MAGNICIDIO EN ISRAEL

Los otros enemigos del proceso de paz

Los disparos que pusieron fin anoche a la vida de Isaac Rabin dieron la razón a los israelíes que predicaban en el desierto. El proceso de paz, decían proféticamente académicos como Joseph Alpher hace tres años, no iba a tener exclusivamente enemigos árabes y, por lo tanto, había que vigilar más estrechamente las actividades de los judíos radicalizados. Yigal Amir saltó del anonimato al magnicidio guiado por la convicción de los extremistas judíos de que la paz con los árabes es imposible, y que creer en ella es una abominación imperdonable.Alpher, ex dirigente del Mosad y hasta hace poco dire...

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Los disparos que pusieron fin anoche a la vida de Isaac Rabin dieron la razón a los israelíes que predicaban en el desierto. El proceso de paz, decían proféticamente académicos como Joseph Alpher hace tres años, no iba a tener exclusivamente enemigos árabes y, por lo tanto, había que vigilar más estrechamente las actividades de los judíos radicalizados. Yigal Amir saltó del anonimato al magnicidio guiado por la convicción de los extremistas judíos de que la paz con los árabes es imposible, y que creer en ella es una abominación imperdonable.Alpher, ex dirigente del Mosad y hasta hace poco director del Centro Jaffe de Estudios Estratégicos de la Universidad de Tel Aviv, apuntaba días después de la firma del pacto de paz entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina en septiembre de 1993: "En Israel se desarrolla una fuerza de judíos fanáticos y bien armados que no van a vacilar en apretar el gatillo contra sus líderes con tal de paralizar el proceso de paz".

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Amenazas

Las señales estaban pintadas en las paredes. Literalmente. Primero aparecieron los insultos de grupos extremistas judíos que comparaban a Isaac Rabin con un terrorista palestino. Los artistas de la propaganda de grupos racistas como el Kach añadieron al retrato de Rabin una kufiya árabe.

Luego le sobreimpusieron un revólver en la mano. En una de las más estridentes, manifestaciones de repudio a sus políticas pacifistas, unos colonos judíos quemaron una efigie de Rabin, vestido con el uniforme nazi de las SS de Hitler.

El odio hacia las posturas conciliatorias de, Rabin comenzó a calar hondo cuando el Gobierno israelí aceptó implícitamente replegar sus soldados de Cisjordania este año. La campaña incluyó a rabinos que declararon su oposición hacia toda concesión a los árabes y agitaron los ánimos declarando que era un deber religioso desobedecer las órdenes de repliegue de soldados.

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Rabin era consciente de la fuerza de la extrema derecha pero quizás no estuvo al tanto del dramático progreso de las ideas ultraconservadoras que nacen en Jerusalén y se multiplican en las colonias judías.

El primer ministro israelí proscribió partidos como el Kach y trató de contener el culto a los asesinos de árabes como Baruj Goldstein, el autor de la masacre de palestinos en Hebrón el año pasado y cuya memoria se venera abiertamente en las colonias.

Pero el primer ministro hizo poco para neutralizar el odio que se ha ido apoderando de la oposición. Con la mirada puesta en las elecciones del próximo año, Isaac Rabin y sus correligionarios laboristas optaron por ignorar la amenaza minimizando su poder. Y ese es el, error de cálculo que terminó costándole, trágicamente, la vida.

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