ASALTO A LA PAZ EN ORIENTE PRÓXIMO

'Comandos' suicidas del grupo islámico Hamás matan a 25 israelíes en Jerusalén y Ashkelón

Dos extremistas musulmanes cumplieron ayer con sus amenazas de venganza y mataron a 25 israelies en sendos ataques suicidas que traumatizaron al país a tres meses de las elecciones del 29 de mayo. El atentado más grave causó 24 muertos y 49 heridos al saltar por los aires un autobús en el centro de Jerusalén en el ataque con bomba más sangriento desde 1.948. El otro, en la ciudad de Ashkelón, tuvo un saldo de un muerto y 31 heridos. Los dos terroristas se inmolaron.

"¡Éste es el tipo de paz que quieren los árabes!", gritaba un hombre en la esquina de la calle de Jaffa y la calle de Isra...

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Dos extremistas musulmanes cumplieron ayer con sus amenazas de venganza y mataron a 25 israelies en sendos ataques suicidas que traumatizaron al país a tres meses de las elecciones del 29 de mayo. El atentado más grave causó 24 muertos y 49 heridos al saltar por los aires un autobús en el centro de Jerusalén en el ataque con bomba más sangriento desde 1.948. El otro, en la ciudad de Ashkelón, tuvo un saldo de un muerto y 31 heridos. Los dos terroristas se inmolaron.

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"¡Éste es el tipo de paz que quieren los árabes!", gritaba un hombre en la esquina de la calle de Jaffa y la calle de Israel, en Jerusalén, donde un autobús rojo de la línea 18 saltó por los aires a las 6.48 (una hora menos en España), mientras los israelíes se aprestaban a iniciar la semana laboral. Entre las víctimas mortales figuran dos jóvenes judíos norteamericanos que estudiaban en universidades hebreas. Fue una carnicería cuidadosamente planeada y de la que se adjudicaron responsabilidad las llamadas Brigadas de Ezedím al Kassam, el brazo armado del movimiento islámico Hamás, que había jurado vengar la muerte de Yehya Ayash, el legendario terrorista apodado El Ingeniero, que pereció decapitado en Gaza el pasado 5 de enero por una carga explosiva oculta en su teléfono portátil.Cincuenta minutos mas tarde, otro musulmán suicida lanzó su coche contra una parada de autobús en la ciudad de Ashkelón, 50 kilómetros al suroeste de Jerusalén, matando dos personas israelíes e hiriendo al menos a 31. Al parecer, las dos víctimas eran soldados.

Una voz anónima llamó luego a la radio israelí y despejó toda duda acerca de la autoría de los atentados. "Los discípulos de El Ingeniero asumimos la responsabilidad por los heroicos ataques en Al Quds y Al Majdel", dijo utilizando los nombres árabes de Jerusalén y Ashkelón. "Ésta es una guerra santa. Victoria o martirio", añadió otro interlocutor anónimo que se comunicó con la redacción de una agencia extranjera de noticias mientras los equipos de rescate buscaban supervivientes de entre los restos retorcidos del autobús y de dos coches, alcanzados por el huracán de fuego y metralla.

La carga explosiva de 10 kilos de dinamita lanzó el techo del autobús por los aires y expulsó restos humanos en un radio de 50 metros. Miembros de la sociedad ultraortodoxa Hevreh Kadisha, vestidos con largas levitas negras, iniciaron la penosa tarea de recolectar hasta las más diminutas partículas de piel, cuero cabelludo y sangre para darles sepultura religiosa.

Dedos en los árboles

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A veinte metros del lugar de la explosión, una escalera del cuerpo de bomberos les facilitó el acceso a las ramas de un árbol, donde se habían hallado dedos mutilados. Tal fue la fuerza de la explosión que despidió restos humanos hasta un balcón del quinto piso de un edificio de apartamentos. "Fue horrible", dijo una empleada de un hotel. "Había cuerpos despedazados por todas partes, sangre en toda la calle, humo y gritos", añadió.

Richard Levine, un psicólogo que abría su consulta en el momento de la explosión, dijo que primero vio un fogonazo "como una enorme bola de fuego en toda la calle". "Cuando me fijé en el pavimento me di cuenta de la magnitud de la matanza: cuerpos chamuscados y mutilados. En un coche aparcado vi lo que quedaba de una pierna quemada. Algo espantoso", añadió.

El primer ministro israelí, Simón Peres, tuvo que recurrir a la protección policial cuando llegó al lugar de la explosión, a menos de 250 metros de la estación de autobuses de la calle Jaffa. Tras sostener una reunión ministerial de emergencia, Peres quiso constatar personalmente la envergadura del atentado, pero se topo con decenas de israelíes que comenzaron a abuchearlo. "¡Peres, fuera de aquí", gritó un hombre con la camisa manchada de sangre. "¿Ésta es la paz que nos ofreces?, le espetó otro más joven que comenzó a corear: "¡El Gobierno de Israel es cómplice de esta matanza!".

Ni Peres ni Yasir Arafat pueden aventurar un pronóstico acerca del futuro del proceso de paz. La primera medida israelí fue suspender por una semana todo contacto con la Autoridad Palestina hasta después de los funerales. La segunda, el cierre indefinido de Gaza y Cisjordania. Investigadores israelíes trataban anoche de determinar el origen de los suicidas. Gaza y Cisjordania habían permanecido cerradas 11 días tras conocerse informes sobre preparativos terroristas para conmemorar la muerte de Ayash coincidiendo con el segundo aniversario de la matanza de 29 palestinos en la mezquita de Hebrón a manos de un colono, judío de Nueva York.

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