Reportaje:EXCURSIONES: LAS LAGUNAS DE ARGANDA

Agua madre

Viejas graveras del Jarama han sido recuperadas para el ocio y la educación ambiental

De tiempos de Felipe II a esta parte, el valle del bajo Jarama ha sido como un burdel: el primero que llegaba, agarraba un par de fanegas de tierra y se las beneficiaba deprisa y corriendo, dejándolas a poco agotadas y sin porvenir. Prueba de tal abuso es el montón de litigios que han habido los capitalinos -dueños inmemorables de la vega- con la Real Hacienda, los monjes de El Escorial y los ganaderos "que no tienen justificada vecindad en Madrid", cuyos deseos de tierras ajenas sólo han sido igualados en los últimos años por algunos líderes serbios. Y con parecidos resultados.Añádanse a ...

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De tiempos de Felipe II a esta parte, el valle del bajo Jarama ha sido como un burdel: el primero que llegaba, agarraba un par de fanegas de tierra y se las beneficiaba deprisa y corriendo, dejándolas a poco agotadas y sin porvenir. Prueba de tal abuso es el montón de litigios que han habido los capitalinos -dueños inmemorables de la vega- con la Real Hacienda, los monjes de El Escorial y los ganaderos "que no tienen justificada vecindad en Madrid", cuyos deseos de tierras ajenas sólo han sido igualados en los últimos años por algunos líderes serbios. Y con parecidos resultados.Añádanse a lo anterior las correrías de Luis Candelas y los Migueles, la batalla del Jarama, los vertidos fétidos y la extracción a trochemoche de gravas y arenas durante el desarrollismo y el boom inmobiliario.... y se obtendrá un admirable cuadro del valle que nos ocupa. Que un paraje tan siniestro estuviera habitado por ratas y tipos sin brazos sería lo esperable. Que dicho lugar esté habitado por 217 especies de vertebrados es algo que nadie puede explicar, pero que dice mucho en favor del tesón de la naturaleza.

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El parque regional del Sureste, constituido en junio de 1994 en torno a los cursos bajos del Manzanares y del Jarama, responde así al estupor de muchos madrileños, que ni en sueños imaginaron haber un tesoro tal -comparable a Doñana en número de especies-, a 20 kilómetros de casa. Y lo más increíble es que la mayor parte de esta riqueza se concentre, no en zonas vírgenes, sino en humedales artificiales como las lagunas argandeñas de las Madres.

Explotadas desde 1966 hasta 1984 como graveras, las lagunas de las Madres constituyen un caso típico de afloramiento de aguas subterráneas durante la extracción de áridos. Lo que no resulta tan típico es el trabajo de recuperación que acometieron el Ayuntamiento y la Comunidad en esta finca a partir de 1985, y que ha culminado este año con la inauguración de un enclave pródigo en aves acuáticas y migratorias, peces y especies vegetales. El alquiler de barcas y caballos, los puestos de pesca y los merenderos son meros reclamos para un público heterogéneo. Pero la senda ecológica que circunda dos de las cuatro lagunas es sin dudala mejor ocasión que tiene el urbanita de llamar por sus nombres y apellidos a unos árboles que, para su vergüenza, nunca ha sabido reconocer.

Así pues, una vez provisto de la guía explicativa del asunto, comenzará a recorrer las 23 estaciones de que consta la senda, encontrándose aquí y allá con viejos desconocidos como el fresno, el pino piñonero o la falsa acacia, la del pan y quesillo de su niñez (procedente del valle del Misisipí, ¡quién se lo iba a de cir!). La morera y el taray, el arce negundo y el almez jalonan este paseo por un bosque en el que re suenan los ecos de antiguos latines: Populus alba (álamo blanco), Populus simonii (chopo si moni), Populus bolleana (chopo boleana), Populus nigra (chopo negro)... Árboles todos del pueblo porque así lo decidieron griegos y romanos.

Mundo alado

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El visitante, que suele ser más de ciudad que el carril sólo-bus, no dará crédito a las propiedades medicinales de la semilla del castaño de Indias (mano de santo para las almorranas, oigan) o de la corteza del sauce blanco, que por su riqueza en heterósido salicina viene a ser la abuela biológica de la aspirina. El árbol del paraíso le inspirará los más tiernos pensamientos, mientras que el árbol del amor, en que se ahorcó Judas Iscariote, los más sombríos.Tres observatorios de aves permiten espiar al mundo alado a lo largo del recorrido: el primero, junto a la finca del Porcal, donde la garcilla bueyera acecha a la lombriz tras el arado del tractor; el segundo, frente a los comederos en que carboneros y herrerillos meriendan cacahuetes; y el último, a la orilla de la tercera gravera, lugar elegido por los ánades, garzas y cormoranes para pasar sus vacaciones invernales. Todos vuelven a las Madres por Navidad.

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