Tribuna:AULA LIBRE

Desarticular la enseñanza pública

En vísperas de su implantación, el primer gran éxito de la reforma es haber escapado al debate de fondo. Ya es muy. evidente la insuficiencia de los presupuestos, pero si la opinión pública se convence de la finalidad democratizadora del cambio, quedarán justificados los errores. La clave para mantener inactivos a los sectores afectados por la enseñanza es, pues, la desinformación. Y a su servicio, el doble lenguaje que enmascara un fin reaccionario: desarticular la enseñanza pública. Se pide un mercado laboral flexible, competitivo; pero una escuela, comprehensiva, igualitaria. ¿Promueve el p...

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En vísperas de su implantación, el primer gran éxito de la reforma es haber escapado al debate de fondo. Ya es muy. evidente la insuficiencia de los presupuestos, pero si la opinión pública se convence de la finalidad democratizadora del cambio, quedarán justificados los errores. La clave para mantener inactivos a los sectores afectados por la enseñanza es, pues, la desinformación. Y a su servicio, el doble lenguaje que enmascara un fin reaccionario: desarticular la enseñanza pública. Se pide un mercado laboral flexible, competitivo; pero una escuela, comprehensiva, igualitaria. ¿Promueve el poder político esa reeducación para mejorar los valores de la sociedad adulta? Más bien confina el discurso utópico allí donde no es peligroso.Es función del sistema escolar promocionar a los individuos de acuerdo con sus capacidades intelectuales. Y, por ello, es irrenunciable que los títulos impartidos en centros públicos puedan competir con los de la escuela privada en el acceso a la universidad y al trabajo. De lo contrario, se niega la oportunidad de ascender socialmente a quienes parten de una desventaja económica. En una democracia liberal, a falta de mayor justicia, el desclasamiento al alza del proletariado debe ser el objetivo de una escuela pública progresista. ¿Es éste el de la reforma? Examinemos la ambigüedad de su lenguaje:

Superación del fracaso escolar. No es políticamente correcto, el escepticismo frente al estandarte mayor del cambio. Sin embargo, ¿quién garantiza la mejora de condiciones para el desarrollo del alumno? Se suprime, sí, el poder selectivo de la evaluación; se reducen los niveles mínimos exigibles, como si los contenidos no influyesen en el futuro del estudiante. Desciende la presión psicológica del fracaso académico: aumenta el riesgo de fracaso laboral y social.

Escuela comprehensiva; tratamiento de la diversidad. La denominación sugiere que el profesor dará un trato personalizado a cada alumno. Oculta que el número de estudíantes por grupo apenas desciende. Los formadores del profesorado reconocen que el "tratamiento de la diversidad" es un cuño biensonante nunca concretado en una pedagogía sistemática. Más barato, eso sí, que dotar de medios a la formación profesional y crear más escuelas-taller.

Integración de casos especiales en el aula. Es el límite de la diversidad; resulta más solidario compartir aulas con jóvenes disminuidos que dedicarles el trabajo de profesionales especializados en estimular sus capacidades al máximo. ¿Qué resultados ha dado hasta hoy la integración sin medios en los centros públicos?

Libertad de currículo para los centros. Así se disuelve la homologación de los niveles. Sólo se fijan contenidos mínimos; el resto del currículo lo determina cada escuela con arreglo a sus posibilidades, es decir, a su dotación. ¿Se refuerza la personalidad de los centros o se abre la competencia desigual entre públicos y privados?

Diversidad de centros; política de subvenciones. No se amplía la red de modo que todos tengan acceso equitativo a la oferta pública. Se opta por abaratar el precio de la enseñanza privada a sus usuarios, so pretexto de auspiciar la variedad y autonomía de los centros. ¿Es justo que unas familias escolaricen a sus hijos en precarios barracones para que otras ahorren en educar a los suyos en escuelas aceptablemente equipadas?

La enseñanza pública debe constituir un frente de oposición crítica a la reforma antes de que su demagogia la convierta en culpable cuando lleguen las secuelas sociales.

Jordi Ardanuy es profesor de Instituto, en Sant Boi (Barcelona).

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