicas, tal vez Alemania acabe expulsando a los 320 refugiados de la guerra de Bosnia y España aumente en unas decenas los 5.948 detenidos en Gibraltar en los últimos seis años, pero otros vendrán a sustituirlos y otros y otros, porque tienen la imaginación que da el hambre y son inacabables como un ejército mítico de fantasmas que no aceptan haber nacido sólo para morir. Los que vienen en pateras o por otros medios no son los 40 millones que les toca morir de inanición este año, sino parte de los 1.000 millones por debajo del nivel de la miseria que mantiene nuestra economía mundial. En su bíblica indigencia, en su insuperable fragilidad, son más fuertes que las leyes de extranjería, las repatriaciones y las armas de la vieja Europa.

¡Que el mundo les pertenezca un día! cantó Gil de Biedma. Y así será si Occidente persiste en su despótica economía: son riada y tienen todo el tiempo a su favor.

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