Entrevista:

"Los vascos acabaremos matándonos entre hermanos si entramos en el juego de los violentos"

Ana Arregui, la esposa del ertzaina Jon Ruiz Sagarna, abrasado con cócteles molotov el 24 de marzo de 1995 en Rentería (Guipúzcoa), dice que el odio es una carga demasiado pesada cuando se vive una tragedia como la de su marido, de 27 años. Licenciada en Filología Vasca, de 28 años y madre de un niño de 16 meses, sostiene: "Los vascos acabaremos matándonos entre hermanos si entramos en el juego" dispuesto por los agresores de los agentes.Pregunta. Usted ha dicho que ha desterrado el odio de su vida. ¿Hasta qué punto es eso posible cuando le devuelven al marido desfi...

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Ana Arregui, la esposa del ertzaina Jon Ruiz Sagarna, abrasado con cócteles molotov el 24 de marzo de 1995 en Rentería (Guipúzcoa), dice que el odio es una carga demasiado pesada cuando se vive una tragedia como la de su marido, de 27 años. Licenciada en Filología Vasca, de 28 años y madre de un niño de 16 meses, sostiene: "Los vascos acabaremos matándonos entre hermanos si entramos en el juego" dispuesto por los agresores de los agentes.Pregunta. Usted ha dicho que ha desterrado el odio de su vida. ¿Hasta qué punto es eso posible cuando le devuelven al marido desfigurado por el fuego?

Respuesta. Yo me levanto cada mañana con el propósito de aprender un poco más a no odiar, a intentar no odiar. Es dificilísimo, claro, porque la primera reacción es precisamente la del odio. Decidí que no quería vivir con eso dentro y ésta es mi batalla cotidiana.

P. ¿Cómo se libra esa batalla si lee los periódicos, sale a la calle y ve las pintadas y a quienes alientan este tipo de acciones?

R. Protegiéndome, procurando no meterme en muchos fregados. Por ejemplo, sé que, hoy por hoy, no puedo ir a las concentraciones de Gesto por la Paz porque todavía no me siento tan fuerte como para escuchar a los que se ponen enfrente y gritan de todo.

P. ¿Iba antes a las concentraciones pacifistas?

R. Sí, siempre he tenido claro que esto no se acabará nunca si añadimos más violencia a la violencia. Ellos llevan la violencia en el cuerpo y está bastante claro que, si nosotros nos metemos también en su juego, acabaremos matándonos entre hermanos.

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P. ¿Es lógico que tantas víctimas de ETA afirmen que no sienten odio ni guardan rencor a sus agresores o forma parte de un discurso políticamente correcto para ser reconocidas como tales víctimas?

R. Hay casos y casos. Creo que cuando una persona normal se encuentra con un problema tan gordo descubre que a esa carga tan pesada no puede sumarle el peso del odio. A mí, al menos, me resulta incompatible. Yo miro lo que, le han hecho a Jon y todo es tan duro que no veo la forma de salir adelante si además nos metemos en el agujero del odio.

P. ¿Es una reacción de supervivencia?

R. Intentas ver lo positivo para que tu problema no acabe contigo. Dices: Bueno, esto está así, pero él está vivo, estamos juntos, tenemos un hijo que nos exige salir adelante, una familia que nos está ayudando un montón. Te aferras a aspectos positivos para que el problema físico no sea tan horroroso y tan devastador. Es que, de otra manera, francamente, yo no podría seguir adelante.

P. ¿Qué pensó en la Audiencia de San Sebastián al ver a los presuntos autores del atentado?

R. Los vi allí el día en que Jon declaró tras el biombo y no me provocaron nada. Me tocó sentarme junto a sus amigos. Pero a mí lo que me importaba era el mal rato que estaba pasando Jon. Ellos me daban igual. Estaba fría, como un témpano.

P. Le parecen vulnerables o los ve seguros y desafiantes?

R. Totalmente desafiantes. Pero, en parte, también ellos son víctimas. ¿Qué referencias pueden tener a su edad para albergar semejante odio?

P. ¿Es el odio lo que les mueve?

R. Si, cada uno tendrá seguramente su problema particular. Está claro que a estos chavales los captan en una especie de secta, les llenan la cabeza con la historia de que son los elegidos para salvar Euskadi y terminan haciendo lo que les dicen que hagan. Les aniquilan como personas. Ellos no piensan, seguro. Hay otros que piensan por ellos y que los manejan y utilizan.

P. ¿Han pensado en la posibilidad de que sean absueltos?

R. Sospecho que va a ser así.

P. ¿Por qué?

R. Pues porque, no sé cómo pasa, hasta ahora se están saliendo con la suya. Quiero decir que no sé si serán o no culpables, pero casi siempre salen bien librados de este tipo de juicios. ¿Cuánta gente de Rentería vio lo que pasó? No lo sé, pero, a esa hora de la tarde y en una plaza, supongo que mucha.. ¿Cuántas personas han declarado? Ninguna. Es el miedo, creo, lo que les impide hablar. No digo más porque me pongo en su lugar y, a no ser que tenga posibilidades de salir de Rentería, yo tampoco diría nada.. Sabes que te puedes arruinar la vida.

P. ¿Tampoco hablaría ahora si fuera testigo de un atentado?

R. Ahora sí, pero es porque una situación así te compromete para siempre. Compruebas las consecuencias de todo eso, el poder que tienen, y dices no, aunque ya se sabe que contra ellos es muy dificil luchar.

P. Sus vidas han cambiado mucho, claro, pero...

R. Todo. Jon tiene impedimentos físicos para andar y, además, no acepta su físico. No quiere salir a la calle. Tiene que llevar ese traje especial contra. las infecciones tan aparatoso y todo el mundo le mira. Está también el miedo a que le reconozcan y le hagan algo. Es un miedo absurdo porque qué más le van a hacer. Pero es que ha vivido una situación tan traumática que le resulta muy dificil controlar los temores. El miedo es así de irracional.

P. También su vida habrá sufrido un vuelco total.

R. Yo he tenido que renunciar a un trabajo en la enseñanza y ahora vivo en función de Jon , aunque me encanta comprobar que puedo ayudarle a salir adelante y superar los baches. Para mí es una gozada verle progresar. Ha sido como seguir los pasos de un niño pequeño que, al principio, no podía andar ni coger nada con las manos. Es gratificante porque, además, te olvidas de ti. Claro que, a nuestras edades, lo último que te esperas es hacer una vida de viejecillos de: 70 años, pero...

P. ¿Hasta qué punto han cambiado ustedes su forma de pensar y senntir?

R. Desde luego, somos mucho más vulnerables al sufrimiento humano. Hipersensibles, diría yo. Cualquier atentado de ETA, cualquier acto violento. No sé... Lo pasas de pena. Las noticias te hacen mucho más daño y, eso sí, sientes la necesidad de que tu sufrimiento sirva para algo, que tenga un sentido, una utilidad. Piensas a veces que te conformarías con que el de Jon y el mío hicieran reflexionar a una sola persona que está de acuerdo con que se mate.

P. Los damnificados de la violencia suelen exponer: "Si al menos fuera la última víctima...".

R. Espero, al menos, que un caso como el de Jon no vuelva a pasar.

P. Desde entonces, ser ertzaina es mucho más duro, ¿no?

R. Creo que sí. Lo noto en los compañeros de Jon. Aparte de que cada vez van más claramente a hacer daño. Lo que empezó con insultos, que si zipaio, que si no sé qué..., ha ido subiendo de tono. Luego, vinieron las piedras. Y después, los cócteles. Es normal que tengan miedo. Hay ertzainas a los que se les viene el mundo abajo cuando ven cómo está Jon. A la gente le duele verle en ese estado porque, además, saben que cualquiera de ellos podía estar ocupando su lugar.

P. ¿Qué está pasando en Euskadi?

R. No lo sé. Lo que sí sé es que, como esto siga así, vamos a acabar más mal ... Estamos hundiendo a nuestra propia tierra. La palabra clave es intolerancia. No nos respetamos ni respetamos la vida de los demás.

P. ¿Qué habría que hacer?

R. Ni idea. Supongo que cada uno en nuestro campo tenemos mucho que hacer.

P. ¿Es mejor aceptar lo que exigen y acabar de una vez?

R. No; mientras no dejen la violencia, no. Primero, que paren de hacer daño. Luego, los políticos sabrán.

P. ¿Y cómo está Jon animicamente?

R. Todavía está bajo los efectos de todo aquello. Tiene ganas de que se acabe toda esta historia, que se deje de hablar de aquel día para intentar olvidar. Hombre, hay ratos en los que se hunde, se queda callado, no te dice qué le pasa. Supongo que por eso está en tratamiento psiquiátrico. Tiene que llevar dentro un maremágnum de sentimientos contradictorios.

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