"No quiero ser banderín, de enganche" , dice la mujer condenada por abortar en Portugal

Concepción F. valora más su intimidad y la de su hijo que sus "derechos y libertad"

"No quiero ser un banderín de enganche". Concepción F., la joven coruñesa condenada por la Audiencia Nacional a seis meses y un día de prisión, por haber abortado en 1992 en Portugal, se niega a que su situación sea motivo de solidaridad, y argumenta: "Asumo que me enjuicie un juez, de la ideología que sea, pero no la sociedad. En estos momentos valoro más mi intimidad y la de mi hijo que mis derechos o libertad". Su intimidad, sin embargo, o sólo está amenazada por la repercusión e su sentencia, que piensa recurrir, sino por anónimos que ha denunciado.

Su defensor, Carlos Spinola, ha d...

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"No quiero ser un banderín de enganche". Concepción F., la joven coruñesa condenada por la Audiencia Nacional a seis meses y un día de prisión, por haber abortado en 1992 en Portugal, se niega a que su situación sea motivo de solidaridad, y argumenta: "Asumo que me enjuicie un juez, de la ideología que sea, pero no la sociedad. En estos momentos valoro más mi intimidad y la de mi hijo que mis derechos o libertad". Su intimidad, sin embargo, o sólo está amenazada por la repercusión e su sentencia, que piensa recurrir, sino por anónimos que ha denunciado.

Su defensor, Carlos Spinola, ha decidido refugiarse en casa de un amigo ante el acoso de los medios de comunicación y de distintas organizaciones que se interesan por el caso. Según ella, Spinola -al que ayer no se había notificado todavía la sentencia- no esgrimió el argumento del estado de necesidad económica para llevar a cabo la interrupción de su embarazo, sino el de riesgo para la salud de la madre.Fue el juez Angel Calderón, calificado en medios judiciales como conservador, el que llegó a esa conclusión (de plena actualidad después de haber bloqueado PP y CiU el trámite parlamentario para la inclusión del cuarto supuesto legal del aborto), y la plasmó en su sentencia. También estableció, dentro de los hechos probados, que había sido su condición, de. madre soltera y la irregularidad de sus ingresos como trabajadora doméstica o en un club de alterne, lo que la había empujado a abortar, afirma.

"Tengo un empleo estable, cara al público. Es cierto que entonces no estaba en Una situación boyante, ni económica ni psíquica, pero si me decidí a sufrir la operación en Portugal no fue por ignorancia de las Posibilidades que tenía de hacerlo aquí, legal o ilegalmente, sino porque aquella clínica me ofrecía más garantías médicas y de discreción. Pero repito que no quiero recordar o comentar aquello, no fue como ir a sacarse un grano", dice Concepción.

Sin complicaciones

La clínica portuguesa de Oía era, de hecho, una de las recomendadas en el pasado por los centros de planificación gallegos, recuerda Xosé Vidal Pan, presidente de la asociación de planificación familiar de Galicia.Concepción niega también que la razón que la condujo posteriormente al hospital público Juan Canalejo de La Coruña fuesen complicaciones derivadas de la interrupción del embarazo. "Tenía graves problemas gástricos a causa de la crisis nerviosa que atravesaba. Le comenté de pasada al médico que podía deberse a que había abortado hacía 10 días y él lo denunció, imagino que para curarse en salud. Antes me habían tenido que ver en otro centro de una perforación de estómago.

No está, pues, en la precaria situación económica y social que parecía desprenderse del texto de la sentencia y que suscitó reacciones de indignación y solidaridad en diversos sectores. Está, al parecer, y según afirma, en otra peor. Anteayer jueves, alguien envió por fax a diversos medios de comunicación (dos locales y cuatro de Madrid, entre ellos EL PAÍS), un escrito anónimo para desmentir esa imagen de "víctima" que ella es la primera en rechazar, aunque la tenga encima.

Según el escrito, goza de unos "ingresos mensuales limpios de 600.000 pesetas", no es una explotada trabajadora temporal de un club de alterne, sino su propietaria y, entre otros signos externos del "gran tren de vida" que le impide atender personalmente a su hijo, posee un caballo, valorado en 600.000 pesetas, en un club hípico de los alrededores de La Coruña. El anónimo facilitaba además, la identidad y el domicilio de Concepción antes de despedirse como "una coruñesa y 20 firmas más".

Anónimos a la prensa

"Fue lo de las '20 firmas más' lo que me hizo gracia y me animó a dar el paso de ir al locutorio telefónico, para ver, quien había enviado el fax, con una foto, que reconocieron positivamente". Concepción no quiere identificar, ni siquiera con iniciales, a la persona de la foto. "Ahora está casado en Madrid y no quiero pagarle con la misma moneda. Tuve una relación con él hace cinco o seis años, y desde entonces no ha, dejado de amenazarme por teléfono, me ha abofeteado y me ha llegado a poner una pistola en la cabeza en plena calle. Hace tres semanas me quemó con ácido el coche que tenía aparcado en la avenida Finisterre. Hoy [por ayer] me he decidido a ir a la policía".Concepción sí reconoce lo del caballo. "Lo había comprado con el importe de un seguro, y suponía mucho para mí. Lo envenenaron hace tres meses".

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