Tribuna:

El estado de la cuestión

Tras la reunión de los ministros de Economía de la Unión Europea en Verona, la cuestión de la construcción de la moneda única en Europa ha vuelto a ser objeto de atención en todos los medios de comunicación. Sin embargo, a pesar de que el proceso continúa en marcha, aún son muchas más las cuestiones del debate que siguen abiertas que las resoluciones tomadas. Se presentan a continuación algunos de los muchos e importantes interrogantes que están siendo objeto de debate en Europa y que por su envergadura pueden tener consecuencias decisivas en adelante para los países que, como España, aspiran ...

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Tras la reunión de los ministros de Economía de la Unión Europea en Verona, la cuestión de la construcción de la moneda única en Europa ha vuelto a ser objeto de atención en todos los medios de comunicación. Sin embargo, a pesar de que el proceso continúa en marcha, aún son muchas más las cuestiones del debate que siguen abiertas que las resoluciones tomadas. Se presentan a continuación algunos de los muchos e importantes interrogantes que están siendo objeto de debate en Europa y que por su envergadura pueden tener consecuencias decisivas en adelante para los países que, como España, aspiran a formar parte de esa unión monetaria que, en principio, debe empezar el 1 de enero de 1999.En primer lugar, como es sabido, el Tratado de Maastricht fija unos criterios concretos en materia de inflación, déficit público, deuda pública y tipos de interés que deben ser cumplidos por los países aspirantes atendiendo a las cifras cerradas de 1997. Sin embargo, ¿hasta qué punto se va a ser laxo en la interpretación de esos criterios numéricos? ¿Es concebible que se decida que no puede comenzar la UEM el 1 de enero de 1999 porque Alemania, por ejemplo, haya tenido el 3,2% de déficit público sobre PIB en 1995 en lugar del 3% que exige el tratado, todo ello teniendo en cuenta la voluntad de acelerar el proceso que parece existir? Y en esa tesitura, ¿dónde se va a poner el rasero en el grado de rigor exigido? ¿Con qué autoridad moral países centrales como la propia Alemania podrían participar en la decisión de excluir a otros países que sobrepasen sólo en algunas décimas ésa u otra variable?

Otro de los puntos clave sobre el que aún pesa un elevado grado de incertidumbre se centra en el marco de relaciones que va a regir entre los países que entren a formar parte de la moneda única desde el primer momento y los que queden fuera en esa primera fase. En ese sentido, Alemania ha sugerido la idea de un pacto de solidaridad entre ambos grupos de países; sin embargo, aún no está en absoluto claro cómo se va a articular ese pacto. ¿Qué sanciones se van a aplicar a los países que habiéndose quedado fuera en la primera fase se desvíen de las políticas convergentes? ¿Se establecerá un depósito obligatorio no remunerado en el banco central europeo para estos países que diverjan o se van a recortar las ayudas que reciben? Y en ambos casos, ¿se pagarán esas sanciones en moneda local o deberá hacerse ya en euros? Incluso en el caso de países que hayan entrado a formar parte de la moneda única desde la primera fase, ¿se les aplicarán las mismas sanciones en el caso de que sus datos económicos comiencen a empeorar significativamente o se descuelguen con políticas menos rigurosas? ¿Podrían incluso ser excluidos a posteriori? ¿Cómo se articulará el seguimiento de las variables económicas en los países que queden a la espera de entrar más adelante? ¿Será un procedimiento automático de adhesión al cumplir determinados umbrales numéricos o será una decisión estrictamente política?

Otro grupo de cuestiones de capital importancia sobre el que pesa todavía una gran indefinición lo constituye el tema de la soberanía en la instrumentación de la política cambiaría para aquellos países que queden fuera de la moneda única en la primera fase. ¿Podrán los países que queden fuera devaluar sus monedas o sólo tendrá potestad para ello el banco central europeo? ¿Aceptarán los bancos centrales de esos países no sólo ceder esa soberanía, sino también la facultad de intervenir en los mercados de cambios si puntualmente alguna de esas monedas están siendo objeto de movimientos especulativos excesivos? ¿Cuándo, quién y cómo decidirá que los movimientos son especulativos y no justificados? Por otra parte, ¿mediante qué mecanismos coercitivos se aseguran los países que entren en la moneda única que los países que queden fuera no van a proceder a devaluaciones competitivas? Si se produce una devaluación de ese tipo dentro de lo que parece que va a llamarse SME II, ¿se retrasará, como castigo, en varios años la posibilidad de que ese país pueda entrar a formar parte del euro? ¿Tendrán esas bandas del una amplitud del 6% o del 15% como actualmente? ¿Disminuirá para cada país ese rango de fluctuación progresivamente a medida que se vayan consiguiendo mejoras en los parámetros de convergencia, o permanecerán fijas hasta que el país aspirante consiga entrar en la UEM?

Y, sobre todo, quizá la cuestión trascendental será cuáles van a ser los tipos de cambio cruzados marco /franco, etcé-tera.... implícitos en la paridad del euro frente a cada moneda. En este momento preocupa especialmente cómo evitar movimientos especulativos en los mercados de cambios que puedan originarse con anterioridad a la fijación irrevocable de las paridades. En ese sentido caben varias posibilidades, ¿se va a dejar la fijación de esos tipos de cambio para el último momento en 1998 y se hará por sorpresa sin tiempo de reacción para los mercados o se va a anunciar con suficiente antelación que los tipos de cambio irrevocables serán la media de las cotizaciones futuras durante un periodo suficientemente amplio?

En definitiva, como puede verse, no es de extrañar que algún representante de la delegación española calificara de aún bastante verde el estado de la cuestión de la UEM a la salida de la última reunión de Verona. No obstante, en las reuniones de los ministros de Economía europeos viene siendo más importante lo que no ocurre y lo que no niegan o excluyen que lo que se afirma textualmente. Y dentro de esa lógica, lo que sí parece claro es que el tema de la moneda única, con sus luces y sus sombras, va muy en serio..

Para la siguiente cita de Florencia en junio es posible que se haya avanzado en las discusiones y se desvelen algunas de las actuales incógnitas que esconden verdaderas batallas de poder. Como se ve, en este mare mágnum de intereses, muchas veces enfrentados, la aventura de la UEM continúa...

Valentín Fernández es economista-jefe de Deutsche Bank, España.

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