Tribuna

De la inflexibilidad cognitiva

Ése que atraviesa un túnel de aplausos, que escucha su nombre rítmicamente clamado, que llega hasta el estrado y alza los brazos y pide silencio y el silencio se hace, que habla, grita, suda, que se marcha muy veloz de la ciudad en dirección a otra ciudad, a otro túnel donde le espera exactamente lo mismo, ese hombre está enfermo.-Obsesividad. Se trata de alguien que ha puesto en marcha el mecanismo de la inflexibilidad cognitiva.

Jordi Obiols, psiquiatra, hijo del muy importante psiquiatra que se ocupó durante décadas de la salud mental de la burguesía catalana -el doctor Oriol del ...

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Ése que atraviesa un túnel de aplausos, que escucha su nombre rítmicamente clamado, que llega hasta el estrado y alza los brazos y pide silencio y el silencio se hace, que habla, grita, suda, que se marcha muy veloz de la ciudad en dirección a otra ciudad, a otro túnel donde le espera exactamente lo mismo, ese hombre está enfermo.-Obsesividad. Se trata de alguien que ha puesto en marcha el mecanismo de la inflexibilidad cognitiva.

Jordi Obiols, psiquiatra, hijo del muy importante psiquiatra que se ocupó durante décadas de la salud mental de la burguesía catalana -el doctor Oriol del Ubú President, el que trata al Excels- explica que la inflexibilidad cognitiva consiste en una práctica imposibilidad de reconocer el mundo. Los así prendidos dicen dos, tres, cuatrocientas veces las mismas palabras; piensan dos, tres, cuatrocientas veces lo mismo: está arruinada su capacidad de conocer. El vulgo lo dijo y lo dijo bien: Ahí va, cada loco con su tema. Es discutible si el político en campaña llega a convencer a alguien: pero la psicopatología electoral no duda que él acaba mucho más convencido de lo que empezó. Es raro eso: un mecanismo psicolingüístico explica que cuando uno coge una palabra y la dice una, dos y tres mil veces la palabra acaba troceada y el concepto deglutido. Pruébenlo. Es raro que al candidato le pase justamente lo contrario.

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Todos presumen de lo mismo: "Yo duermo como un ángel y no tomo nada". Vaya falsos. Obiols opina que ese tipo de frases responde a la misma precaución, que aleja al político del psiquiatra.

-Un político no puede dudar. Ir al psiquiatra consiste en enfrentarse con la duda. Por lo que sé, la clase política catalana no va al psiquiatra. Creo que hace mal. A muchos, y no sólo a los atrapados por los tics, les convendría mucho eso. Al fin y al cabo ir al psiquiatra no es estar loco, sino una prueba de que se conserva un gramo siquiera de salud. Van al psiquiatra de una forma eufemística, digamos: toman pastillas, sobre todo para dormir y relajarse. Una forma indirecta de tumbarse en el diván.

Atención a las campañas: Berlinguer, Trias Fargas, Anguita. La ansiedad se despliega a veces con tragedia. Suele ser gente mayor, que tiene aparcada su vida sexual. Después de un mitin, de un mitin pletórico, en algunos cuerpos la libido crece de manera imponente... Y crece la vanidad hasta que hay sangre en el espejo de Narciso. Pero de inmediato hay otra ciudad, otro túnel que aguarda y una absoluta imposibilidad de desovar, de darle la vuelta al azogue. Es un mal asunto.

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Obiols conoce un estudio. Anglosajón. Fue hecho entre jubilados que habían tenido mucho poder. Entre ellos, algunos políticos. Los que conservaban alguno, algún poder, una secretaria, alguna huella, morían más tarde que los que no conservaban ninguno.

Los ojos del candidato sólo miran hacia adentro: allí menudea el miedo a morir demasiado pronto.

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