Editorial:

Los pilotos del abuso

LOS PILOTOS de Iberia parecen volar tanto que no saben en qué país viven. Si no, sería incomprensible la falta de pudor de la que hacen gala a la hora de exponer sus exigencias en la negociación con una compañía en profunda crisis, cuya supervivencia está más que en duda. Y la dirección de la compañía también parece levitar cuando acepta unos términos abusivos, inaplicables al resto de la plantilla de Iberia e incomprensibles para la sociedad española en general. No de otra forma se puede calificar el llamado plan de productividad alcanzado con el sindicato de pilotos (SEPLA) el pasado 19 de f...

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LOS PILOTOS de Iberia parecen volar tanto que no saben en qué país viven. Si no, sería incomprensible la falta de pudor de la que hacen gala a la hora de exponer sus exigencias en la negociación con una compañía en profunda crisis, cuya supervivencia está más que en duda. Y la dirección de la compañía también parece levitar cuando acepta unos términos abusivos, inaplicables al resto de la plantilla de Iberia e incomprensibles para la sociedad española en general. No de otra forma se puede calificar el llamado plan de productividad alcanzado con el sindicato de pilotos (SEPLA) el pasado 19 de febrero, que debe ser aprobado hoy por el consejo de administración y ratificado mañana por los pilotos.Los pilotos y el consejo lo aprobarán sin duda, pero pueden estar seguros del rechazo del plan por parte del resto de los trabajadores de Iberia, que ven cómo los sacrificios en esta compañía no se reparten precisamente de forma equitativa. Según el pacto suscrito entre Téneo (accionista de Iberia) y el SEPLA, los casi 1.200 pilotos de la compañía recibirán 4.650 millones de pesetas en tres años por un alimento de productividad de 30.000 horas más de vuelo cada año.

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De momento resulta sorprendente el coste de cada hora, al haberse calculado sobre el sueldo, medio de un piloto de la compañía (alrededor de 18 millones de pesetas), no sobre el que se pagaría a un piloto recién incorporado, si es que hubiera hecho falta contratarlo para aumentar las horas de vuelo. Pero es que el pacto incluye otro tipo de condiciones; que han puesto en pie de guerra a las centrales sindicales. Entre las más escandalosas está la cláusula según la cual Iberia se compromete a pagar esas horas aunque no se trabajen. Como muestra valga que ya en marzo cobrarán por ese aumento de productividad extra aún no realizada tres nuevas pagas, correspondientes al primer trimestre del año, que supondrán para un comandante, por ejemplo, unos ingresos adicionales de casi medio millón de pesetas.

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Es difícil entender acuerdos de ese tipo en cualquier empresa, y menos en una con pérdidas, que sobrevive subvencionada por el dinero público y que ha basado todo su plan de futuro en la reducción de costes, fundamentalmente los salariales, para solucionar uno de los problemas estructurales de la compañía. Las propias direcciones de Iberia y de Téneo han venido denunciando durante el largó año de enfrentamiento con los pilotos que éstos sólo buscaban más dinero y más poder en la compañía. A tenor de lo firmado ahora, parece que lo han conseguido. Si no en las cantidades a las que el SEPLA aspiraba, sí al menos en cuantía suficiente para enfrentarse al resto de los colectivos de la compañía y evidenciar ante los ciudadanos que los pilotos mantienen prácticamente intacto un, poder que han ido adquiriendo en la negociación de su convenio colectivo -absolutamente privilegiado- y en los fallos de una deficiente gestión. Hay que recordar que la firma del plan de productividad supuso la renuncia del SEPLA a presentar -más de 1.100 demandas contra Iberia por incumplimientos contractuales.

Iberia es el cuento de no acabar, y puede que haya que plantearse precisamente eso. Porque lo que los españoles necesitan son compañías aéreas que presten servicios de calidad a precios razonables. No compañías que sirvan de ubre financiera a unos pilotos insaciables y cuya financiación sea al mismo tiempo un agujero negro. Hubo que superar la rotunda oposición de los pilotos al plan de viabilidad y luego pelear en Bruselas para que autorizara una ampliación de capital menor a la prevista (107.000 millones, frente a 130.000 pedidos), pero esa ampliación está condicionada a un acuerdo social con la plantilla que las exigencias de los pilotos hacen cada vez más difícil. Entre unas cosas y otras, el conflicto se ha llevado por delante un precioso año, perdido para acometer aspectos tan importantes como la reducción de empleo o la búsqueda imprescindible de un socio.

Mientras tanto, en Aviaco se repite hoy una nueva tanda de huelgas por motivos confusos y enmarañados. Y lejos de vislumbrarse una solución, el enfrentamiento se complica al haber anunciado los pilotos su intención de comprar el 100% de la compañía y haberlos denunciado la empresa por daños y perjuicios por considerar que los paros obedecen a motivos extralaborales. Los pilotos deberían entender que, a la larga, son los contribuyentes y los usuarios los que no soportarán más tales conductas.

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