Editorial:

Compasión y petróleo

EL LEVANTAMIENTO parcial del embargo contra Irak, acordado el lunes por Naciones Unidas, debería permitir aliviar parte de los sufrimientos de una población duramente castigada desde la invasión de Kuwait en el verano de 1990. Badgad ha dado finalmente su brazo a torcer al aceptar la resolución 986, adoptada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 1995. Irak podrá exportar crudo por valor de 2.000 millones de dólares (unos 250.000 millones de pesetas) en un periodo de seis meses, lo que representa un volumen de 700.000 barriles diarios frente a los tres millones que vendía antes ...

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EL LEVANTAMIENTO parcial del embargo contra Irak, acordado el lunes por Naciones Unidas, debería permitir aliviar parte de los sufrimientos de una población duramente castigada desde la invasión de Kuwait en el verano de 1990. Badgad ha dado finalmente su brazo a torcer al aceptar la resolución 986, adoptada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 1995. Irak podrá exportar crudo por valor de 2.000 millones de dólares (unos 250.000 millones de pesetas) en un periodo de seis meses, lo que representa un volumen de 700.000 barriles diarios frente a los tres millones que vendía antes de la guerra del Golfo. Estos ingresos, bajo un estricto control de Naciones Unidas, se dedicarán a cuatro prioriades -alimentos, medicinas, agua potable y semillas y fertilizantes para la agricultura- orientadas hacia los más necesitados: los niños y las poblaciones desplazadas. Una parte irá también a las tres regiones kurdas en el norte del país no controladas por Bagdad, y otra, al fondo de compensación a Kuwait.Estas medidas servirán para satisfacer sólo parcialmente las necesidades de una población hundida en la miseria por años de guerra con Irán y una economía asfixiada por un embargo que no parecía importar en exceso a sus despiadados dirigentes. Las raciones de alimentos -azúcar, arroz, aceite, harina y té- se han visto recortadas en dos tercios entre 1990 y 1995 y, según Naciones Unidas, la población sólo tiene asegurado un 50% de sus necesidades de nutrición. Por ello, será preciso proseguir e incluso aumentar los programas de ayuda humanitaria. El acuerdo, además, tardará varias semanas en materializarse, aunque ya ha tenido efectos beneficiosos al reducir el precio de los alimentos en manos de los especuladores.

La demora en esta medida de compasión, similar a la ofrecida por el Consejo de Seguridad en 1991 y reiterada en 1995, se debe casi exclusivamente a la obstinación del propio dictador, Sadam Husein, confiado en que el levantamiento total del embargo acabaría llegando sin haber tenido que renunciar a sus programas de armas de destrucción masiva -nucleares, químicas y biológicas-, que seguía escondiendo a la inspección internacional, pero que revelaron, tras su huida en agosto de 1995, dos de los yernos del dictador, uno de ellos jefe de programas de armamento. A su regreso a Bagdad en febrero de este año, fueron asesinados. Sadam Husein se había convencido, entretanto, de que tenía que aceptar la oferta de la ONU.

El resto de las sanciones impuestas hace ahora casi seis años se mantiene hasta que Bagdad cumpla los requisitos exigidos por la comunidad internacional. Cada vez está más claro, sin embargo, que la solución definitiva no llegará hasta la caída o desaparición de Sadam Husein. En buena parte, la situación deriva de que los aliados no llevaron la guerra hasta Bagdad, temerosos de que la coalición internacional no se mantuviera unida y de que Irak -contrapunto al régimen fundamentalista islámico de Irán- se desintegrara. Lo ocurrido plantea desde entonces el dilema de cómo presionar sobre este régimen dictatorial sin atentar contra el bienestar de la población que lo soporta. Un dilema que rara vez en la historia ha tenido una solución humanamente satisfactoria.

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Quienes más se han beneficiado del embargo contra Irak han sido, en primer lugar, Arabia Saudí, que ha visto aumentar su producción petrolera, y, de manera indirecta, Estados Unidos, que ha convertido a su aliado en un importante cliente comercial a la sombra del pago por los costes de la guerra. Pese a las reacciones iniciales de los mercados, la reanudación limitada de la producción petrolera iraquí debería provocar una bajada de los precios de los carburantes, que han experimentado en los últimos tiempos un excesivo aumento. Nadie duda de que ésa ha sido una razón decisiva para este desenlace.

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