Un padre y dos hijos, muertos por una supuesta intoxicación de gas en su casa

El mecánico Sergio Pereira Díaz, de 43 años, yacía ayer tumbado en el sofá de su casa, frente al televisor. A su lado, sobre el suelo, descansaba el cuerpo de Isabel, la pequeña de 13 años, mientras Javier, de 14, permanecía arrebujado en la cama, boca abajo en su último sueño. Todos cadáveres. La única superviviente era María, de 17 años, quien había quedado tirada en el recibidor del domicilio. Fue desde ese lugar, donde, semiinconsciente y sin poder levantarse, logró responder con un gemido al hombre que a mediodía de ayer redoblaba sus golpes contra la puerta del 2º A de la avenida de Madr...

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El mecánico Sergio Pereira Díaz, de 43 años, yacía ayer tumbado en el sofá de su casa, frente al televisor. A su lado, sobre el suelo, descansaba el cuerpo de Isabel, la pequeña de 13 años, mientras Javier, de 14, permanecía arrebujado en la cama, boca abajo en su último sueño. Todos cadáveres. La única superviviente era María, de 17 años, quien había quedado tirada en el recibidor del domicilio. Fue desde ese lugar, donde, semiinconsciente y sin poder levantarse, logró responder con un gemido al hombre que a mediodía de ayer redoblaba sus golpes contra la puerta del 2º A de la avenida de Madrid, en San Fernando de Henares. Ese lamentó la salvó.Los fallecimientos, a falta de autopsia, fueron atribuidos por la policía científica a la inhalación del monóxido de carbono liberado durante la noche por la mala combustión del calentador de Gas Natural, situado en la cocina.Fue un fallo que, según la policía, se hizo notar antes de la tragedia, cuando sobre las diez de la noche del martes, otro hermano, Sergio -15 años- sufrió unas violentas convulsiones, de las que nadie supo entonces establecer el origen. El joven fue trasladado al hospital de La Princesa, en la capital. Su madre, María José Fernández, de 40 años, pasó la noche con él. Ambos escaparon de una muerte casi segura.

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Un hijo intoxicado se salvó al ser hospitalizado antes de la tragedia

VIENE DE LA PÁGINA 1Madre e hijo conocieron la muerte de sus tres parientes justo al tiempo en que María, la única superviviente, ingresaba en el hospital de La Princesa, el mismo en que se hallaban su hermano y su madre desde la noche anterior. Fue sobre las seis de la tarde.

Sentados en una de las camas de la habitación 726, madre e hijo esperaban con impaciencia noticias de su familia, de la que no sabían nada desde la noche anterior. Un facultativo les comunicó entonces lo ocurrido. María acababa de ser internada en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) por una posible inhalación de monóxido de carbono.

Sergio y su madre abandonaron la habitación. Sólo les separaba de María una planta de la UCI. Se apresuraron. El rostro de la madre estaba empañado en lágrimas; el del chaval, perdido. Sólo entonces, los médicos del hospital relacionaron las convulsiones de Sergio con la intoxicación que había acabado con sus parientes.. Hasta ese momento, nadie había sospechado algo parecido.

La reconstrución de los hechos muestra que, tras la hospitalización de Sergio, el padre, presa de un ataque de nervios, fue conducido por la Policía Local de San Fernando a un ambulatorio, donde se le administró un sedante. Entretanto, los dos hijos menores quedaron a cargo de los vecinos de planta. María, en cambio, seguía en la calle con unas amigas, y la madre, limpiadora en Madrid, aún no había regresado del trabajo. Sobre las 23.30, los vecinos recogieron en coche a la madre en la estación de tren. La llevaron al hospital La Princesa, donde acababa de ingresar su hijo Sergio.

El padre, que ya había vuelto del ambulatorio, recogió a sus hijos de la casa de los vecinos y entró en su piso, donde carecía de teléfono. Al poco, regresó María. La calefacción de Gas Natural, encendida por el frío, seguía liberando, en caso de confirmarse la hipótesis policial, monóxido de carbono.Llamada de un familiar

Sobre las 8.30 de ayer, una tía de la madre se dirigió a la casa. Llamó desde el telefonillo. Nadie le respondió. La mujer se marchó en la creencia de que se habrían ido ya al hospital. Pero sobre las 11.00 horas, al hablar por teléfono con la madre, supo que no era así. Volvió entonces a la casa, acompañada por un sobrino. La puerta del inmueble estaba abierta. Subieron hasta el segúndo piso. Al golpear la puerta, oyeron un leve gemido. Alarmados, se dirigieron al hospital, donde la madre les entregó las llaves. Al volver, sobre las 14.30, abrieron el piso y encontraron a María en el recibidor. El resto yacía dentro de la casa. El sobrino corrió a llamar a la Policía Local.En los primeros momentos, se barajó la posibilidad de una muerte violenta. La posición de María hizo suponer a algunos agentes que había sido golpeada -extremo desmentido por el hospital- y la pequeña Isabel fue descubierta con una mancha de sangre en la cabeza. La policía aseveró luego que no existían signos violencia. La falta de olor a gas y el que no se encontrasen restos de monóxido en la sangre de la única superviviente aumentaron las sospechas. Sin embargo, tras una inspección ocular, la policía científica atribuyó la muerte al monóxido de carbono producido por una mala combustión de la caldera. La Jefatura Superior de Policía dio anoche este hipótesis por válida.

La intoxicación por este gas tóxico es implacable. Mareos, nauseas, desvanecimiento. A una concentración de un 1,3% de monóxido en el aire, bastan tres inhalaciones para perder el conocimiento y morir en pocos minutos. La falta de oxígeno -por ejemplo, por mala ventilación-, genera en la combustión el gas venenoso, en vez de vapor de agua y anhídrido carbónico.

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