Guerra entre bastidores

La 'purga' ha resuelto una lucha soterrada de grupos rivales en el entorno de Yeltsin

Con el cese del viceprimer minístro Oleg Soskovets y de los generales Alexandr Korzhakov y Mijaíl Barsukov abandona el Kremlin el poderoso grupo que presionaba a favor del resurgimiento de la industria militar rusa y de las otras ramas nacionales en depresión. Estos personajes constituían un serio peligro para el proceso democrático de Rusia -que estaban dispuestos a sacrificar con tal de que el presidente Borís Yeltsin continuara en el poder y ellos pudieran seguir esperando el momento propicio para imponer sus intereses-, ya que los citados generales se apoyaban en los órganos de seguridad y...

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Con el cese del viceprimer minístro Oleg Soskovets y de los generales Alexandr Korzhakov y Mijaíl Barsukov abandona el Kremlin el poderoso grupo que presionaba a favor del resurgimiento de la industria militar rusa y de las otras ramas nacionales en depresión. Estos personajes constituían un serio peligro para el proceso democrático de Rusia -que estaban dispuestos a sacrificar con tal de que el presidente Borís Yeltsin continuara en el poder y ellos pudieran seguir esperando el momento propicio para imponer sus intereses-, ya que los citados generales se apoyaban en los órganos de seguridad y tenían bajo su mando directo a decenas de miles de hombres en armas.La historia de las tensiones entre grupos rivales que han rodeado a Borís Yeltsin durante toda su permanencia en el Kremlin discurría por lo general entre bastidores, pero de vez en cuando emergía a la superficie en forma de una crisis efectista. El caso más sonado ocurrió a principios de diciembre de 1994, cuando la guardia pretoriana comandada por Korzhalov hizo morder la nieve a los guardaespaldas del grupo financiero Most, relacionado con el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov. Hoy Most está directamente involucrado en la campaña de Yeltsin a través del canal de televisión independiente NTV y de su presidente, Igor Malashenko, y sus intereses se hart entrelazado con los de Gazprom, la empresa monopolista del gas ruso, tras la cual se encuentra su ex director y actual primer ministro, Víktor Chernomirdin.

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Las contradicciones económicas entre el grupo económico representado por Korzhakov y Soskovets afloraron en una carta escrita en 1994 a Yeltsin por su principal guardaespaldas en la que le advertía de los peligros de la política del primer ministro, que podía llevar a la venta de las riquezas petroleras de Rusia al capital extranjero.

Korzhakov, de 46 años, ha sido siempre un hombre fiel a Yeltsin, y por esta fidelidad fue echado durante la época soviética del KGB, el otrora siniestro Comité de Seguridad del Estado. Hombre de la primera hora de Yeltsin, más que un guardaespaldas del presidente ha sido como un miembro de su familia, compañero infalible en el tiempo de ocio, con el que el líder ruso jugaba al tenis, nadaba o incluso bebía. El hasta ayer director del Servicio Federal de Seguridad, Mijaíl Barsukov, de 48 años, está estrechamente relacionado con Korzhakov: la hija de éste está casado con el hijo de aquél.

Oleg Soskovets, de 47 años, es -en palabras de uno de los líderes del grupo rival, Anatoli Chubáis-, "el padre espiritual" de Korzhakov y Barsukov, y ocupaba el puesto de primer viceprimer ministro desde diciembre de 1993. Ingeniero metalúrgico de profesión, hizo su carrera en su república natal Kazajstán, donde llegó a ser director del combinado metalúrgico de Karangandá y ministro. Durante cuatro meses, antes del intento de golpe de Estado de 1991, fue también ministro de la Unión Soviética.

Soskovets era el hombre del complejo militar-industrial en el Gobierno de Chernomirdin, donde lideraba el grupo conservador del Gabinete, partidario de reforzar el papel regulador del Estado en la economía y de subvencionar la industria nacional.

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Para el grupo de Soskovets, que se caracterizaba por un cierto nacionalismo, la democracia no era un fin en sí mismo, y estaban dispuestos a abandonarla en cualquier momento. Así, Korzhakov dijo abiertamente el mes pasado que sería mejor aplazar las elecciones presidenciales con el fin de evitar desórdenes en la sociedad. La idea del principal guardaespaldas de Rusia fue apoyada por el comandante del distrito militar de Moscú, Leonti Kuznetsov.

Este grupo de estilo nacionalista y proteccionista ha perdido la batalla, pero queda por ver todavía si la guerra está definitivamente ganada por el grupo rival, cuya figura principal ha sido últimamente, desde la sombra del equipo que dirige la campaña electoral de Borís Yeltsin, el ex primer viceprimer ministro Anatoli Chubáis.

Detrás de Chubáis están los bancos comerciales y todos aquellos que se han beneficiado de las polémicas subastas de privatización. Este grupo, que representa a los nuevos sectores emergentes, está por la democracia a la larga, aunque en una primera etapa hace la vista gorda ante el reparto de la propiedad, que ha sido elitista y cerrado a la mayoría de la población.

Chubáis, que el día de la primera vuelta electoral cumplió los 41 años, es un economista que entró con rango de ministro en noviembre de 1991 en el Gobierno ruso reformista de Yegor Gaidar como presidente del Comité para la Gestión de los Bienes Estatales, el organismo que debía encargarse de la privatización de las empresas. Ocho meses más tarde fue ascendido a vicejefe de Gobierno y puso en marcha su plan de privatización a través de bonos que se repartieron a cada. ciudadano. Su programa fue muy criticado, y el presidente Yeltsin lo sacrificó a principios de este ano para mejorar su imagen en vísperas de comenzar la campaña electoral.

De cara al público, el equipo vencedor no se puede permitir contar la trama tal como es, y necesita una cobertura ideológica populista que sea vendible. Esta cobertura la ha encontrado en Alexandr Lébed, el flamante secretario del Consejo de Seguridad, que promete imponer el orden en el país, acabando con el crimen y la corrupción y q ue pasa a convertirse en escudo y emblema del equipo mencionado.

Como triunfante en el Gobierno aparece claramente el primer ministro, Víktor Chernomirdin, que aparentemente, sin tener arte ni parte, se libra de unas rémoras -Soskovets, Korzhalcov y Barsukov- que estaban haciéndole la vida imposible y no le dejaban en paz ni un momento, vigilando todo lo que hacía y aprovechando cualquier error para tirar contra él.

De este grupo vencedor forman parte Serguéi Filátov, ex jefe del Gabinete de Yeltsin, que encabeza un movimiento de apoyo al presidente en la campaña electoral. Y a través de Filátov ha entrado en el grupo el poderoso y popular alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, que está casado en segundas nupcias con la hija del primero.

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