Palabra de De Ia Rosa

El financiero, que mantiene su protagonismo, sostiene que se entrevistó con Jordi Pujol tras salir de la cárcel

Pujol dice que no, De la Rosa dice que sí. ¿Se reunieron o no los dos personajes después de que el financiero abandonase la prisión el pasado mes de febrero? Diversas fuentes han asegurado a este diario que en los primeros días de marzo Jordi Pujol, presidente de la Generalitat de Cataluña, recibió a De la Rosa en el domicilio particular del consejero de Sanidad, Xavier Trias. El anfitrión también estuvo presente.El hecho no tenía nada de extraordinario, pues el presidente de la Generalitat es un hombre que se ocupa por conocer de cerca todo lo que pasa en Cataluña. De la Rosa, por su parte, e...

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Pujol dice que no, De la Rosa dice que sí. ¿Se reunieron o no los dos personajes después de que el financiero abandonase la prisión el pasado mes de febrero? Diversas fuentes han asegurado a este diario que en los primeros días de marzo Jordi Pujol, presidente de la Generalitat de Cataluña, recibió a De la Rosa en el domicilio particular del consejero de Sanidad, Xavier Trias. El anfitrión también estuvo presente.El hecho no tenía nada de extraordinario, pues el presidente de la Generalitat es un hombre que se ocupa por conocer de cerca todo lo que pasa en Cataluña. De la Rosa, por su parte, estaba acostumbrado a codearse con la plana mayor de Convergéncia Democrática de Cataluña (CDC) y del Gobierno autonómico. Especialmente con el consejero de Economía, Maciá Alavedra, su principal valedor ante Pujol y compañero de viaje durante los años en que De la Rosa era el principal accionista del parque de atracciones de Tarragona, conocido hoy como Port Aventura.

El ex consejero de Obras Públicas Josep María Cullell había sido empleado suyo durante muchos años. Otro ejemplo es el de Vicenc Oller, ex consejero de Industria, también en nómina. Diferente es el caso de Xavier Trias, con quien no le unían lazos económicos, pero sí una relación de amistad entre sus familias. Cuando De la Rosa optó por presionar en la arena política, exigió reunirse con Pujol. De hecho, su esposa ya había sido atendida por el presidente mientras el financiero estaba retenido en la prisión de Can Brians.

Primero, De la Rosa negó la existencia de la reunión, publicada por este diario. Sin embargo la semana pasada acabó asegurando, en declaraciones a la COPE que, "hasta junio", se habían reunido en seis ocasiones "sin intenciones peyorativas". Pujol, en Miami, había dicho, pocas horas antes, que "esa reunión no tuvo lugar". ¿Por qué hasta junio? De la Rosa abandonó la prisión como un toro de lidia, desbocado y amenazante. Los primeros días en libertad los dedicó a hacer llegar a los despachos oficiales su intención de "explicarlo todo". Consiguió que Pujol aceptase recibirle.

Al líder nacionalista no le gustaba la idea de que alguien a quien él había llamado "empresario modelo" fuera haciendo insinuaciones sobre supuestos trapicheos con la Generalitat. Hay quien cree también que el presidente de la Generalitat no ha olvidado su experiencia en Banca Catalana y tiende a generar una solidaridad psicológica cuando cree que alguien está siendo acosado.

Enfrente se encontró a un De la Rosa herido, que pensaba que por haberse ofrecido para salvar el parque o por haber financiado al partido o al diario nacionalista El Observador tenía derecho a todo, incluso a echar en cara a los políticos que consintieran que él hubiera ido a la cárcel.

El financiero fue explícito: Pujol debía hacer lo posible para neutralizar al juez Aguirre, el instructor del caso Grand Tibidabo; paralizar la demanda presentada contra él en Londres por KIO, y facilitarle 2.000 millones de pesetas para pagar parte de sus deudas a Grand Tibidabo.

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Casualmente las mismas reivindicaciones que Mario Conde ante el Gobierno de Felipe González. Pujol le dijo que no podía hacer nada, aunque probablemente -no rompió todos los puentes- seguirían hablando. Los paños calientes de Pujol no sirvieron de mucho, De la Rosa habló de supuestas cintas magnetofónicas con conversaciones de alto nivel.

Pujol, un día después de negar que la entrevista se hubiera celebrado, reconoció la existencia de esas peticiones, aunque a través de una carta y no en el curso de la controvertida reunión.

Tras varios contactos, Pujol dejó de escuchar a De la Rosa. Como aseguran fuentes del entorno del presidente de la Generalitat, "desde junio De la Rosa llama a quien quiere ponérsele al teléfono para quejarse de que Pujol no le hace caso". A JR [Javier de la Rosa] le ha gustado siempre asociar su imagen a la del poder y, obviamente, no podía reconocer esta situación.

En sus declaraciones radiofónicas decidió atribuirse una larga relación con Pujol: "Tenga usted en cuenta que le conozco desde hace 25 años", una frase que provoca la hilaridad de todos los que saben que el presidente de la Generalitat nunca ha aguantado más de 10 minutos de conversación, siempre en castellano, con De la Rosa. A este último eso no le importaba; su estrategia era la de asociar su imagen a la de Cataluña.

Con estos antecedentes, es fácil creer que Javier de la Rosa juega un papel secundario en la conspiración urdida por Mario Conde. Su personalidad, más inclinada a la incontinencia verbal que a la reflexión maquiavélica, le descartan como un buen estratega. Sin embargo, existen algunas claves que rebaten esa primera impresión. En primer lugar, su afición por recopilar información y dossieres le ha llevado, desde tiempo inmemorial, a establecer sólidas relaciones con el bajo mundo del espionaje. En primer lugar, con el Cesid, un organismo en el que es muy difícil distinguir entre quienes están en activo y quienes no.

En la cuenta de servicios pagados por De la Rosa aparecen nombres como el del general Luis del Pozo o Joaquín Torrado, relacionados con La Casa [el Cesid], y responsables de la empresa de seguridad ISDS, fundada por el abogado Juan José Folchi. O Juan Antonio Díaz Molist, propietario de Toprisk, la empresa que le suministra los agentes de seguridad.

Pero, por encima de todos ellos, Francisco Álvarez, el ex jefe del Mando único de la Lucha Contraterrorista, procesado por su supuesta participación en la creación de los GAL, y uno de los más activos en el mercado a información de Barcelona. Álvarez era desde hacía mucho tiempo amigo del coronel Perote, a quien De la Rosa conoció antes de que su imagen fuera popular para el resto de los españoles.

Varias fuentes aseguran que Perote, tras abandonar el Cesid, ha facturado servicios a la empresa del ex policía, que, a su vez, tema a De la Rosa como primer cliente. Muchas de las informaciones recopiladas durante esos años han resultado ser falsas o inútiles, lo que ha colocado en una posición difícil a más de un empresario del espionaje que ahora vive acosado. El De la Rosa de sus años dorados, gracias al dinero de KIO, era un hombre con capacidad para comprar voluntades e informaciones. Ahora, en plena ofensiva de Conde contra el Gobierno, De la Rosa puede parecer que no está en la jugada. Pero su protagonismo en el pasado ha demostrado que esa impresión no se corresponde con la realidad.

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